Lo que es moda no incomoda, dice el dicho, recuerdo cuando era niño, veía alguna persona con un diente de oro y me producía un escozor, en algunas sociedades se las usa para mostrar una condición económica provechosa, si bien el oro para la odontología sirvió porque es un metal muy moldeable y se ajustaba fácilmente a la forma de una pieza dental, en los tiempos que corren paso a tener otro connotación. En cualquier sentido, siempre me pareció un espanto, un grotesco, pero debo decir también, que lo mismo me ocurre con la gente que se tatúa en forma sobrecargada, tengo la predilección o inclinación por el refinado encanto de lo sutil.
En mi adolescencia, me gustaba alardear (aún conservo algún dejo), quería presumir distinto al resto, con ropa muy estridente, década del 70, pantalones a cuadros, compre la tela y los mande a confeccionar, porque no se conseguían en esa época, salí un fin de año, me acuerdo que de un auto me gritaron “Que te pusiste el mantel”, no fue mi única incursión, también mande a producir un pantalón con cada pierna de distinto color en contraste con la parte trasera, era algo así, como un pavo real desplegando sus plumas.
La ostentación siempre fue un factor predomínate en la naturaleza humana, un amigo, hablando de estos temas, me recordó en una época el uso del encendedor Dupont para exclusiva de la alta sociedad parisina siempre horizonte para un sector de la sociedad argentina. Nosotros en el barrio no nos quedamos atrás, la copiábamos pero la versión económica, no era de oro, pero era dorado.
Entre la gente pudiente, se lucen las lapiceras, la marroquinería, los perfumes y artículos vinculados al tabaco de las diversas marcas, relojes de pulsera de lujo y accesorios, productos que son reflejo de alto poder adquisitivo y de estatus económico elevado para diferenciarse de otros grupos sociales.
Pero los tiempos cambian, lo que parecía, horrible en una época, ahora es moda, se compra ropa gastada la tela o rota, impensable en otras décadas atrás.
La mutación permanente, la abuela de hoy, es muy distinta a esa señora cabello blanco con rodete de hace medio siglo atrás, debemos advertir que la abuela de hoy es la veinteañera que irrumpió en una sociedad tradicional de la década del 60, se atrevió a salir con una minifalda, musculosa sin corpiño, a hacer el amor y no la guerra, usar bikini, tener varios novios, fumar en público, volver tarde, etc. Es la misma, que después supo desafiar a la dictadura, al autoritarismo, en los momentos más difíciles de la historia argentina, las abuelas de hoy no son sumisas, son personas activas que transmiten energía e irradian entusiasmo, las generaciones que vienen van a tener que hamacarse para superar el icono revolucionario de estas mujeres.
Pero por suerte, no todos pensamos igual, para una gran parte de la sociedad entienden que hay una involución en la humanidad, cuestión que no cabe ninguna duda, creo que en algunos aspectos hemos evolucionado y en otros hemos progresado. Ahora convendría que nos pongamos de acuerdo cual es el aspecto que comulgamos cada uno. ¿No le parece?