La asunción del gobierno nacional por Héctor J. Càmpora y Vicente Solano Lima el 25 de mayo de 1973, tuvo un marco masivo y profundamente popular; pero el mismo día surgieron señales inquietantes sobre las dificultades que el flamante gobierno debería enfrentar en el corto plazo. Los enfrentamientos que culminaron en la misma noche del 25 con dos muertos frente al penal de Villa Devoto, confirmaron que desandar las tensiones acumuladas durante tantos años no sería fácil, pese a la confianza expresada por Càmpora y el General Perón acerca de que la violencia política desaparecería una vez que asumiera el gobierno constitucional.
Càmpora integró su gabinete con Juan C. Puig (Relaciones Exteriores); Esteban Righi (Interior); José Ber Gelbard (Economía); José López Rega (Bienestar Social); José A. Taiana (Educación); Ángel Robledo (Defensa); Antonio Benítez (Justicia) y Ricardo Otero (Trabajo). La conformación del Ejecutivo intentaba de alguna manera, reflejar la diversidad de fuerzas que componían el complejo cuadro del Movimiento Peronista.
Si bien las organizaciones armadas que se reivindicaban peronistas (FAR, FAP, Montoneros, Descamisados) decretaron una suerte de tregua a partir del 25 de mayo, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), brazo militar del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de signo marxista, dio a conocer su posición a mediados de mayo con el documento titulado “Por qué el ERP no dejará de combatir. Respuesta al presidente Càmpora”. En una conferencia de prensa clandestina, el jefe máximo del PRT – ERP Mario Roberto Santucho secundado por sus principales lugartenientes, dio a conocer la declaración que tiene que ver con la convocatoria que el presidente electo había hecho a las fuerzas guerrilleras para que cesaran la lucha armada. En esa proclama, el ERP sostiene: “El gobierno que el Dr. Càmpora presidirá representar la voluntad popular. Respetuosos de esa voluntad, nuestra organización no atacará al nuevo gobierno mientras éste no ataque al pueblo ni a la guerrilla. Nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las empresas imperialistas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias. Pero no dirigirá sus ataques contra las instituciones gubernamentales ni contra ningún miembro del gobierno del presidente Cámpora”. La fórmula erpiana pretendía un equilibrio imposible; no atacar al gobierno ni a sus instituciones pero seguir combatiendo a las Fuerzas Armadas y a las empresas extranjeras, desconociendo en la práctica la autoridad gubernativa que debía brindar seguridad a todos por igual y el dato no menor, de que el presidente de la Nación es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. El documento generó desaliento y críticas de todo el arco político, incluyendo las organizaciones guerrilleras que se definían como peronistas. No obstante, Cámpora y Lima asumieron sus cargos en medio de una fiesta popular el 25 de mayo de 1973.
Otro de los problemas que erosionó tempranamente la autoridad presidencial, fue la ola de ocupaciones de edificios públicos, medios de comunicación y también, de muchas empresas privadas. En principio, quienes participaban de las tomas alegaban que lo hacían para desplazar a funcionarios complacientes con la dictadura, pero rápidamente se notó que las mismas obedecían en buena medida, a la decisión de distintos sectores por posicionarse en espacios de poder. A su vez, el 6 de junio la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Confederación General Económica (CGE) firman el histórico Pacto Social; una herramienta clave para garantizar la paz social indispensable, que permitiera avanzar en la aplicación del programa de gobierno del FREJULI. El mismo establece el congelamiento de precios y salarios por un tiempo prolongado y se basa en el consenso y la representatividad de las entidades firmantes. Días más tarde, Héctor Càmpora recibe en la Casa Rosada a las dirigencias de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros; éstas dos últimas ya se encontraban en pleno proceso de fusión.
En el plano externo, la delegación argentina en las Naciones Unidas (ONU) fija una clara posición tercermundista; se suma como miembro pleno al Movimiento de Países No Alineados y establece relaciones diplomáticas con Viet Nam del Norte y otros países socialistas. El nuevo titular del Ejército, teniente general Jorge R. Carcagno, en la Conferencia de Ejércitos Americanos realizada en Caracas, repudia la Doctrina de Seguridad Nacional impulsada por Washington y reclama de los militares de la región, un mayor compromiso con los procesos políticos latinoamericanos. Paralelamente, trasciende a través de algunos medios de prensa y desde los ámbitos políticos, el presunto malestar del General Perón con el gobierno de Càmpora por la forma improvisada con que se habría manejado la liberación de los presos políticos y sobre todo, por las tensiones generadas a partir de las ocupaciones de empresas, reparticiones públicas, universidades, escuelas y cualquier espacio que permitiera – por la vía de hecho – acumular poder. Tal situación no aportaba al clima de pacificación y ordenamiento al que aspiraba el Líder.
