Del Latín. Epitaphium y del griego, epitaphios. Epi significa sobre y taphos, sepultura. En estos tiempos de Covid, muchos de nosotros no pudimos dedicarle un epitafio a nuestros seres queridos. Desde acá grabo sobre una piedra imaginaria, sólo un gracias Quintin, por haber sido mi viejo.
Otros pudieron ser irónicos hasta el más allá, como este: «Jack Lemmon en…» fue un genial actor estadounidense conocido por sus interpretaciones en Con Faldas y a lo Loco, El Apartamento, En Bandeja de Plata o La Extraña Pareja. Además en ingles sería Jack Lemmon in, este in, también significa dentro. Como sea, genera un efecto de estar viendo los títulos de crédito de una película en la que formo parte.
Como Jack, muchos fueron cara conocida. No solo en la pantalla como actor o en las noticias graficas por ser un político, deportista o mediático. Qué pasa cuando es la voz lo que se destaca? La voz de Hijitus, la de Clemente, del Doctor Neurus o la de Homero Simpson, son inconfundible.
Pero de tras de esa voz existe otro personaje que va a cargar sobre su espalda por siempre, el hecho de la ser la voz de algún personaje que lo trasciende. Hay una lápida que dice “Eso es todo, amigos” y está sobre la tumba de Mel Blanc (Estados Unidos, 1908-1989) quien fue un actor de doblaje que puso voz a personajes como Pablo Mármol, el Pájaro Loco y la mayor parte de los personajes de los dibujos de Warner Bros., como el Pato Lucas, Sam Bigotes, Bugs Bunny o Piolín.
Entre los personajes a los que interpretó, se encontraba Porky, que despedía los episodios de dibujos de Warner con la frase “Esto es to… Esto es to… Esto es todo, amigos”.
Siguiendo con la ironía…“Soy escritor, pero nadie es perfecto” pertenece a Billy Wilder (Austria, 1906- EE UU, 2002) fue un realizador europeo exiliado en Estados Unidos tras el ascenso del nazismo, que firmó algunas de las cintas clásicas de los años 40, 50 y 60. Por ejemplo, Perdición, El apartamento, El crepúsculo de los dioses, El gran carnaval o Con faldas y a lo loco. Falleció en Hollywood en 2002 y fue enterrado en Los Ángeles. La frase hace referencia a uno de los diálogos más recordados de Con faldas y a lo loco, rodada en 1959. Aquel en el que, al ser informado por Jack Lemmon de que, en contra de lo que parece, no es una mujer, Joe E. Brown y responde aquello de: “Nadie es perfecto”.
Algunos epitafios tienen un significado mucho mayor de lo que se puede leer o interpretar. Escapa de la persona, y se transforma en rebelión y memoria colectiva, «174517». Solo eso en la lápida de Primo Levi, un químico y escritor italiano, autor de libros como El sistema periódico, La Tregua o el que tal vez sea el más conocido, “Si Esto es un Hombre”. Él estuvo detenido en el campo de concentración de Monowice, anexo al de Auschwitz, experiencia que marcaría toda su vida y que narraría en su obra literaria. Como al resto de prisioneros, los nazis tatuaron en el brazo de Levi su número de identificación, que no era otro que el 174517. Y eso es lo que se lee en su epitafio. Se suicidó en abril de 1987 en Turín, ciudad en la que había nacido en 1919 y donde fue enterrado.
Simplemente un periodo de tiempo es lo que hay frente al nicho de Marilyn Monroe: “1926-1962”. La tumba de Marilyn no tiene epitafio, tan solo su nombre y las fechas de nacimiento y muerte. Por eso, si está en esta lista es por una anécdota relacionada con sus vecinos de nicho cuya actitud, incluso después de muertos. La tumba de su izquierda está ocupada por Hugh Hefner, editor de Playboy, que consiguió que su revista fuera un éxito desde el primer número gracias a la publicación de unas fotos de Marilyn desnuda. En el nicho inmediatamente superior al de la actriz está Richard F. Poncher, que compró el espacio para estar “encima de Marilyn” aunque solo fuera después de muerto. De hecho, dejó dicho a sus amigos que dieran la vuelta al ataúd para estar cara con cara con la artista.
