A fines de diciembre de 1955, el gobierno militar encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu refrenda el decreto-ley 6403/55. Las pautas marcadas por esa norma, regirían hasta que las universidades nacionales se normalizaran definitivamente. Mantenía los conceptos básicos de cogobierno, autonomía y libertad de cátedra; pero hacía hincapié en la exclusión de todos aquellos que hubieran colaborado con el gobierno del general Perón, depuesto por un golpe de estado en septiembre de 1955.
Pero más allá de ese ítem dictatorial que apuntaba a “desperonizar” las altas casas de estudio, lo que inquietó a la comunidad universitaria fue el artículo 28 de ese decreto, mediante el cual se permitía la creación de universidades privadas denominadas “libres”, las que podrían emitir títulos habilitantes y diplomas. Dicha atribución hasta entonces, era monopolio de las universidades estatales. Como el decreto debía ser reglamentado, no tuvo aplicación práctica, ya que en el medio se registró una Asamblea Constituyente y luego las elecciones presidenciales que otorgaron la victoria a Arturo Frondizi en 1958. El 11 de junio de ese año, una comisión designada “ad hoc” por el flamante presidente estructuró la implantación de las universidades privadas. Dos meses más tarde, cuando el proyecto había dejado de ser un secreto, siete rectores de universidades nacionales se pronuncian contra el mismo asegurando que resistirían la medida.
A partir de septiembre los estudiantes laicos conducidos por sus organizaciones, comienzan a manifestarse en la calle diariamente. Pese a estar interesados en el proyecto “libre” también empresarios que nada tenían que ver con lo confesional, no caben dudas que la Iglesia Católica era el sector más comprometido con la implementación de la libertad de enseñanza. Por eso el duelo de consignas entre quienes cuestionaban el fin del monopolio estatal y quienes lo defendían, se polarizó en estribillos y pintadas que, por un lado se expresaba en dos variantes:
“laica sí – libre no” y “laica sí – curas no.”
Sus opositores invertían la consigna:
“libre sí – laica no.”
Los cánticos, las pintadas y carteles alusivos al conflicto, pronto ganaron las principales ciudades argentinas, sumando a la polémica a estudiantes secundarios y otros actores relativamente ajenos a la cuestión. Algunas acciones espectaculares, como el despliegue de un enorme cartel desde una de las ventanas del obelisco en plena Avenida Nueve de Julio en 1958, da la pauta acerca del grado de apasionamiento que había alcanzado la controversia. El gobierno ignoró el multitudinario rechazo a la medida y avanzó con la reglamentación de la misma, generando un estado de agitación que duró varios meses. A su vez, en medio de la discusión debuta en el escenario político el Movimiento Nacionalista Tacuara; fervorosamente católico, ultra nacionalista y violento, toma partido por la “libre” y gana la calle para disputársela a los defensores de la “laica.”
La politización del conflicto fue inevitable, ya que los oradores laicos no perdían oportunidad para enjuiciar la política general del gobierno. A su vez, tacuaras y grupos “libres” de distinta extracción, solían responsabilizar a quienes calificaban de “bolches” por la resistencia a la medida de Frondizi, que ponía fin a la exclusividad de décadas de educación superior laica, estatal y autónoma.
Finalmente, las universidades privadas se convirtieron en realidad.