Los Hermanos Pobres de la Huella
El hermano pobre, el no reconocido, el que no lleva el apellido de la historia, el que difícilmente será memorable, así es el artista anónimo en tiempos de pandemia. Como ninguna otra actividad, el arte queda diluido en el caldo espeso de los desocupados y aunque un puñado, ya consagrado, utiliza las herramientas de internet para su metier (streaming,meet, zoom, etc), otros intentan sacar de la galera estrategias para ser vistos, escuchados, leídos, etc. y con suerte apenas sumarán recursos para una magra supervivencia.
El arte nos cuenta la historia de la humanidad desde un ángulo diverso, tan diverso como artistas existan; la mirada sensible es importante para sentirnos reflejados como sociedad. La cultura se construye a cada paso, cada uno aporta lo propio. La risa, el llanto, las emociones en general nos recuerdan cuán humanos somos. La búsqueda de caminos para arribar a la conciencia y la belleza son múltiples. Claro que aún falta mucho para valorar en toda su dimensión a las expresiones artísticas, como si la sensibilidad no se emparentara con el mundo de las necesidades reales. No habrá quien no recuerde algún festejo donde nace el pedido de : “Tocáte algo, vos que sabés” “Recitáte algo, vos que sos poeta” o algún mangazo del tipo “ya que sos actor podrías venir gratis a tal o cual lugar” o “ ¿Me habrás guardado el último libro que sacaste, no? Es difícil andar explicando que uno no anda por el mundo pidiéndole al carnicero, médico, etc. que nos regale medio kilo de chuletas ya que está, o que nos revise el doctor en plena vía pública porque así lo manda el juramento hipocrático, o cruzarse a la modista del barrio para que nos cosa un cierre del pantalón sin que se nos caiga la cara de vergüenza por no preguntarle “¿cuánto es?”, en cambio al artista es factible pedirle cosas sin nada a cambio. Quizá viene de antaño, de la época de mis abuelos que sabían mutilar muy bien las aptitudes artísticas de algún miembro de la familia “porque de eso no se vive”, decían. Pero, es tiempo de valorar y valorarnos, de dejar de ser el último orejón del tarro a cualquier hora y en recóndito lugar para comenzar a transitar un camino donde la cultura pase de ser un símbolo a ser un signo. Los signos de los pueblos se construyen a la medida de los valores que se abrazan, eso creo, eso pienso, eso digo. Después de todo, somos dueños de nosotros mismos hasta nuevo aviso y elijo seguir conmoviéndome con una película, una obra de teatro en la plaza, reírme con las peripecias que hace un payaso, detenerme a pensar debido a un texto escrito en una pared y enésimos etcéteras, pero sabiendo que en cada impronta hay un ser humano con las mismas necesidades materiales que cualquier otro, y entonces hacer algo gratis será a elección del artista mismo y no por usos y malas costumbres de la sociedad. Después de todo, creo en el progreso del pensamiento y en los hitos que sirven de aprendizaje, como en este caso es la pandemia.