La Ira un Camino Destemplado
De pasiones estamos hechos, parece decir el mundo que vamos pariendo. Con pasión se estudia, se ama, se hace arte, se camina la calle, se defienden ideas, se establecen vínculos, se sueña, etc.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando exteriorizar esa forma de existencia apasionada, en su derrotero in crescendo, se convierte crudamente en ira? ¿En nombre de qué ideas, fundamentos, dioses o metas cabe dar rienda suelta a la iracundia al extremo de lastimar, menoscabar, violentar y todos los extremos que cada uno quiera agregar, a otros seres humanos?
No me cabe la menor duda de que la ira es también pariente de la soberbia, en ese sentimiento hostil interviene el subyugo a que se les somete a otros, otras u otres seres humanos. El enojo suele amedrentar, el odio envilece.
Las redes sociales son una muestra acabada del camino destemplado de la ira verbal, y que en muchos casos domina la escena del día. Una catarata de palabras que cargada de odio se repite en las “testas”, como si el sentido del raciocinio hubiese perdido todas las batallas. Disentir es saludable, impele a afinar los argumentos que nos llevan a consustanciarnos con una idea, pero cuando en el camino del disenso gravita la semilla del odio, la sociedad en su conjunto pierde. Perdemos todos ante los agravios, perdemos el timón que nos diferencia del instinto animal; camino destemplado si los hay, digo destemplado porque a la intemperie de los instintos primarios solo hallaremos dolor, sufrimientos e involución. Por contrapartida, la templanza es el próximo desafío y me puse a pensar cuántas veces le damos lección a los niños sobre cómo dominar un deseo haciendo uso del razonamiento apelando a la voluntad, sin embargo, pareciese que es una materia pendiente entre muchos adultos.
Vino a mi mente un viejo dicho: “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, atribuida a Séneca, como si de un lado de las cosas habita la virtud y del otro lado la acción que puede o no compatibilizarse con el decir. Prefiero pensar en hacer lo que es fiel a mi propia construcción interior que lisa y llanamente se basa en el amor.
Aguirre, la ira de Dios, es una película de Herzog, producida en 1972, con la actuación estelar de Klaus Kinski. Se apertura lo incierto desde lo selvático, recordatorio de la pequeñez humana ante la naturaleza. Bajando las cordilleras vienen los exploradores cargados como las nubes borrascosas, de conquista, de encontrar esa promesa valedera de su andanza andariega