Games of Thrones fue un éxito rotundo para HBO. La serie, que se extendió por un total de ocho temporadas generó un tsunami de fanáticos que siguieron durante casi una década las aventuras fantásticas y todo el drama del mundo creado por el escritor George R.R. Martin, quien participó de la adaptación de su material, cuya saga en libros aún no concluyó su publicación, poniendo los pelos de punta a los lectores.
Fue tal el impacto cultural y monetario que no es raro ver como otras empresas de streaming buscan en el mundo de la fantasía épica, un género que revivió gracias a la trilogía fílmica El Señor de los Anillos, y que —no por casualidad— tendrá su versión para la pantalla chica de la mano de Amazon Prime, quien busca subirse a la ola, captar a los fanáticos que quedaron sedientos de más aventuras y, por supuesto, facturar a más no poder.
Netflix ya había probado en más de una ocasión que generar contenido exclusivo para la plataforma era un negocio viable y le permitía a los creadores contar historias ambiciosas, sin las restricciones de un tiempo limitado de duración, como en una película. Disponen de presupuestos gigantes, recursos tecnológicos de primer nivel y atraen estrellas de todas las latitudes ya que, hace rato, el prestigio de la TV está por las nubes. Lo que restaba era bucear en el insondable universo del género literario para encontrar material acorde a los gustos de un público acostumbrado a la fantasía, con personajes complejos, más “humanos”, en donde los monstruos convivieran con los dramas entre las distintas realezas de reinos con nombres a veces imposibles de pronunciar. Los productores buscaban una historia que tuviera acción, violencia, diálogos maduros y escenas de sexo, un condimento que probó ser revolucionario en Games of Thrones y que ayudó a forjar la imagen adulta de un género que antaño cargaba con el aura de inocencia de productos como El Señor de los Anillos o Las Crónicas de Narnia.
Andrzej Sapkowski es un escritor polaco que, a principios de la década del ‘80 comenzó un extenso camino literario publicando un cuento titulado simplemente El Brujo, en una revista de ciencia ficción de su país. Lo que fue un trabajo presentado para un concurso, que ni siquiera ganó, se fue convirtiendo poco a poco en una serie de diez libros, cuyo último volumen se publicó en el año 2013.
La popularidad de este mundo se expandió primero en una serie de historietas. La primera publicación fue en 1993 en Polonia, y hasta la fecha dispone de catorce historias. Sin embargo la mayor explosión a nivel mundial de la ahora conocida como La Saga de Geralt de Rivia fue gracias a un videojuego lanzado al mercado en el 2007, que cosechó excelentes críticas, vendió más de un millón de copias y garantizó secuelas para todo tipo de consolas. Esta serie de juegos le permitió a un grupo de gente mucho más amplio conocer la obra de Sapkowski y seguramente fue uno de los factores que tuvieron en cuenta los creadores a la hora de llevar adelante el proyecto.
Había una base de fans cautivos que conocían a los personajes y el universo, un extenso catálogo de historias para adaptar y un renovado amor por el género fantástico adulto. A eso se le sumó que HBO había dejado la vara alta con Games of Thrones, independientemente de las opiniones o críticas respecto al final de la serie que pulularon por la web.
Lauren Schmidt Hissrich tomó la posta como creadora del proyector y productora principal, y comenzaron a trabajar en adaptar distintas historias de los primeros dos volúmenes de cuentos, que cubren más de 70 años de historia dentro del universo ficticio creado por Sapkowski. Se anunció en el 2017 que la serie llegaría al servicio de streaming, y la noticia cobró aún más fuerza cuando se anunció la elección de casting para Geralt: el actor británico Henry Cavill, quien había pegado el salto a la masividad gracias a su —impecable— interpretación de Superman en el cine, le daría vida al brujo del título, un mutante capaz de matar a cuanto monstruo se le cruce si la paga vale la pena, dueño de una musculatura irreal y una cabellera blanca y lacia que lo destacan entre la multitud. El interés por los no iniciados en el mundo de The Witcher despertó, ya que este era un casting no solo adecuado sino de alto perfil mediático.
Más tarde se confirmó la elección para las dos protagonistas de la serie: Freya Allan le daría vida a la joven princesa Cirilla, y la actriz británica de origen indio Anya Chalotra sería Yennefer, la poderosa bruja e interés romántico de Geralt. Ambas mujeres se destacaron de sobremanera en sus roles, y en gran parte de los ocho capítulos que componen la primera temporada el foco está más puesto en Yennefer que en las aventuras del Brujo.
