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El Cordobazo (1 de 2)
Las Vísperas - El Reguero de Pólvora - Córdoba Insurrecta - El Ejército en las Calles
El Cordobazo (1 de 2)

Las Vísperas

“La Argentina es un polvorín con la mecha húmeda”, decía el documento interno de un espacio político a principios de 1969. La descripción era muy acertada. La dictadura del general Juan Carlos Onganía llevaba dos años y medio manejando un poder absoluto y el balance en el terreno económico, para el gobierno de facto podría considerarse moderadamente optimista: el PBI había crecido y la inflación rondó sólo el 9% anual. El costo social de esa “pax onganiana” fue enorme: con el ultraliberal Adalbert Krieger Vasena conduciendo la economía apoyado en las bayonetas, hubo una devaluación del 40%, liberación cambiaria, despidos masivos, congelamiento salarial, cierre de numerosos ingenios azucareros, quita de personería gremial a los sindicatos que lo enfrentaban, el “maquillaje” de una reforma monetaria (pesos Ley N° 18.188) quitando ceros al peso y la decisión de perpetuarse en el poder a cualquier precio.

El año comenzó con la foto amable del autócrata colocando la piedra fundamental del complejo hidroeléctrico Chocón – Cerros Colorados. Pero el clima político emitía señales inquietantes. La Confederación General del Trabajo (CGT) se había dividido el año anterior en CGT Azopardo, participacionista y CGT de los Argentinos (CGTA), de línea combativa. El acoso del Ministerio de Trabajo lo sufrían ambas centrales obreras, pero la CGTA confrontaba abiertamente con la dictadura.

Córdoba se había industrializado aceleradamente desde finales de los años ‘50, convirtiéndose en el eje de la producción automotriz. Allí se levantaban los complejos fabriles de Fiat con sus plantas de Material Ferroviario (Materfer), automotores (Concord), y Grandes Motores Diesel (GMD). También IKA Renault, Perkins, Transax, ILASA, IAME y una cantidad de empresas y talleres autopartistas. El Sindicato Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), dirigido por Elpidio Torres, los sindicatos de fábrica de Fiat Concord y Materfer (SITRAC – SITRAM) y la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) se repartían la representación sindical. Otro gremio muy importante es Luz y Fuerza conducido por Agustín Tosco, ya que distribuye la electricidad de la ciudad a través de la empresa estatal EPEC y completa el cuadro estratégico, la Unión Tranviario Automotor (UTA), cuyo secretario general es el peronista combativo Atilio López, cuyos afiliados trabajan en el transporte público automotor. Serán estas tres organizaciones el motor y conducción del Cordobazo, acompañados por casi la totalidad de los gremios encuadrados en ambas CGT cordobesas.

Por otra parte, el general Perón desde su exilio madrileño, trabaja para construir un gran frente antidictatorial y las incipientes organizaciones armadas en su etapa de gestación y aprovisionamiento, a diario protagonizan una cantidad creciente de pequeños golpes de mano.

Ya había sucedido el Mayo Francés que acabó con la hegemonía gaullista y la Iglesia Católica predica la opción por los pobres. El incendio del sudeste asiático se refleja también en Latinoamérica donde los movimientos insurreccionales intentan crear “Dos, tres, muchos Viet Nam”, según la prédica de Ernesto Che Guevara. La Argentina no era una isla ciega, sorda y muda; pese a las fantasías dictatoriales. La mecha se estaba secando.

Agustín Tosco de Luz y Fuerza – Elpidio Torres de Smata – Atilio López de Uta

El Reguero de Pólvora

El 12 de mayo la intervención militar de la Universidad del Nordeste en Corrientes, privatizó el comedor estudiantil. Como suele pasar, los precios aumentaron y el estudiantado respondió con la huelga en varias facultades. Tres días después, la policía correntina asesinó al estudiante Juan José Cabral. Las luchas estudiantiles se extienden por todo el país y la respuesta es siempre la represión.

Paralelamente, en Córdoba se iban sumando huelgas y acciones en defensa de conquistas históricas, como las “quitas zonales” que afectaba mayoritariamente a los metalúrgicos y la modificación del “sábado inglés” que de hecho, reducía los salarios en un 9,1%. El día 14, unos 5.000 trabajadores mecánicos celebran una asamblea en el Córdoba Sport Club y lanzan un paro de 48 horas contra la implementación del sábado inglés modificado. El acto fue reprimido por la policía.

