¡Piu Avanti!
No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua, y no la implora…
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
“En efecto: dicen, que es un hombre que huye de las exhibiciones, del trato de las “gentes”, de las mascaradas elegantes y de los círculos melosos. Que no ocupa un puesto digno de su talento, porque sufre la anquilosía moral que le impide inclinar el espinazo delante de nadie; que se ha aislado, enemigo de las hipocresías ciudadanas; que se ha dedicado al cultivo intelectual de los niños, es maestro de un escuela de tierra adentro; que es carácter bravío y muy acerado; que adora sus ideales con un hondo fervor; que ama a los pobres y a los pequeños, y que tiene la fe de su fuerza y el orgullo viril de su talento. No hay duda: ¡loco, loco de remate!”
Rubén Darío – La Nación – 1895 – sobre Almafuerte
Hacia el final de su vida, Almafuerte transitaba su vejez encerrado en una habitación helada; no tenía dinero para comprar ni para mantener una estufa. Sin embargo, murió recibiendo el calor de la panadería con la que lindaba su casa, gracias a que los empleados desviaran un caño hasta la pared de su habitación, creando para él lo que hoy llamaríamos «losa radiante». Almafuerte nunca supo del gesto, que señalaba el reconocimiento a su condición de poeta popular. Fueron lxs obrerxs, lxs trabajadores, lxs humildes, lxs rebeldes, quienes encontraron en su actitud poética y en sus versos la expresión de sus propias luchas y anhelos. Su vida nos remite a esas vidas otras, en donde las adversidades son la sombra de los héroes anónimos de los barrios.
Romántico tardío en momentos del Modernismo, rechazó la palabra decorativa y fundó el mito sentimental del poeta apasionado que cautivó a las clases populares, «la chusma de (sus) amores».
Considerado como uno de los «cinco sabios» de la ciudad de La Plata, junto a Ameghino, Vucetich, Korn y Spegazzini, «el primer poeta argentino», como lo llamara Borges, nace en una casa humilde de San Justo el 13 de mayo de 1854 bautizado como Pedro Bonifacio Palacios. Tras la muerte de su madre y el abandono de su padre, queda bajo el cuidado de sus parientes. A los 16 años se inicia en la docencia, labor que realizará durante toda su vida, dentro o fuera del ámbito escolar, cuando la Dirección General de Escuelas le impida seguir desempeñándose por falta de título habilitante. Se dedica también a la pintura, el periodismo y la poesía.
La determinación de sus ideas, su tono crítico con los gobiernos y ciertos espacios de poder, lo convirtieron en blanco de persecuciones, acusaciones y férreas defensas entre sus contemporáneos. Muere en la ciudad de La Plata el 28 de febrero de 1917.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación – Universidad Nacional de La Plata – Almafuerte : Efeméride de Pedro Bonifacio Palacio.