El pasado 15 de enero Marvel estrenó en la plataforma de streaming Disney+ su primera serie, WandaVision, con la intención de comenzar a enhebrar los hilos de las nuevas líneas argumentales en su universo. Pese a que los productores, comandados por el todopoderoso Kevin Feige, juraron que no era necesario ver las veintitrés películas previas que componen las tres “fases” de los diversos y coloridos personajes, quienes no hayan visto muchos de estos films probablemente se sintieron un poco perdidos con el extraño producto que tenían delante.
La serie planteaba a sus personajes principales, Wanda y Vision (Elizabeth Olsen y Paul Bettany) como una pareja viviendo en un típico suburbio estadounidense, con la peculiaridad que cada capítulo se ajustaba a los parámetros de una sit-com. El primer capítulo correspondía a las series de la década del ‘60, la siguiente del ‘70 y así durante siete capítulos. Los dos episodios finales establecían una batalla entre brujas, androides y niños con superpoderes, tirando abajo toda la mística al mejor estilo La Dimensión Desconocida y convirtiendo la (escasa) resolución de la mayoría de los problemas en un festival de lucecitas de colores rojos y morados, entre dos personajes que flotaban en el cielo sin ningún tipo de emoción o sentido del peligro.
El 19 de marzo se estrenó The Falcon and The Winter Soldier. Aquí se retoma la historia de Sam (Anthony Mackie) y Bucky (Sebastian Stan) en los roles protagónicos post Avengers:Endgame. La trama principal gira en torno a los dos héroes intentando descubrir cómo acomodarse a un mundo del cual llevaban cinco años desaparecidos, que padeció un genocidio a escala global, y cuyo héroe máximo, el Capitán América, se retiró tras dar la última de sus batallas contra un loco intergaláctico de color púrpura. Si no viste al menos cinco películas de Marvel, que a su vez se conectan con la mayoría de las otras dieciocho entradas, es probable que la mitad de los conflictos en estos seis capítulos escapen a tu comprensión.
Sam, alias The Falcon, entrega el escudo, y por ende el manto, del Capitán América a un museo, y se dedica a cumplir misiones más pequeñas. La amenaza más grande que deberá enfrentar será la aparición de un grupo radical llamado The Flag Smashers (traducidos en algunos lugares como los “sin bandera”) comandados por la pequeña pero poderosa Karli Morgenthau. (Erin Kellyman) Esta pequeña célula busca restablecer el mundo tal cual estaba antes del “evento”: la desaparición de la mitad de la población. Cuando todos volvieron, la situación para la humanidad se complicó porque, de un momento a otro, había el doble de personas que debían conseguir un empleo, un hogar, organizar sus vidas. En los países más pobres enormes masas humanas se encontraron desplazados, sin recursos, dependiendo del apoyo de entidades gubernamentales… que tienen el mismo discurso que los radicales, en realidad. También desean que las cosas vuelvan a ser como antes del “evento”, pero valiéndose de negociaciones lentas y de una burocracia siempre ineficaz.
Bucky, alias The Winter Soldier, ex compañero del Capitán América en la Segunda Guerra Mundial, después enemigo con brazo metálico y nuevamente héroe; batalla con la culpa de todas las personas que asesinó y busca resarcirse. La aparición de un nuevo héroe portando el escudo, un soldado llamado John Walker (Wyatt Russel), potencia la rivalidad con Sam. Bucky cree que llevar el escudo es una responsabilidad que le correspondía a The Falcon, y que entregarlo fue un error que debía enmendar.
Mientras persiguen al grupo por distintas ciudades de Europa, se encuentran con que estas personas poseen fuerza sobrehumana. Han tomado una versión del mismo suero que le dio los poderes al Capitán América y a Bucky, y los métodos que utilizan para enviar su mensaje de mundo sin fronteras se vuelve cada vez más violento. Para colmo de males el nuevo Capitán América tiene un conflicto de inferioridad con respecto a su predecesor, y la desesperación por resolver el problema internacional para ganar “crédito” frente a la opinión pública y a sus nuevos colegas superhéroes lo llevan a tomar decisiones drásticas, de moral cuestionable, que desemboca en un asesinato público. Lo que es peor, Walker también radicaliza su ideología, y tomó del mismo suero que sus enemigos, haciendo que The Falcon y The Winter Soldier deban combatir con otro ser superpoderoso.
