[El artículo que se publica a continuación, forma parte del libro APUNTES Y ARGUMENTOS PARA EL 1° DE MAYO. Su autor el escritor italiano Edmundo De Amicis (1846-1908) conocido universalmente por su obra CORAZON cuya primera edición se editó en 1886.
En una etapa de su vida, alrededor de 1892/94, De Amicis se acercó a las ideas y a la militancia socialista, colaborando con numerosos artículos en los periódicos de esa tendencia. Era una forma que consideraba adecuada a su personalidad. Sus trabajos sociales se irían reuniendo y dando lugar a libros como CUESTION SOCIAL en 1894 y APUNTES Y ARGUMENTOS…
Una versión española fue realizada por Hermenegildo Giner de los Rios, publicada en Madrid en 1907; de ella hemos copiado este apartado, (páginas 279 a 288). Cabe consignar que en España se publicaron por esos años la casi totalidad de las obras de Edmundo De Amicis, ya que su persona era sumamente apreciada por los socialistas españoles.
En la Biblioteca Nacional de Buenos Aires hay un ejemplar de la primera edición de los APUNTES Y ARGUMENTOS PARA EL 1° DE MAYO.
Compañero
p.279.
No sonrías ante esta palabra, profesor egregio! Ha pasado el tiempo en el cual se podía reír de nuestros actos. Si tú, docto cultivador de los estudios históricos, vives cincuenta años más, podrás enorgullecerte mucho un día estudiando cómo ha surgido, cómo se ha difundido entre nosotros el uso de aquel vocablo.
Pero es la sencilla voz y no la idea la, que te hace sonreír y querrías preguntarme, como otros han hecho ya, por qué hemos adoptado aquel término y no otro cualquiera.
¡,Amigo,—¿Quieres decir, por ejemplo?
Amigo se puede ser aun disintiendo respecto á las más grandes cuestiones que agitan al mundo; y por otra parte, ya somos tan numerosos hasta en una sola ciudad,
/280/ que no podemos llamarnos propiamente con aquel nombre.
¡Hermano?
Con esta palabra no podemos distinguirnos, reconocernos, porque para nosotros, todos los hombres son hermanos.
i Camarada:
Se usa entre la fuerza armada, y nuestro supremo deseo y nuestra firme fe es de no tener jamás que hacer uso de otra fuerza que la de la razón, ni de otras armas que de las de la palabra.
Compañero, pues, es nuestro apelativo; que se da á quien sigue nuestro camino, defiende nuestros mismos ideales, encendido por nuestra misma esperanza, expuesto á los mismos peligros, pronto á socorrernos inmediatamente, seguro de ser socorrido siempre; conmovidos todos por la misma alegría que conmueve á cada uno ante las nuevas conquistas realizadas en la larga vía por el ejército inerme é invencible, al cual pertenecemos: y que combate sin ambición, sin rivalidad y sin beneficios ni ventajas, con la única compensación que procede de la conciencia de servir la causa de la verdad y de la justicia, y de preparar al mundo una edad mejor.
/281/ Pero ¿de qué sirve explicar todo esto, ilustre profesor? Como el nombre de pila de una persona amada tiene para .el «que la ama un significado y un sonido intimo que otros no pueden comprender ni sentir, así es la palabra «compañero» para nosotros: y sería inútil todo esfuerzo que hiciéramos para explicarla ó mostrar su valor, como es inútil explicar la belleza de un verso á quien ignora la lengua en el cual está escrito.