En 2006 se subastó la tumba de Poncher, hubo más de 20 ofertas que fueron hechas al portal Ebay durante el remate que se inició a principios de este mes de agosto con un precio de base de US$500. La venta fue realizada por US$4.602.100, convirtió a ese espacio en uno de los más caros del mundo por metro cuadrado.
El nicho había sido puesto a la venta por la estadounidense por la viuda de Poncher para levantar una hipoteca «Pase la eternidad arriba de Marilyn Monroe», decía el anuncio que colocó Poncher en eBay.
Sobre la tumba de Miguel de Unamuno (cementerio de Salamanca) se lee: “Méteme, Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar”. Estas conmovedoras palabras salen del poema “Salmo III”, escrito por Unamuno.
Otro escritor que debe su epitafio a unas de sus obras fue, Edgar Allan Poe, quien murió el 7 de octubre de 1849. Poe fue enterrado inicialmente en la parte trasera del cementerio de Westminster, sin una lápida. Posteriormente, el 17 de noviembre de 1875, se realizó un nuevo entierro, esta vez, con un momento en su honor con un epitafio de su poema más famoso, El cuervo. “Dijo el cuervo: Nunca más”.
En el Cementerio Sleepy Hollow en Concord, Massachusetts, tiene tantas plumas notables entre sus visitantes permanentes que una sección del predio se llama «Colina de los escritores». Louisa May Alcott (29 de noviembre de 1832 – 6 de marzo de 1888), yace allí, cerca de Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau. A ellos no les dejan flores, les dejan lápices y biromes. Esta mujer fue una adelantada a tiempo reconocida por su famosa novela Mujercitas (1868).
Comprometida con el movimiento abolicionista y por el voto e inclusión política de las mujeres, debió escribir bajo el pseudónimo de A. M. Barnard, para poder acceder a la industria gráfica.
Otra escritora reconocida es Gabriela Mistral, «Lo que el alma hace por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo», leemos en la lápida de la chilena, Premio Nobel 1945. Su tumba se emplaza en Montegrande, en la región de Coquimbo, y la locación fue elegida por la pedagoga, poeta y escritora en su testamento. Mistral había fallecido en Nueva York, pero pidió expresamente trasladaran sus restos a su país, más precisamente a ese lugar donde tras años como maestra en distintas escuelas, llegó al cargo de directora.
No solemne como Mistral, la escritora y poeta americana Dorothy Parker, se caracterizaba por agregar mucho humor e ingenio a sus escritos y su epitafio no iba a ser menos. En él podemos leer lo siguiente: “Perdonad el polvo”…
Hay epitafios enigmáticos, como el de Jorge Luis Borges, tanto es así que el escritor Martín Hadis, luego de hacer una detalla investigación, culminó con la edición de un libro titulado “Siete Guerreros Nortumbrios”, que trata exclusivamente sobre la lápida de este gran escritor nacional.
Algo menos intricado, es el de Gustavo Cerati, tras una agonía que lo tuvo en coma por más de 4 años. El cantante había sufrido un ataque cerebrovascular en Caracas, Venezuela, tras un concierto. Su muerte golpeó fuerte en toda Latinoamérica. Miles de personas salieron a despedir a Cerati en el cortejo fúnebre que fue desde la Legislatura porteña, hasta la Chacarita. El recorrido, que a velocidad normal es de unos cuarenta minutos, duró varias horas debido a la cantidad de gente que salió a despedirlo mientras el cortejo cruzaba la ciudad por Avenida Córdoba.
Luego de subir escaleras, caminar por pasillos interminables de los laberintos de Chacarita se llega al nicho que lleva las fechas 11-8-1959 – 4-9-2014, su nombre GUSTAVO ADRIAN CERATI y su epitafio: “GUS”