The Witcher narra tres historias en paralelo que se entrecruzarán a lo largo de los episodios y en la segunda temporada que se estrena el próximo diciembre se ahondará aún más.
La primera nos muestra a Cirilla, quiense ve obligada a escapar de su reino cuando caen bajo el asedio del ejército proveniente de Nilfgaard. Su abuela le dice que debe encontrar a Geralt de Rivia, que él es su destino y que la protegerá. En soledad, sin los recursos propios de la realeza, emprende un viaje sin un rumbo definido con el objetivo de dar con el misterioso hombre, sin saber que la historia de ambos se trazó antes de que ella naciera siquiera.
La segunda es la de la bruja Yennefer, una mujer cuya familia la desprecia por tener una joroba y el rostro torcido. Ella posee un poder innato que descubre Tissaia de Vries, quien la compra al padre por unas pocas monedas y se la lleva con el fin de entrenarla en su “academia” para mujeres capaces de manipular las fuerzas mágicas que les otorga el Caos. El objetivo de aquella educación rigurosa y hasta salvaje —tan alejado de la inocencia de otras escuelas mágicas como las de Harry Potter— es refinar las habilidades con el fin de servir como magas al servicio de distintos reyes, siempre manejando una agenda propia y oculta.
La tercera historia es la de Geralt de Rivia, quien va por el continente sin nombre matando monstruos por dinero, bebiendo cerveza, acostándose con prostitutas y esperando cruzarse con la chica, cuya identidad desconoce. A lo largo de los episodios conocemos un poco más de su origen y sus motivaciones, su relación con los humanos y otras especies fantásticas que habitan las tierras. Geralt tiene una personalidad bastante cerrada, no es muy dado a la compañía, a excepción de del bardo Jaskier (interpretado por Joey Batey, por lejos el personaje masculino mas carismático de la serie) a quien tolera de a ratos y le toma cierto cariño a regañadientes. El cantante itinerante le sirve a los espectadores para dar mucha información que permite contextualizar la historia —incluso el bromea que solo sirve para eso— y también le permite al Brujo hablar con alguien más allá de su yegua, sirviendo como “dispositivo” narrativo.
La serie es entretenida, tiene escenas de acción muy bien logradas y los directores consiguen construir un mundo creíble. De los tres arcos argumentales principales el más atractivo es el que le toca transitar a Yennefer: ver su transición de mujer oprimida a una poderosa maga es un espectáculo impactante, en especial por la interpretación de Anya Chalotra. La mujer es capaz de otorgarle credibilidad al aspecto físico del personaje, y al mismo tiempo entregar diálogos que muchas veces pecan de repetitivos. Triunfa gracias a la interpretación y no al guión que trata de contar siete décadas en la vida de la maga de forma muy caótica, generando contradicciones muy evidentes en sus motivaciones. En un momento parece que va a ser una villana, después no; en un momento cree que la maternidad es un método de opresión del hombre, después nos enteramos que lucha para poder recuperar el útero que literalmente le extirparon. La sucesión de hechos que le toca vivir a gran velocidad y en pocos episodios le juega en contra, porque Yennefer tiene por lejos la narrativa más interesante y mejor ejecutada a pesar de todo.
Los directores decidieron estructuras los episodios con una narración no lineal, y prescindieron de placas que le informen a los espectadores en qué año se sitúan los acontecimientos. Esto genera bastantes confusiones ya que los marcos de referencia que tenemos para saber si estamos en el pasado o el presente a veces son detalles como el color de pelo de algún personaje. Si uno no conoce los personajes de antemano, por el material original, toma un tiempo aprender los nombres de los personajes secundarios, entender a cual reino pertenecen. Se mencionan eventos y jerga “mágica” tan al pasar que son palabras cuyo significado se pierde en el caos.
Tampoco suma que la serie se llame The Witcher y que el brujo del título sea un personaje casi secundario. Se lo caracteriza como un asesino de monstruos pero vemos poco y nada de eso en los episodios, lo cual es una verdadera pena ya que Cavill está perfecto en el rol, sobre todo en las escenas de pelea. Todo indica que la segunda temporada Geralt tendrá más protagonismo en su propia historia y, sobre todo, más peso en los eventos que se cuentan.
The Witcher es un producto de factura técnica impecable, con actuaciones destacadas y una premisa que, de haber sido desarrollada de forma más lineal y por momentos menos pretenciosa, hubiera sido un clásico inmediato dentro del género. Pese a las severas contradicciones ideológicas de los guiones, vale la pena darle una oportunidad y, con la cercanía de la segunda temporada, es bueno tener fresco tanto barullo de nombres raros y personajes pintorescos.