En el medio de todo el embrollo liberan a otro terrorista, el Barón Zemo (el siempre increíble Daniel Brühl) porque afirma que es capaz de ayudar en la búsqueda del esquivo grupo. Sin embargo, este villano siempre tiene una agenda paralela y secreta, y si bien será de ayuda, en todas las escenas que aparece se palpa la tensión de lo oculto, como una sospecha subliminal en el espectador que sabe de las intenciones poco loables de este personaje.
La serie ataca tópicos interesantes, como la situación de los numerosos desplazados y refugiados en el mundo, y el problema logístico y económico que le reportan a las naciones que los reciben. Sin embargo, poner a un grupo de “izquierda” como los enemigos parece un mensaje bastante cuestionable, que no salva ni siquiera el discurso progresista de Sam a lo largo de los capítulos. Mejor desarrollada está la terrible tradición racista que tiene Estados Unidos con su población negra. Isaiah Bradley, un soldado que en la guerra de Corea recibió el suero, y pasó 30 años encerrado en una celda, sufriendo torturas de científicos que consideraba compatriotas, para después terminar borrado de la historia, como una nota al margen de un libro escrita con lápiz. Isaiah le plantea la duda a Sam sobre tomar o no el rol del héroe más representativo de la bandera estadounidense, y le afirma que la sociedad nunca aceptará a un hombre negro como el Capitán América.
Las inquietudes sociales y políticas están a la orden del día, mezcladas con escenas de acción a la altura de cualquier película de Marvel. La historia busca contar, más allá de todo, el nacimiento de un nuevo héroe, esta versión aggiornada del Capitán América que, pese a que mucha gente salió a criticar la corrección política de Disney al poner a un hombre negro en el rol, desconocen que en las historietas, la fuente original de todos estos personajes, esta versión de Capitán América existió muchos años antes que salga la primera película.
Sin embargo la producción de la serie parece tener baches argumentales que dotan de poco sentido a la historia en general si uno se sienta a pensarla un poco. Hay una teoría, basada en filtraciones de la producción antes de la interrupción de las filmaciones a causa del COVID-19, que dice que la serie en realidad lidiaba con una pandemia. Los héroes debían enfrentarse a un grupo que se dedicaba a robar estas vacunas para distribuirlas entre las poblaciones de menor recurso. En una escena del primer capítulo, de hecho, se ve con claridad cómo los Flasg Smashers se llevan camiones llenos de vacunas, y un personaje secundario muerte de una enfermedad viral, en el medio de lo que parece ser un hospital de campaña. Los eventos de la realidad habrían obligado a los directores creativos a abandonar esta trama, dejando pocos meses para re-escribir los guiones y dotarlos de suficiente coherencia. Una pandemia justificaría la presencia de dos superhéroes estadounidenses peleando contra un grupo rebelde que busca desestabilizar la distribución de vacunas a escala global. Pese a esto, nos encontramos con estos dos héroes peleando con un grupo de desplazados, un problema político que no afecta a Estados Unidos (en el mundo de la serie) y que no amerita la presencia de Sam, Bucky y menos todavía el nuevo Capitán América, que a diferencia del anterior, responde directamente órdenes de su gobierno.
Los seis episodios hacen un intento muy digno y bastante coherente dentro de todo, y esta serie puede verse como la historia de origen de un nuevo personaje y su compañero. Vemos el nuevo traje, la capacidad de liderazgo de Sam, y también nos muestran (por arriba y sin el peso dramático que necesitaba) como Bucky consigue superar los fantasmas de su pasado como asesino, para terminar de asumir el rol de héroe. Deja abierta posibilidades para una segunda temporada (que sería la movida más inteligente con la amplitud de problemas sin resolver en la trama) y al final de la serie se siente que, al menos los protagonistas, evolucionaron como personajes.
Marvel anunció, apenas horas después de estrenado el último capítulo, que entró en producción la cuarta película del Capitán América. Esta movida, efectiva desde lo mediático, es la confirmación que al fin y al cabo, estos seis episodios fueron un prólogo larguísimo para introducir a un nuevo superhéroe.
The Falcon and The Winter Soldier en un producto ideal para los seguidores fieles del Universo Cinematográfico Marvel. Está repleto de guiños a las historietas y a otros films de la franquicia, aquí se premia la constancia. Quienes sean ajenos a todo este mundo fantástico entenderán poco o nada, y más allá de escenas de acción y algunos diálogos con planteos políticos y morales interesantes, no encontrarán mayor sentido a todo el espectáculo.