Al otro día, el estudiantado correntino se moviliza y es asesinado por la policía el estudiante

Juan José Cabral. En las jornadas siguientes los universitarios de numerosas ciudades ganan la calle apoyando a sus pares correntinos y se multiplican los disturbios.

En Córdoba, en las calles comienza a darse de hecho la unidad obrero estudiantil. Rosario es otro de los focos de agitación y cae bajo las balas policiales el obrero Luis Norberto Blanco de 15 años.

Ante el agravamiento de la situación, la dictadura decreta el Estado de Emergencia en Rosario, interviniendo el Ejército. Dicha medida se agrega al Estado de Sitio y los tribunales militares juzgan a los manifestantes. También Salta cae bajo control militar, cuando el aristocrático Club 20 de Febrero es tomado por manifestantes.

Cordobazo – Barricadas en las Calles

Córdoba Insurrecta

El 26 de mayo el Movimiento Obrero cordobés acuerda lanzar un paro activo de 36 horas para el día 29. Consiste en hacer abandono de tareas a las 11 y manifestarse en distintos puntos, marchando al Centro. La modalidad se diferencia de los llamados “paros domingueros” que se limitan a no ir a trabajar. El secretario general de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, advierte: “No hay espontaneísmo ni improvisación. Ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas. Los sindicatos se organizan y los estudiantes también”.

Entre el 26 y el 29 de mayo, los conflictos y movilizaciones se extienden por todo el país.

La CGT nacional decretó paro general para el 30 de mayo. Córdoba lo adelanta medio día para el 29 agregando la característica de “activo”.

Llegó el día 29 y a las 11, comenzaron a desplazarse hacia el Centro grandes columnas obreras provenientes de los barrios automotrices y las usinas de EPEC. Engrosaban la multitud muchos huelguistas que se sumaban a la marcha en distintos puntos de la ciudad.

Empleados de comercio, estatales, y organizaciones estudiantiles, ya circulaban en el Centro desafiando a los represores. Los colectivos que colaboraron con el desplazamiento de los manifestantes, se retiraban a medida que el Centro iba siendo ocupado por las columnas. A las 11,30 se registran los primeros enfrentamientos entre policías federales, provinciales y huelguistas. Los manifestantes ocupan por breve tiempo el Palacio de Tribunales y son desalojados por fuerzas policiales. Una multitud de actos relámpagos pone en jaque a la represión y en poco tiempo, las sesenta manzanas del Centro quedan fuera del control oficial. Numerosos locales de empresas multinacionales, como Xerox, Citroên y otros concesionarios automotrices, como también el Círculo de Suboficiales del Ejército, son incendiados. A su vez, la Terminal de Ómnibus, las sastrerías Thompson y Williams y Casa Muñoz y la refinada confitería Oriental frente a la Plaza Colón, padecen el furor destructivo.

Las barricadas se pueblan de autos incendiados, muebles, empalizadas y cuanto elemento sirva para bloquear el avance policial.

El gobernador de la dictadura Carlos Caballero, pide tempranamente la intervención militar.

La cúpula castrense se encuentra celebrando el Día del Ejército. El Comandante en Jefe, Alejandro Agustín Lanusse, exhorta a Caballero a empeñar todas las fuerzas de seguridad, demorando la intervención militar. Las policías Provincial y Federal, habían sido desbordadas y obligadas a retirarse. Al mediodía se registra un muerto, el estudiante Raúl Castillo y poco después, cae el obrero Máximo Mena. De una a otra barricada, corren las noticias de nuevas muertes y la protesta sube de temperatura. Se intensifican los enfrentamientos y los represores ven con asombro, que muchos vecinos colaboran con la destrucción aportando elementos combustibles. El Barrio Clínicas con más de mil pensiones y casas para estudiantes, queda en manos de los jóvenes.

El gobernador Caballero radia un mensaje a la población llamando a la calma y al diálogo.

Pero ya es tarde. Los hospitales y clínicas reciben numerosos heridos de bala y el Comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, general Sánchez Lahoz, emite el Comunicado N° 1. En el breve texto advierte sobre la existencia de los Consejos de Guerra Especiales, con potestad para juzgar y aplicar severas penas. Otra prueba de que la ciudad está bajo control de los manifestantes, lo ilustra una anécdota: en la calle Artigas a pasos de Deán Funes, un subcomisario y cinco agentes son “detenidos” en carácter de rehenes por los insurrectos. Luego de ser paseados por el barrio bajo escolta, los policías son liberados. Ya el grueso de las fuerzas represivas, habían abandonado las calles replegándose a sus cuarteles, faltos de gases y munición y ante la la clara pérdida de terreno.