Si bien las distintas posiciones – en algunos casos antagónicas – referenciadas en el General Perón y que se declaraban parte del Movimiento Nacional Justicialista, habían mantenido en sordina sus diferencias durante los años de dictadura, al llegar al gobierno se profundizaron saliendo abiertamente a la luz. La ancha faja autodenominada Tendencia Revolucionaria contenía también a las organizaciones guerrilleras conocidas como las “orgas” y que el General Perón identificara con el eufemismo de “formaciones especiales”; a la Juventud Peronista (JP Regionales) y sus colaterales y entendía al peronismo como una instancia para llegar al socialismo; proyecto sintetizado en la consigna “La Patria socialista”. Criticaba duramente a los sectores tradicionales del Movimiento y en particular, a las dirigencias sindicales ortodoxas calificándolas de “burocracia”. A su vez, se consideraba protagonista casi exclusiva de la vuelta del justicialismo al gobierno y del retorno de Perón a la Argentina. Las “orgas” si bien mantenían el armisticio frente al gobierno de Cámpora, se negaban a desarmarse. Por otra parte la ortodoxia política y gremial, se reconocía en la consigna “La Patria Peronista”, encuadrándose sin objeciones bajo la conducción de Perón. Proclamaba férreamente la Tercera Posición equidistante tanto del marxismo como del liberalismo. A sus oponentes de la Tendencia solía llamarlos “trotskos” y “zurdos”. A ningún análisis escapaba que el Movimiento Peronista, desde afuera y dentro del gobierno, se había convertido en el eje de la política y centro de las disputas por el poder en la Argentina. Su fuerza centrífuga, obligaba a vastos sectores de la sociedad a tomar posición en las luchas que se avecinaban. También las fuerzas políticas y económicas que habían sido desplazadas el 25 de mayo de 1973 por el voto masivo del 11 de marzo, se aprestaban a recobrar los espacios perdidos; el primer paso era contribuir a debilitar el gobierno constitucional y las diferencias entre las distintas fuerzas del Movimiento, eran seguidas con mucha atención por esos poderosos intereses, que sólo esperaban su oportunidad para recobrar protagonismo.
El 14 de junio Héctor Cámpora delega el mando en el vicepresidente Vicente Solano Lima y viaja a España. También firmó el decreto que restituía a Juan D. Perón la condición militar de la que fue despojado por los golpistas en 1955. La reparación incluyó el ascenso al grado máximo de la jerarquía: teniente general. Más allá de la visita con carácter oficial que “El Tío” Cámpora realizaba a la península ibérica, el motivo principal del viaje era acompañar a Perón en su regreso definitivo. La intención era tributarle un masivo homenaje al Líder que una vez más y forzado por las circunstancias, se vería obligado a cumplir el papel de “Padre Eterno”, colocándose por encima de las luchas de facciones pero “bajando la línea” acerca de los límites que estaba dispuesto a tolerar en ese juego que las internas imponían al conjunto del Movimiento. La estadía de Cámpora en Madrid – y más allá de los eventos protocolares a que se vieron obligados a participar tanto el presidente argentino como el General Perón -, estuvo signada por rumores sobre un profundo disgusto del Líder justicialista con el mandatario y ex delegado personal, por el presunto vacío de poder que se estaría registrando en la Argentina.
