La frase tiene un origen antiguo pero impreciso, como la mayoría de las locuciones surgidas de la inventiva popular. Muchas de esas construcciones ingeniosas pero a veces sarcásticas, cargadas del duro e irónico humor porteño, sobreviven en el habla popular cotidiana, en esa región que en el siglo XXI se llama Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA) y que no es otra cosa que la Reina del Plata y su conurbano. De esa fragua cultural inagotable, surgen las modificaciones del habla cotidiana que puede apreciarse aún dentro de una misma generación. Frases, sustantivos, verbos… como en una olla donde todo se mezcla y se cocina, se renueva el lenguaje de todos los días.
Cuenta la Historia que en el año 1875 la fábrica de Melville S. Bagley, inventor de Hesperidina, lanzó al mercado una galletita muy liviana que aseguraban no tenía aditivos.
Por tal motivo la novedad habría comenzado a ser recomendada por los médicos y ser utilizada en las comidas de centros hospitalarios. Esa sería la presunta relación de la galletita con la celebérrima frase.
Porque las leyendas urbanas porteñas cuentan que un día un señor visitando un sanatorio, se cruzó con una camilla que trasladaba un cadáver. El hombre haciendo gala del típico humor ciudadano, le habría comentado a su acompañante: “Éste no quiere más Lola”.
Contundente y macabra broma. Obviamente, el viajero de la camilla nunca más volvería a saborear una Lola. Hasta aquí, la Historia del producto y el presunto origen de la frase.
El nombre propio Lola vendría del latín y su origen es Dolores. En Argentina no hace muchos años les llamaban “lolitas” a las chicas que ya no eran nenas pero tampoco adolescentes en su plenitud y que eran utilizadas para modelar indumentaria, entre otros productos.
Pero el dicho en cuestión se aplica a múltiples situaciones. La zaga la podemos iniciar con la frase madre: “Este no quiere más lola”, referido a quien inició su último viaje. Vale también para aquel que se cansó de un empleo o de algún hecho puntual que lo obligó a retirarse: “No quiso más lola”. O para quien abandona la familia, o cualquier grupo de pertenencia y por alguna razón se va: “No quiso más lola”, suele ser la explicación misteriosa. Las cuatro palabras son fatalistas, como marcando una decisión del destino, que puede ser definitiva o no. Lo real es que el individuo no quiso más de algo, se fue, se rajó…
En ese marco existe otra variante de “lola”, pero menos difundida: “no quiso más té”. El sentido es el mismo.
En Argentina se les llama lolas a los senos femeninos. No tiene una carga erótica como otros sinónimos, pero depende del contexto de la frase y la intención con que se hace uso del sustantivo. y no guarda relación con la “Lola” que venimos analizando. A su vez, “Lola” o “lola” también funciona en otra categoría de expresión, aquella con la que se quiere sacar a alguien de encima: “Andá a que te cure Lola”. En este caso, el testigo puede describir el incidente asegurando que “Le echaron Flit”; otra porteñísima expresión válida por “fue despedido drásticamente”, expresado en riguroso castellano.
El punto de contacto entre esta última “Lola” que supuestamente cura y la anterior, la de alguien que no quiere más galletitas porque está muerto o se cansó de algo, es la Virgen de los Dolores, que en España la llamarían fraternalmente Lola, como a muchas mujeres con ese nombre. Es razonable que a quien padece una dolencia lo encomienden a la Virgen de los Dolores, pero más hermético y difícil de explicar es el otro uso.
No obstante, hay otra aplicación que a los no iniciados les suena a pronunciamiento esotérico. Se trata de la forma sincopada de la frase “Lo lamento”: “lo – la”, que en la jerga doméstica porteña no necesariamente lunfarda, se suele utilizar en forma liviana para expresar a alguien su pesar por alguna cuestión que no puede resolver.
No siempre un nombre femenino como Lola suele estar “en boca de todo el mundo”, como dice el barrio, haciendo gala de otra frase clásica del idioma de los argentinos.