No es Más Inocente Quien Quiere Sino Quien Puede
La inocencia es una mirada de la vida. Se puede ser adulto y seguir teniendo una mirada libre de malicia acerca del mundo, de uno mismo y de los demás. ¿La mirada inocente está emparentada con no haber pasado por situaciones donde es protagonista la mala intención? No lo creo de ese modo.
En general los idealistas, los soñadores, los artistas que bregan por mundos mejores, portan un gran caudal inocente en su diario vivir (al menos si son genuinos). La inocencia se lleva bien con la sensibilidad y como eslabonando un collar de buenas intenciones también tiene como aliado al amor.
Si yo pudiera como ayer/querer sin presentir… dice el tango Uno de Discépolo; un ayer que quizá remonta a la inocencia de creer que estará exento del dolor y del sufrir.
Me gusta pensar que la mirada inocente habita en algún gen o en la mismísima testa que se niega a claudicar en la búsqueda de lo más elevado, porque después de todo, lo único que perdurará será el recuerdo de aquello que supimos ver, hacer y mirar.
Cabe la imperiosa pregunta ¿cruzarnos con la maldad misma da como resultado la pérdida de la mirada inocente de la vida? Me tranquiliza pensar que cada uno tendrá su propia respuesta, simplemente pretendo que pensemos juntos y hallar alguna intersección que nos aproxime. No es más inocente quien quiere sino quien puede.
Hallaremos en el transcurrir de la existencia lo bueno y lo malo, las esperanzas y las frustraciones, las ilusiones y los desengaños, los aciertos y los fracasos, no obstante, cada uno y cada cual es dueño del platillo que pesa más en su balanza. Una balanza que no es matemática, no se trata de la suma de desesperanzas sobre lo esperanzado, se trata de creer que a pesar de todo y de muchos, vale la pena apostar a lo mejor del ser humano que, sin dudas, habita en la inocencia.
La mirada inocente corteja con la mirada de los niños, el rumbo es harina de otro costal; el rumbo lo elegimos a diario. Algo así como ser o no ser en el extremo de las cosas que nos suceden. Las desilusiones lastiman, las carencias desorbitan, la maldad desarticula, el dolor resiente, sin embargo, pasado un tiempo la mirada inocente cree que hay un faro que iluminará tiempos mejores. ¿Se trata entonces de negar la realidad? No, muy por el contrario, se trata de transformar la realidad que lastima con lo mejor que tenemos: la mente, el corazón, los brazos, la palabra, las ideas, el gesto, el tiempo o lo que se elija.
Transformar es una palabra acertada; inocentemente los soñadores no dejamos ningún hilo suelto: soñamos con inocencia que este es nuestro tiempo de hallar un alfiler en el pajar y aunque la inocencia es invisible, vaya a saber por qué, se nota en los ojos de quien aún no la ha matado: solo hay que saber mirar y poner el espejo a la altura de los sueños que nos hacen mejores.
Solo le Pido a Dios
Solo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre
Vacía y sola sin haber hecho lo suficiente
Solo le pido a Dios
Que lo injusto no me sea indiferente
Que no me abofeteen la otra mejilla
Después que una garra me arañe esta suerte
Solo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Solo le pido a Dios
Que el engaño no me sea indiferente
Si un traidor puede más que unos cuantos
Que esos cuantos no lo olviden fácilmente
Solo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente
Solo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Fuente: LyricFind
Compositores: León Gieco