La histórica recepción estuvo a cargo de una Comisión pro Retorno integrada por el teniente coronel (R.E.) Jorge Osinde (Subsecretario de Deportes de la Nación), los dirigentes del Comando de Organización (C. de O.) Alberto Brito Lima y Norma Kennedy; el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci y el secretario general del Movimiento Nacional Justicialista, Juan Manuel Abal Medina. Éste último, ligado a la Tendencia, sostuvo que los demás integrantes de la Comisión no le permitieron tomar parte en la planificación del operativo. Se decidió montar el palco desde donde El General hablaría, en el puente 12 conocido como El Trébol, sobre la Autopista General Richieri camino al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de Ezeiza. Por disposición de los organizadores, tanto la Policía Federal como la bonaerense, quedaron fuera del dispositivo de seguridad. El Poder Ejecutivo ofreció transporte gratuito desde todo el país para quienes quisieran participar del acto y la Central Obrera decretó un paro desde la tarde de la víspera para facilitar el desplazamiento de los trabajadores. En un mensaje dirigido a la Comisión Organizadora, el General Perón sostenía: “Creo que todo saldrá bien y reitero mi profundo agradecimiento para todos ustedes. Un fuerte abrazo para los compañeros peronistas y el testimonio de mi emoción y alegría al retornar para reencontrarme con mi pueblo”. El río de gente que desde todos los puntos se dirigía a Ezeiza, se sentía protagonista de una jornada histórica; el reencuentro con Juan Perón tenía además de carácter de “reparación al pueblo”, sentido de desagravio al Líder, por 18 años de escarnio y persecuciones. El clima era de fiesta; ninguno, ni el más pesimista, podía imaginar lo que sucedería apenas unas horas más tarde. Ya en la noche del martes 19 numerosos simpatizantes estaban acampados en la zona. El palco fue ocupado por numerosos hombres armados que respondían a la Comisión Organizadora. Una suerte de valla humana formada por miembros de la Juventud Sindical Peronista (JSP) y agrupaciones afines, fue desplegada como contención entre el palco y el público. Un formidable aparato logístico se instaló ofreciendo agua potable, postas sanitarias, baños y otros elementos que debían hacer más soportable la espera. El primer estallido de alegría se registró cuando por los altoparlantes se anunció a las 3,30 de la madrugada del miércoles 20, que El General estaba partiendo de Madrid. La espera entonces, se hizo interminable; mientras la multitud no cesaba de crecer un instante. A las 14,30, una gruesa columna portando cartelones de la JP Regionales, FAR, FAP y Montoneros proveniente de la zona sur del Conurbano, habría intentado desplazarse por detrás del palco, supuestamente para tomar posición frente al mismo, en un sector en el que aguardaba La Juventud Trabajadora Peronista (JTP); colateral de la JP. En un confuso episodio, los civiles armados del palco ordenaron a la columna que detuviera su marcha, ya que el sector a cruzar no estaba habilitado. Los manifestantes habrían hecho caso omiso de las reiteradas advertencias y entonces – de acuerdo a distintas versiones – desde el palco se abrió fuego sobre los mismos. En medio del caos y bajo los disparos provenientes también de otros sitios, los reporteros gráficos retrataron personas que eran izadas de los pelos al palco y hombres que agitaban armas largas sobre el mismo. El cineasta Leonardo Favio que oficiaba de locutor del acto, denunció secuestros y torturas de militantes por parte de hombres vinculados a la seguridad del acto. Ante el cariz que tomaba la celebración devenida en desastre, el vicepresidente Solano Lima (Càmpora venía en el avión) ordenó que la máquina se dirigiera a la Base Aèrea de Morón. El saldo además de la profunda frustración popular, habría sido de trece muertos y unos 250 heridos. El jueves 21 el General Perón se dirigió al país por la cadena nacional. En el mensaje reafirmó su indiscutido liderazgo, hizo una amplia convocatoria a la unidad nacional y ratificó su vocación de paz.
También fue muy claro al señalar que “No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología. Somos lo que las veinte verdades peronistas dicen”. En su definición, el péndulo del general se alejó de la Tendencia Revolucionaria marcando los nuevos tiempos, pese a que aquella no se dio por aludida. La Argentina estaba rodeada de dictaduras pro norteamericanas. Brasil, Bolivia, Uruguay; poco después caería también Salvador Allende en Chile, cerrándose el cerco. La derrota estadounidense en Viet Nam, tuvo consecuencias negativas para Latino América, ya que el país del norte se lanzó a reafirmar su control regional alentando la instalación de dictaduras militares, en un contexto mundial signado por la Guerra Fría. El General Perón percibió con claridad éste cambio en la relación de fuerzas y su prioridad pasó a ser el fortalecimiento de un frente interno lo más amplio posible; pero tal situación no fue comprendida o se la subestimó, por parte de los sectores más radicalizados, que redoblaron la apuesta en su lucha por el poder. Con Perón en la Argentina, su casa de Vicente