El obrero que se oye llamar compañero por el hombre acomodado; el señor que escucha que le da aquel nombre el pobre, el docto á quien se lo aplica el hombre inculto, el jovencillo á quien se lo dirige el viejo; sólo el propagandista apasionado que se lo oye llamar la primera vez por el amigo que adopta la palabra como signo y prueba de la conversión deseada; sólo el prisionero que en el ángulo de un pedazo de papel hecho llegar á él con mil trabajos lo encuentra escrito, significando que el compañero le ofrece la consoladora promesa de que á su mujer y á sus hijos no les faltará el pan; sólo el orador que lanza la palabra ¡compañeros! a un tropel de 5.000 oyentes de todas las clases sociales, siendo acogido con el mismo estremecimiento de altiva complacencia;
/282/ únicamente el que, llegado á una ciudad desconocida, se oye llamar «compañero» por cien jóvenes jamás vistos, á los cuales, por efecto de aquel apóstrofe, se siente ligado de repente por mil vínculos de afectos y de pensamientos, como si se tratase de amigos de la infancia vueltos a encontrar en la vida: éstos solamente, sólo nosotros, podemos sentir y comprender la poesía y la fuerza, el sonido como de voces innumerables, el soplo potente de juventud y de victoria que encierra esta palabra.
Como en los días de la infancia; en la escuela, cuando en lugar de la palabra amigo, que no se usa aún, se emplea aquella de compañero, y se dirige á todos, ricos y pobres, con el mismo sentido, no turbado todavía por concepto alguno de diversidad de clase social, así á nosotros, con el empleo de esa frase, se comunica á nuestro ánimo el sentimiento intuitivo de fraternidad y de igualdad de aquella edad hermosa: sentimiento que había permanecido sepultado por espacio de muchos años bajo un cúmulo, superpuesto poco á poco, de ideas falsas, orgullo, miserias, intereses de clase, convertido todo ello en egoísmo medroso é inconsciente; y en este rejuvenecimiento
/283/del corazón y del lenguaje, sentimos el presagio y dirección de los hombres hacia aquella hermosa edad de la infancia, iluminada por la ciencia y la experiencia, pensando en ciertas condiciones y formas de vida de la infancia misma de la humanidad que constituye la definición poética no realizada todavía del socialismo.
Sí, esta palabra «compañero», que ha adquirido sentido nuevo en todas las lenguas europeas , que se cambia familiarmente desde Paris á Berlín, desde Milán á Madrid, desde Nueva York á Londres, desde Bruselas á Sidney, entre hombres que no se vieron ni se verán jamás; esta palabra,cuyo sonido grave y amoroso, cuando se la decimos al más humilde trabajador de nuestra familia, como por virtud de nombre mágico acalla en nosotros todo sentimiento de vano orgullo, ó, si un momento persiste, es sofocado después de un instante por un sentimiento de ‘remordimiento y vergüenza, violento, como una oleada de sangre; esta palabra, que al verla escrita á la cabeza de una carta dirigida á nosotros, nos parece tanto más solemne cuanto más ruda y torpe se revela la mano que la ha trazado con dificultad… este vocablo es para nosotros
/284/ un alto y purísimo motivo de confortación y de alegría!
El hecho -de no poder llamar amigos á muchos, de no oírnos llamar amigos de otros, nos compensa con ese querido nombre al poder llamar a muchos, compañeros. Para cada amigo perdido, cien compañeros le substituyen, unidos á nosotros, aunque apenas nos conozcan, acaso de una manera menos íntima, pero más sana y más fuertemente humana que la amistad rota. En el tropel que pasa y en las muchedumbres inmóviles, buscando caras amigas, nuestras miradas se detienen preferentemente en los rostros de aquellos que llamamos compañeros; semblantes mal conocidos casi siempre, vistos sólo una vez entre otros mil, pero que nos recuerdan reuniones fraternales, horas de entusiasmo, muchedumbres excitadas y, sin embargo, serenas, en las cuales sobre todas las frentes se veía brillaba la misma idea, y en las cuales se inflamaba el corazón con el mismo fuego. Y más nos alegra aquella palabra no dicha a nosotros por la boca, sino por el gesto del semblante en mil encuentros casuales y expresados con una sonrisa indefinible, que significa un saludo familiar y cordial. ¿Qué importa saber el
/285/ nombre del que pasa? Su mirada, su saludo nos dice: soy un compañero tuyo, y entonces nuestro corazón responde: «soy tu compañero», y en aquellas tres palabras, no oídas pero casi vistas y adivinadas como los tres colores tremolantes de una bandera, se han entrecruzado dos corrientes luminosas de ideas, de simpatía y de esperanza.
