La cultura criolla y argentina en particular, desarrolló entre otros juegos muy populares, la taba.
Como tantos divertimentos que van quedando en el olvido o reducidos a actividades para practicarse en fiestas camperas, la taba tuvo su época de apogeo. Lo confirman la literatura, la música, el cine y hasta los archivos policiales.
Jorge Luis Borges, describiendo a un caudillo del Palermo Viejo con fama de guapo llamado Nicanor Paredes, lo asocia a un hecho de sangre tal vez ligado al inocente huesito o a una discusión por carreras:
“El cuchillo de esa muerte
De la que no le gustaba
Hablar; alguna desgracia
De cuadreras o de taba” (1).
La “desgracia” es la muerte de un hombre, naturalizada porque el incidente habría sido producto de una pelea jugando a la taba o corriendo cuadreras. Es que al margen de la exaltación de los ánimos en medio del juego, estaba el dinero. Fuertes apuestas se cruzaban mientras la taba hendía el aire.
Con características particulares, lo que hoy llamamos taba ya se conocía en la Antigüedad en Grecia y Roma, con fines lúdicos o adivinatorios. También los chicos jugaban con varias pequeñas “tabas” a algo parecido a lo que nosotros llamamos “tinenti” o payana. A su vez los adultos lo usaban como dados; seguramente cruzando apuestas.
Pero la taba no es exclusiva de las zonas rurales argentinas. En América del Sur se practica con reglamentos similares al nuestro. A lo largo del siglo XIX y antes también, en Buenos Aires y otras grandes ciudades se conocía el juego. En el tránsito entre la vieja centuria y el flamante siglo XX y en ese territorio impreciso llamado la “orilla” porteña, florecieron los juegos de la campaña: taba, sapo, carreras cuadreras. Hasta el “visteo”, que significa simular un combate a cuchillo para florearse o mantener el estado y que muchas veces terminaba mal, también emigró del campo a la ciudad. Cuadreras, taba, cuchillo, ostentación de guapeza, se afincaron fuertemente en el suburbio. En esa migración cultural, la taba se encontró con el tango:
“La mala suerte
Le jugó una carta brava
Se le dio vuelta la taba
La vejez la derrotó”.
Dice el tango Vieja Recova; con letra de Enrique Cadícamo y música de Rodolfo Sciamarella.
Describe a un viejo amor que encuentra mendigando por la calle, “vieja y vencida”. En éste caso, la figura de la taba que se dio vuelta, representa la derrota; en vez de “suerte”, salió “culo”. También nuestro lunfardo recogió el vocablo con otro sentido: “Se le van las tabas” se dice de alguien apurado por algo. “A mover las tabas”, vale por ir a bailar.
Y así se nos metió la taba en el habla cotidiana porteña; hasta los que nunca la habían visto conocen la frase.
Volviendo al juego, recordemos que en la cancha hay dos opciones, suerte y culo; o una tercera poco frecuente que se llama “pinino” y en las apuestas se paga doble o triple, si los jugadores lo acuerdan previamente, caso contrario se considera inválida. El pinino significa que la taba cayó “parada” o de canto; ni suerte ni culo.
La pieza que llamamos taba es un hueso cuyo nombre (de origen griego) es astrágalo, vinculado al tarso. Los más aptos se obtienen del garrón de vacunos de gran porte, como toros y bueyes.
Tienen cuatro caras: la mayor, carne o suerte (con forma de letra ‘S’); la menor llamada culo y también playa y las dos de los costados denominadas hoyo y tripa.
Las tabas profesionales se las llama “calzadas”; en razón que están revestidas con apliques metálicos que además de proteger la pieza, le otorgan más estabilidad y peso. Suelen ser de cobre y bronce para la “suerte” y acero o hierro para el “culo”.
La cancha es un rectángulo de unos seis metros de largo. De tierra apisonada y humedecida en el centro, zona llamada “queso”, tiene una línea que la atraviesa a lo ancho.
Los contrincantes se instalan uno en cada extremo de la cancha y deben hacer caer la taba en el campo contrario. Gana quien “clava” la pieza con la “suerte” para arriba. Mayor prestigio si lo hace de un sólo tiro. Los inexpertos suelen hacer rodar la taba dando varios tumbos antes que se detenga. Las apuestas las recibe el “canchero” y se puede apostar tiro a tiro o al triunfo de uno de los jugadores.
El reglamento oficialmente aceptado es el que cuenta con el aval de la Asociación Argentina de Taba; autoridad de aplicación de dicha norma.
Todavía hoy en la era de los juegos virtuales, la taba en determinadas fechas y sobre todo en el ámbito rural, sigue contando con muchos seguidores.
1) Borges Jorge Luis – Milonga de Don Nicanor Paredes – Obras Completas – Ed. EMECÉ – Buenos Aires – 1974