López se convirtió nuevamente en una virtual sede de un doble poder. Allí concurrieron desde el Comandante General del Ejército, general Jorge Carcagno, hasta las dirigencias políticas aliadas y algunos dirigentes opositores como Ricardo Balbín. También Cámpora y su gabinete eran habitués de Gaspar Campos. Más allá de algunas desprolijidades que las circunstancias impusieron a la gestión camporista, el tema de fondo que día a día tomaba cuerpo, era sincerar el rol de Perón, ya que sus seguidores habían luchado durante 18 años para hacer realidad un deseo profundo y masivo: Perón Presidente. El 26 de junio, por orden de Cámpora, el ministerio del Interior instruyó a las fuerzas de seguridad para que accionen frente a las ocupaciones que no cedían. “… en 48 horas debe cesar éste tipo de perturbación social en todo el país”; exigía el enérgico comunicado. Por otra parte, los secuestros de ejecutivos extranjeros con fines económicos y de propaganda, seguían registrándose; como los que habían sufrido las empresas Firestone, Lockwood, Gilera y el directivo Luis Giovanelli de Ford Motor; muerto a tiros cuando intentó resistir su apresamiento por parte del ERP – 22 de Agosto. A partir del 20 de junio, se suceden los cabildeos en las cúpulas políticas y los rumores sobre la renuncia del binomio presidencial, se incrementaban a diario. Aumentan las declaraciones y las solicitadas en los grandes diarios, por parte de sectores del justicialismo y organizaciones sindicales reclamando la presidencia de Perón. El clima deliberativo y la presunción de una inminente renuncia por parte de Cámpora y Solano Lima, se intensificó durante toda la jornada del 12 de julio. El mismo día, Cámpora se apersonó en Gaspar Campos y conversó largamente con El General. A la 1,25 de la madrugada del 13 de julio de 1973, Héctor Cámpora abandonó la Casa Rosada y anunció: “Renuncio por un sentido de interpretación e intuición de los verdaderos deseos que animan al pueblo argentino de ver al general Perón en el poder. Éste proceso no estaba previsto y fue todo natural y espontáneo”; afirmó el presidente sincerando lo que ya estaba en el aire. A las 7,30 de ese viernes histórico, el presidente y su vice, presentaron la renuncia en el Congreso Nacional; luego Cámpora fue nuevamente a visitar a Perón. Reiteró ante los medios de comunicación que dejaba “… perfectamente aclarado que esto no ha sido objeto de ninguna presión, ni siquiera sugerencia. Esto ha sido hecho con limpieza”. Al mediodía acompañado por Solano Lima, miembros de las FF.AA. y ministros, con lágrimas en los ojos habló al país durante cinco minutos, sosteniendo los mismos argumentos. Por la tarde la Asamblea Legislativa en cumplimiento de la Ley de Acefalía, tomó juramento como presidente provisional al diputado Raúl Lastiri; yerno del ministro de Bienestar Social, José López Rega. Al diputado correspondió la responsabilidad por ausencia del senador Alejandro Díaz Bialet, quien el día anterior partió sorpresivamente al exterior en cumplimiento de una misión diplomática. Por la noche, el general Perón definió la renuncia como “un gesto de grandeza” de Cámpora y elogió su gestión de gobierno. Por su parte, Lastiri se comprometió a convocar a elecciones presidenciales en 60 días, como lo establecía la ley. Pese a que no había ninguna duda acerca de la nominación de Perón para la presidencia, subsistía la incógnita sobre el segundo término de la fórmula. La JP que había sostenido a Càmpora, ganó la calle con la consigna “Cámpora vice”. El diario La Opinión, habitualmente muy bien informado en materia política, en su edición del viernes 13 arriesgó un título asombroso: “Renuncian hoy Cámpora – Lima para transferir el poder a Perón – Balbín”. La especie puesta en tapa por el matutino, da una idea del grado de desorientación que prevalecía sobre el tema. La noticia provocó tensiones en la cúpula radical y el doctor Balbín negó que existiera algún ofrecimiento; pero al ser requerido sobre el particular, contestó enigmáticamente: “Yo no sé nada”. Por su parte, el Ejército acuarteló sus tropas y algunos sindicatos intentaron movilizar a sus afiliados hacia la residencia del Líder, en una suerte de “operativo clamor” para respaldar su candidatura; propuesta que fue desalentada por el secretario general de la CGT, José Rucci, a la salida de una reunión en Gaspar Campos. La situación se encaminó por los carriles institucionales y el congreso del Partido Justicialista nominó a la tercera esposa del General, María Estela Martínez, como su compañera de fórmula. El 23 de septiembre de 1973, la dupla Perón – Perón se impuso por el 62% de los votos. El General sólo alcanzaría a gobernar unos meses, ya que falleció el 1 de julio de 1974.
Cámpora había sido designado embajador en México, cargo al que renunció al morir Perón. El golpe militar del 24 de marzo de 1976 lo sorprende en la Argentina y salva su vida refugiándose en la embajada mexicana. Enfermo de cáncer, permanece asilado en la embajada más de cuatro años. La dictadura sólo le permitió la salida del país ante la certeza de que su estado de salud era muy grave. Falleció poco después en la Capital azteca.