Entre tanto, la palabra se difunde; cada año, nuevos millares de hombres la comprenden y la aceptan; corre de boca en boca por sitios donde ayer era desconocida; se aprende por mujeres y por niños; resuena .en las escuelas; entra en la literatura; se impone á la historia; y cuanto más se extiende por el haz de la tierra, y tanto más profundamente arraiga en nuestro espíritu, tanto más grande se hace en nuestro pensamiento, y se dulcifica en nuestro corazón; y por esto, con creciente ardor, recomendamos á los jóvenes que la respeten, que no la profanen, que profundicen su significado, mediten bien sobre lo que impone pronunciarla con el corazón y con la conciencia, y que hagan comprender á sus hermanas y á sus prometidas y á los ancianos de la familia, que no dice nada aquella
/286/ voz, que ellos no pueden gritar con la frente alta ante la imagen de la patria á quien aman y del Dios en quien creen; y no sólo esto, sino que deben aceptarla ellos también y difundirla á su alrededor y bendecir la juventud que la ha hecho suya y la ha proclamado á los cuatro vientos del mundo: porque ella expresa la comunión de millones de almas en un ideal que abraza la más grande aspiración de la humanidad y las más santas leyes de Cristo.
Esto decimos á los jóvenes. Es superfluo decírselo á algunos que han acogido la fe socialista en aquella edad en la que cuando nace esa fe, nace al .mismo tiempo del corazón, de la razón y de la experiencia de .la vida. Aquellos que por espacio de algún tiempo pronunciaron la palabra compañero .con acento paternal y se la oyeron decir con acento filial, continuarán_ amándola y propagándola, aunque se debilitase en ellos .la fe en la doctrina; porque no podrán .nunca renunciar á la profunda y austera .dulzura que aquel vocablo les hizo conocer, y permanecerán aferrados á su sueño como a una ilusión voluntaria en su alma, como a una ilusión necesaria en su existencia.
/287/ Y no esperen los más confiados y viejos amigos que nos combaten, ni siquiera los más amados padres, que aquella voz pueda jamás morir en nuestros labios ni en nuestro espíritu.
Cuando hasta la vejez ó la enfermedad, y hasta el nublarse de la inteligencia, ó un golpe de fortuna, nos condenase en nuestros últimos años á ser soldados desarmados é inactivos de la Idea, aquel nombre permanecerá siempre grabado en nuestra alma como la expresión del más alto estado á que nuestra conciencia y nuestra vida de hombres y de ciudadanos se haya elevado jamás. ¡Y en la última hora, después que hayamos dicho adiós á las criaturas que nos rodeen, á quienes nos liga de un modo más querido el lazo de la sangre, nuestra mirada buscará un amigo, uno al menos, á quien podamos decir todavía una última vez compañero, como en nuestros bellos días de trabajo y de batalla!
Y la más amplia, la sola gloria póstuma deseada por aquellos que entre nosotros hayan dignamente trabajado por la grande causa, será ser acompañado allá donde á todos nos esperan, por un puñado de aquellos á quienes dimos aquel nombre y que nos
/288/ salude el que sea más pobre con un último adiós, y todavía con aquella palabra que fue tan dulce y honrada, y nos diga:-¡Compañero, descansa: nosotros proseguiremos el camino!
Mis Compañeros
Mis compañeros
Beben el vino manso del pueblo
Cantan canciones de amor y guerra
Tan ardorosas como sus sueños
Mis compañeros
Inquebrantables, puros, sinceros
Como quijotes jamás vencidos
Tiran abajo molinos viejos
Dejan el alma en todo momento
En lo infinito del sentimiento
Con alegría casi insolente
Mientras construyen día tras día
Las esperanzas de tanta gente
Sin concesiones, sin aspavientos
Pero entregándose por entero
Van por la vida mis compañeros
Mis compañeros
De las canciones y el pensamiento
De las batallas y los esfuerzos
Por el futuro que merecemos
Mis compañeros
De la poesía y de la justicia
De las banderas y las consignas
De amor por todo, qué maravilla
Teresa Parodi – 1988
Profesor Carlos Suarez