‘He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz.’
Eso lo escribí en esta casa, tres días después de la muerte de mi madre. Sentí mucho remordimiento… mucha tristeza… y escribí dos sonetos. Uno era muy íntimo. Lo destruí. El otro es el que usted menciona. En aquel entonces yo pensé: ¿qué me hubiera costado ser más bueno con mi madre? No me hubiera costado nada. Por ejemplo, me habían hecho un tratamiento, una implantación en los ojos. Mi madre tenía la esperanza que yo cobrara aún parcialmente la vista. Y yo le decía: ‘No, veo poco como antes, casi no veo. No me hables de la vista, que es un tema triste’. Yo debía haberla engañado a ella que se estaba muriendo y haberle dicho que estaba mejor, pero fui un estúpido tan terco y tan pedante que no lo hice. Por eso sería mejor pensar que nuestro interlocutor -y uno mismo, desde luego- es un muerto. Y si uno está hablando con una persona que se va a morir, uno debe ser bueno con ella. Es un defecto que yo noto en mí. Y creo que todos lo cometemos, y es querer tener razón en una discusión. Además, esto es una forma de descortesía también. Yo ahora, trato de que el interlocutor tenga razón, trato de darle la razón, porque querer tener razón es algo insufrible. Creo que hay un tipo de vida literaria -la vida de los cenáculos- que lleva a eso. Hubo escritores que se dijeron impertinencias. Eso es una vergüenza éticamente… ¿no?… ¿Por qué dejar mal al interlocutor? mejor quedar mal uno. He sido feliz muchas veces. Quizá no haya un día especial…o no sé si un día, o cada dos o tres días, siempre he sido feliz en algún instante y muy desdichado en otro. La desdicha es tan efímera como la dicha. Yo tuve una experiencia bastante triste y eso lo puse en un soneto: fue encontrar en las páginas de un libro de versos de un poeta romántico inglés, unas violetas. Yo sabía que ese libro era mío, y las violetas seguramente yo las había puesto allí porque me recordaban algo, a una mujer. . . pero cuándo habré puesto yo esas violetas. .. Usted ve: yo me encuentro con esas violetas y ya no sé…sin embargo esas flores significaron algo para mí…o todo. Luego, finalmente, las olvido’.
‘Estoy mirando el último ocaso, apagaré todas las estrellas, apagaré la noche’
‘No, yo no soy religioso. Espero que mi muerte sea definitiva. Yo creo sobre todo en la ética. Creo que uno siempre sabe si se conduce bien o si se conduce mal. Creo que eso es lo importante. En cuanto a premios y castigos, posiblemente uno los tenga en vida. Yo no creo en el ‘karma’ de los budistas…’
‘Dios mueve al jugador, y éste la pieza. Que Dios detrás de Dios la trama empieza. . .’
‘Ah, sí. Me gustan las ideas infinitas. Las piezas son como el jugador. Al jugador hay alguien que lo mueve. Se supone que es Dios. Y Dios es movido a su vez. Yo eso lo escribí de otra forma y se llama ‘Las ruinas circulares’. Son dos cosas exactamente iguales y yo no me había dado cuenta de que había reescrito ‘Las ruinas circulares’ y le había puesto por título ‘Ajedrez’. Una muchacha en Córdoba me hizo notar eso. Yo había escrito dos veces la misma cosa, sin saber… Yo no sé si uno tiene tantos temas. Son nuevas metáforas, distintas imágenes, pero la misma idea. Quizá yo pueda decir que en una cierta época escribí mi mejor libro, y que lo que estoy escribiendo ahora lo están escribiendo todos mis contemporáneos… La prueba está en que si usted por ejemplo dice: ‘Este libro está escrito por Rubén Darío’. … No, el estiló de Rubén Darío es el estilo de todos los modernistas de aquella época. Si yo le digo: ‘Las horas que royendo están los días, los días que royendo están los años’. Bueno, Usted dice: qué lindos versos de Quevedo. Sí, son hermosos versos de Quevedo, pero los escribió Góngora. Cuando yo escribo, trato de no escribir como Borges. Y hay otros que lo hacen, y lo hacen mucho mejor que yo. Serán mis discípulos. . .’
‘Sigo el odiado camino de monótonas paredes que es mi destino.’
