Costumbres
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El Barrilete
Tiene sus denominaciones específicas según el diseño: la bomba, estrella, cometa, cajón
El Barrilete

Buenos Aires es una ciudad que sigue asombrando por sus paradojas. Una de ellas es el arsenal de ordenanzas que no se cumplen por su anacronismo, desconocimiento o imposibilidad de llevarlas a la práctica. Vayan algunos ejemplos mínimos: prohibición de instalar gallineros en las azoteas; obligación en locales gastronómicos de servir el azúcar sólo en recipientes de vidrio o metal; sanción a quienes permanezcan en las salas cinematográficas con sombrero puesto cuando comience la función, y otras tantas curiosidades de igual tenor. Pero sin duda el mayor ejemplo de letra muerta e inútil, es la prohibición de remontar barriletes. Créase o no, desde mayo de 1907 (CP 802) “Se prohíbe el juego de barriletes” en todo el ámbito capitalino. El reglamento advertía a los infractores que de acuerdo al Régimen de Penalidades de la ciudad, las sanciones serían aplicadas al dueño o inquilino principal de la casa “donde ella sea observada” (la remonta).

El engendro legal estuvo vigente en forma íntegra durante 82 años, hasta que en 1989 fue modificado parcialmente. Se aceptó a regañadientes, habilitar sectores muy específicos de la ciudad y cumpliendo una larga lista de recomendaciones. La Ordenanza Municipal número 43.772 del 4 de octubre de 1989 (aún no existía la figura de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, CABA) autorizó la remonta de barriletes en la entonces zona portuaria (actual Puerto Madero), delimitada por las calles Juan D. Perón y Viamonte, en la zona de playa de maniobras y cargas del ferrocarril.

También en otros cinco puntos de la urbe: Parque Savedra, Plaza Irlanda, Parque de la Victoria, Costanera Sur, Parque General Paz y Parque San Benito. Debemos recordar que esa norma levemente modificada, sigue vigente en 2021.

“Acátese pero no se cumpla”; dicen que dicen (como afirma un tango) que en la Buenos Aires virreinal el porteño comentaba con sorna cada nueva prohibición que llegaba de la Metrópoli. Y la burla de más de cien años a la prohibición de remontar barriletes en la Reina del Plata, da fe de esa vocación transgresora.

Nuestra historia doméstica y las infancias, están atravesadas por barriletes coleando en el cielo de los barrios. No sabemos con certeza de dónde vinieron y desconocemos cuándo desaparecerán del todo. Pero están grabados a fuego en nuestra memoria.

“Yo he sido igual que un barrilete
al que un mal viento puso fin.
No sé si me falló la fe, la voluntad
o acaso fue que me faltó piolín”.

Se confiesa Eladia Blázquez en su hermoso tango “Sueño de barrilete”. Símbolo de libertad relativa o de ilusión de ella, el barrilete tan bello como frágil, fue una de las metáforas más hermosas de la vida y los sueños incumplidos.

Barrilete como nombre genérico de la especie, tiene sus denominaciones específicas según el diseño: la bomba, estrella, cometa, cajón. Desde uno a cuatro piolines, según la habilidad del remontador, ducho en maniobras y cabriolas de su criatura en el cielo. Pero también existen aquellos que no les basta con ganar en diseño y habilidad, sino que le agregan una o varias hojitas de afeitar en la larga cola de trapo, para dañar al artefacto del rival. Efectivo o no el recurso, la mala intención estaba a la vista.

En materia barriletera no somos exclusivos ni mucho menos originales. En otros países como Francia se llama cerf volant; Italia les dice aquilane; kite en Inglaterra; pappagallo lo llaman los portugueses y se lo conoce como drache en Alemania, y así podríamos seguir el inventario hasta agotar el número de las comunidades que remontan barriletes.

Prueba de ello, es que en 1969 nos visitó el Campeón Mundial de Remontadores de Barriletes, Will Lloren; por supuesto, el hombre exhibió sus habilidades ante un numeroso público cultor del barrilete.

Festival del Barrilete Tacita de Plata – Jujuy

En otras latitudes como Guatemala, anualmente para el Día de Los Fieles Difuntos en algunas localidades se reúne la gente en una exhibición de barriletes que en muchos casos son verdaderas obras de arte. Existen piezas que exceden los cinco o seis metros de diámetro y es imposible remontarlas; pero valen por la belleza de su decoración, alegórica a la fecha y de una estética asombrosa.

El barrilete no siempre fue un entretenimiento. En tiempos pretéritos fue capturado por la curiosidad científica y el uso militar. Es muy conocida la anécdota de Benjamín Franklin remontando su barrilete con una llave a modo de antena, para atraer descargas eléctricas y experimentar ese curioso fenómeno. Pero muchos siglos antes y con espíritu menos pacífico, un militar chino llamado Han Sin, lo habría utilizado para comunicarse con su propia tropa sitiada en una ciudad, y así obtener la victoria sobre los enemigos. También en la Guerra de Secesión estadounidense se lo usó para comunicaciones y hasta en la Primera

Guerra Mundial, en plena revolución tecnológica, el sufrido barrilete cumplió funciones parecidas.

Para los nostálgicos, en nuestro país se registran periódicamente eventos barrileteros impulsados por municipios, entidades de bien público y simples cultores de las cañas y papel voladores. Actividades que demuestran que el barrilete sigue vivo, pese a los aluviones tecnológicos que le fueron restando seguidores.

Referencias

“No me molesto en preguntar porque sé que el silencio dominante impediría cualquier intento de diálogo. Siento calor en el cuerpo. Me voy transmutando en algo que no sé definir. Quizás sea una especie de globo inflado, algo así, o más confuso, una mezcla entre dirigible y barrilete, o un hidroavión acuatizando, intuyo. La cuestión es que mi cuerpo se agiganta, el proceso es muy lento pero sin pausas.”
Página 12 – 30-09-20 -Por Enrique Medina – “Nietzsche Sueña su Pandemia”

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