Soldado no Tires a tus Hermanos

El Ejército en las calles

Finalmente y ante los angustiosos llamados del gobernador, el general Lanusse ordena al Comando del III Cuerpo de Ejército recuperar la ciudad. El mando militar cordobés lanza nuevos avisos anunciando la vigencia del Estado de Excepción y reitera las penas que le cabrían a los manifestantes puestos a disposición de la Justicia Militar. A las 15,45 el Comunicado N° 4 advierte que “A partir de las 17 las fuerzas a su mando procederán a actuar con todos sus medios. Los grupos que se encuentran ocupando distintos lugares de la ciudad, deben hacer inmediato abandono de los mismos”. La operación estará a cargo del general Jorge Raúl Carcagno al mando de una agrupación integrada por la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada, Regimiento de Infantería 14, un Batallón de Comunicaciones, un Grupo de Artillería Liviana Motorizada y efectivos de Gendarmería y Aeronáutica. La mayor parte de la Fuerza, con base en la cercana ciudad de La Calera.

Asimismo, la Fuerza Aérea alista aviones de apoyo a las tropas de tierra. A las 17,15 ya con el Ejército operando, un grupo penetra en la sucursal del barrio San Martín del Banco del Interior, provocando destrozos y alzándose con un poco de dinero. Nunca se supo si fueron manifestantes o simples delincuentes. Las tropas ingresan al barrio Clínicas, bastión de la rebelión. Se entablan pequeños combates pese a la disparidad de fuerzas, y los francotiradores obligan al Ejército a dejar parte de la tropa en el barrio. En otra medida audaz, a las 18,30 manifestantes toman el Ministerio de Obras Públicas, quemando documentos y mobiliario. Se repliegan antes de que lleguen los militares. Otro francotirador mantiene en jaque a la Jefatura de Policía durante horas, tirando contra sus puertas. Sobre el hostigamiento de los tiradores ocultos al Ejército, un oficial aseguró a un semanario que “francotiradores dispuestos a matar nos hubieran liquidado media tropa”, ya que la mayoría eran “colimbas” sin fogueo. Por lo que se deduce que en general, los disparos eran de hostigamiento.

Ante la presencia militar los rebeldes cambian de táctica rehuyendo el choque directo, golpean y desaparecen, para reagruparse rápidamente en otro punto de la ciudad. Así durante horas.

A la cabeza de las fuerzas militares marchaba el jefe de la represión, general Jorge Raúl Carcagno, unas dos cuadras por delante del grueso de las unidades. “Ingresó a la ciudad a paso gentil”, rememora el coronel (R.E.) Juan Jaime Cesio. No fue agredido. Recordemos que el general Carcagno fue luego, el Comandante General del Ejército bajo la presidencia de Héctor Cámpora.

Corresponsable junto con la Juventud Peronista (JP) del Operativo Dorrego. Un trabajo conjunto de las Juventudes Políticas Argentinas y el Ejército, de apoyo a poblaciones bonaerenses afectadas por inundaciones a finales de 1973. Su saldo político debió ser además de la ayuda humanitaria que los convocó, un lugar de reencuentro de pueblo y Ejército. Eso no pasó.

Con el atardecer recrudecieron los enfrentamientos. Los barrios Clínicas, Alto Alberdi, Talleres, Villa Páez y otras zonas obreras, se sumergen en la agitación y las sombras, porque a las 19,45 un apagón deja sin luz a toda la ciudad afectando a las emisoras, salvo La Voz de la Libertad que puede seguir transmitiendo. Es incendiado el destacamento policial de Villa Páez y atacada la comisaría 9°. Otros francotiradores abren fuego enfrente de la Casa de Gobierno provincial y la única radio en el aire, emite el comunicado del Jefe del III Cuerpo general Sánchez Lahoz, anunciando la implantación del toque de queda en la urbe entre las 20,30 y las 6,30. La noche sigue convulsionada pese al rigor castrense.

Nuevas barricadas se levantan en distintos puntos y se registran tiroteos entre militares y francotiradores. Otro puesto policial, esta vez en Barrio Suárez, es presa de las llamas. El servicio eléctrico comienza a ser restablecido parcialmente. El balance provisorio del día que hacen los represores es dramático: seis muertos, más de cien heridos de cierta gravedad, la mayoría de bala, y varios centenares de detenidos a disposición de los Consejos de Guerra Especiales. La destrucción de locales y automotores, es muy importante.

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