‘’No, no me molesta hablar de la ceguera. ‘Ciego’ es una palabra noble y antigua. Oscar Wilde tenía una teoría. El decía que cuando los griegos imaginaron a Homero como ciego -y digamos que él era el máximo poeta- lo hicieron con un propósito ejemplar. Que querían decir que el poeta es ante todo ‘auditivo’, ‘musical’, y sólo secundariamente ‘visual’. Puede haber un verso muy lindo y que sin embargo no tenga imagen ‘visual’. Pero no puede haber un verso sin música, sin su entonación. Yo no creo que debamos pensar todo así, pero es una linda explicación, ¿no?. . . Pero es raro que lo dijera Wilde que tenía las dos cosas: era musical y visual. Muy visual. La poesía de Wilde es muy rica en imágenes. Puede haber excelentes poetas que no sean visuales. Los escritos de Emerson no son visuales, o no tan visuales… Y hay poetas visuales, totalmente visuales. García Lorca, por ejemplo, es un poeta visual. Verlaine es visual, pero musical ante todo… Yo creo que lo importante en los versos es la entonación. Si no fuese así, la poesía sería traducible. Pero no lo es. No se traduce la música. ‘Les sanglots longs des violons de l’automne/blessent mon coeur d’une langueur monotone’, los famosos versos de Verlaine. Leopoldo Marechal que era bastante torpe decía que él prefería la versión española: ‘Los largos sollozos de los violines del otoño / hieren mi corazón con su monótona languidez’… Bueno, eso lo citó en un artículo… son esas opiniones estrafalarias, porque es tan absurdo decir eso. Esa traducción no vale nada, es una serie de metáforas torpes. Bueno, siguiendo con la idea, yo no sé sí la literatura es esencialmente visual… Yo creo que hay un error en lo ‘descriptivo’ de la literatura. Por ejemplo, se dice: Fulano… tal personaje… un hombre alto, pálido, de barba negra…los ojos rasgados… la nariz prominente’. Antes de llegar a los detalles, cuando a uno le dicen: ‘alto, de barba negra…’ Usted ya se lo imagina. Lo que se agrega después, no sé… Y eso se ve en los distintos ilustradores del mismo libro. Es muy curioso el caso del Quijote. La imagen que tenemos de un Quijote, alto, flaco, derecho, viene de los ilustradores. Cervantes no marca esos detalles. Los ilustradores fueron marcando esos detalles.’
‘El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno’
‘¿Qué me asombra? Todo. Tengo un poema intitulado ‘El ingenuo’ donde hay alguien que se asombra de haber llegado a la luna, a la bomba atómica, progresos así… Y a mí me asombran cosas mucho más sencillas. Me asombra que una llave pueda abrir una puerta. Un avión, por ejemplo, a mí me tiene asombrado porque no lo entiendo, realmente no sé qué es un avión. O el teléfono que ahora está sonando… Es usarlo pero no saber qué es. Yo estuve cuatro meses en Michigan y me quedé asombrado por la ignorancia de la gente. Estuve almorzando en un grupo -eran todos egresados, les faltaba la tesis para ser Doctores en Letras- y yo mencioné un nombre que no fue identificado. Era el nombre de George Bernard Shaw. No sabían quién era. Sí, sí, puede ser… Lo asombroso en Michigan hubiera sido si alguien hubiera sabido quién era. En Europa usted puede hablar. En Buenos Aíres también. Un día, estaba yo comiendo en la Universidad de Harvard y le dije a una señora que yo era un profesor que estaba dando un seminario de literatura argentina. Y ella me dijo: ‘Yo también soy profesora’. Le pregunté: ‘¿Sí? ¿Cuáles su materia Señora o Señorita?’ Y ella me dijo: ‘Yo enseño conversación’. ‘¿Conversación en castellano, en alemán, en portugués?’ ‘No -me contestó- conversación en inglés’. ‘¿Qué edad tienen sus alumnos?’ ‘Entre veinte y veinticinco años’. Usted se da cuenta cómo ha decaído la conversación… Allí se hace, necesaria una cátedra de conversación…Luego, en las casas… Usted va a la casa de alguno de los profesores y siempre hay algún objeto ‘misterioso’, por ejemplo: un acuario, o algo que usted no sabe si pertenece al reino vegetal o al reino animal… Se llaman ‘conversation peces’, piezas de conversación. Entonces el dueño de casa que ha adquirido el objeto, también ha adquirido un folleto que le explica qué es eso. Y usted le pregunta: Eso ¿qué es? Y él le dice: es una madrépora. O sea, eso le permite hablar durante un par de minutos. Y si tienen algunos otros objetos, pueden llegar a abarcar hasta diez minutos. Y ya está todo arreglado. Lo demás es televisión, radiotelefonía es la barbarie.’ -Quisiera decir el Padre Nuestro en inglés antiguo. ¿Me deja? -Sí, claro. Estoy grabando. -(Después de escucharlo) No suena tan mal, ¿no? -Y eso que es un grabador de, los chiquitos… -Tan chiquito y sabe inglés antiguo…”
Por Alina Diaconu a Jorge Luis Borges – Vigencia – Junio 1979