Al Mejor Cazador se le Escapa la Liebre
Los dichos o refranes populares tienen la particularidad de mostrarnos en espejo. Todos alguna vez hemos puesto la mira en determinadas circunstancias, hechos, sueños o personas, sin embargo, hay una agilidad en las situaciones que son los imponderables que nos preceden, y entonces, lejos de dar en el blanco, el objeto de “caza” se escapa y queda el sabor agrio de la derrota o el error. Tal vez, el error siempre fue mal visto. Desde la familia o la escuela se propicia seres cuasi perfectos que no “erren”, y aunque todos nos reconocemos frágiles y humanos, siempre está mejor visto el acierto. Claro que depende de qué lado se vean las cosas el cómo nos vamos a sentir, o cómo nos van a ver. El acierto no deja otro camino que concluir para ir tras una nueva “presa”, un nuevo derrotero, una nueva circunstancia, deseo o emprendimiento. En cambio, el error nos invita a aprender nuevos caminos para perseverar y “dar en el blanco”.
Reconocernos en el desacierto es uno de los caminos más difíciles, tal vez porque el desacierto está ligado a la imperfección de la cual todos somos objeto; por muchos libros que leamos, y muchas materias que rindamos, siempre la vida nos pondrá en situaciones de yerro. Solo están exentos de ello quienes nada hacen, en el “no hacer” no habita ni la liebre ni el cazador, así de simple. Los ancestros latinos decían: errare humanum est, errar es humano, equivocarse es parte de la naturaleza humana, sin dudas esa experiencia nos servirá de aprendizaje, claro que eso no nos libera de posteriores errores. Entre los legados de mi familia, hay uno que sigo a rajatabla, prefiero equivocarme por mí misma y no por influencia externa, dijese mi abuela italiana: “no te dejes calentar la cabeza”, ser libre lleva consigo la responsabilidad de hacerse cargo de las propias flaquezas, decisiones, yerros e imperfecciones, después de todo, somos simples mortales aprendiendo el difícil arte de vivir, en el tiempo y circunstancia que nos toque. Vino a mi mente el genial Nikola Tesla (a quien le debemos la mayoría de los inventos sobre electricidad y robótica), un iluminado sin dudas que tuvo la osadía de sentirse enamorado de una paloma, mantuvo el celibato y entre otras cosas, no podía hablar con ninguna mujer que llevase perlas como adorno; a ojos externos podría decirse que su comportamiento estaba plagado de errores e imperfecciones, sin embargo, sus inventos aún hoy revolucionan nuestra vida. Entonces cabe la pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que se te escapó la liebre?