Andy Muschietti consiguió cumplir uno de los sueños de muchos cineastas independientes con su corto Mamá,escrito y dirigido en el 2008. Este pequeño pero poderoso metraje, de apenas tres minutos de duración, ganó el reconocimiento en festivales especializados en terror y fantasía, cultivó una base de fanáticos alrededor del mundo que se sorprendieron por el toque de “frescura” que le había impreso el director, y tuvo la fortuna de caer bajo el radar de un tal Guillermo del Toro, cineasta mexicano radicado en Estados Unidos, amante de los géneros “menores” y, para ese entonces, consagrado dentro de la industria.

El artista consagrado contactó al artista novato y le propuso dos caminos: producir un largometraje basado en su cortometraje hablado en español, apuntado a un mercado hispanoparlante y cruzar los dedos para que el público anglosajón —que no tiene la cultura de leer subtítulos con sus películas— compren entradas; o hacer una versión “a lo Hollywood”, con estrellas de renombre, un presupuesto un poco más holgado, distribución más amplia y todo el aparato de marketing necesario.

El cineasta argentino, en conjunto con su hermana y productora Bárbara Muschietti, optó por pegar el  salto al mercado estadounidense, y la decisión probó ser un acierto para el futuro de sus carreras.

Desde entonces, los Muschietti han dirigido y producido las dos partes de IT, adaptando una de las mejores —y más complejas— novelas de Stephen King, y ahora saltaron al cine de superhéroes con The Flash, que se estrenará el año que viene en todo el mundo y, encima, contará con el regreso de Michael Keaton como Batman, una de las mejores noticias que dio el séptimo arte popular en mucho tiempo.

El film que inició todo fue, entonces, Mamá, un drama de terror que narra la historia de Lucas Desange (Nicolaj Coster-Waldau) cuyo hermano gemelo asesinó a su esposa, colegas de la bolsa, y se llevó a sus dos pequeñas hijas al bosque para también terminar con sus vidas, tras la crisis económica del 2008. En el camino para cumplir su último tramo del plan macabro sufre un accidente y termina en una cabaña aislada en las entrañas del bosque, pero justo antes de cometer filicidio una misteriosa sombra lo ataca, salvando a las niñas.

Tras cinco años de intensa búsqueda Lucas, en pareja con la música de rock Anabelle (Jessica Chastain) consigue dar con el paradero de sus sobrinas, que de alguna forma sobrevivieron en un ambiente inhóspito, aparentemente comiendo frutos del bosque que nadie sabe cómo consiguieron, con el agravante que la niña mayor, Victoria (Megan Charpentier) había perdido sus lentes y apenas podía ver.

Lily (Isabelle Nélisse) quien era una bebé al momento del accidente, se crió en lo salvaje, se mueve en cuatro patas casi todo el tiempo, se comunica principalmente con gruñidos y parece no tener ningún tipo de trauma, sino que disfruta de su vida en la cabaña oscura.

Los médicos no comprenden cómo dos criaturas pudieron vivir tantos años sin ningún tipo de recurso, ya que su salud —a excepción de la suciedad extrema que exhibían— era sorprendente. Ambas niñas hablan entre ellas sobre “Mamá”, pero los especialistas creen que es una figura imaginaria que crearon en conjunto para poder sobrellevar el trauma de la orfandad, el abandono y las penurias de la vida en solitario.

Lucas y Anabelle, quien no está muy feliz con la idea de tener hijos y menos con hacerse cargo de dos menores de edad que representarán un montón de desafíos en el futuro, aceptan el ofrecimiento del psicólogo Gerald Dreyfuss, quien les otorga una casa gigante bajo la condición de poder monitorear a las niñas para estudiarlas. Los cuatro se mudan a su nuevo hogar, y de un día para el otro el estilo de vida de todos toma un giro de 180°.

Victoria no tiene problemas en adaptarse, aún retiene memorias de la vida previa a la experiencia en el bosque. Sin embargo Lily se resiste al cambio, mantiene sus conductas salvajes y se niega a recibir el cariño de sus tíos. Las dos pequeñas siguen hablando en secreto de “Mamá”, y algunos hechos extraños empiezan a tener lugar en el interior de la vivienda, culminando la “primera etapa” con un accidente doméstico que pone en coma a Lucas, dejando a Anabelle a cargo de las chicas, y forzada a establecer lazos a fin de que, cuando su pareja despierte, no le hayan quitado la tenencia de sus sobrinas.

En soledad, Anabelle irá descubriendo que “Mamá” no es un producto de la imaginación fértil de dos infantes, el mecanismo de defensa de dos criaturas indefensas para afrontar una experiencia extrema, sino que es una entidad sobrenatural muy real, celosa de sus dos “hijas” adoptivas, y capaz de infligir mucho daño a quien intente quedarse con las niñas. La mujer deberá desentrañar el secreto detrás de la amenaza para poder salvar a las chicas de un destino sombrío.

El largometraje tuvo una recepción de crítica en su mayoría positiva y terminó recaudando ciento cuarenta y seis millones de dólares sobre un presupuesto de quince millones, convirtiéndola en un éxito y afianzando la carrera del emergente director argentino en territorio hollywoodense. Si bien el póster tuvo la leyenda Presentada por Guillermo del Toro, creador de El Laberinto del Fauno —una estrategia de marketing habitual cuando se busca promocionar la obra de un cineasta desconocido— Mamá se destacó en el 2013 como una de las cintas más impactantes de terror en su momento, y el público fue a verla no sólo porque tenía el “sello de aprobación” de Del Toro, sino porque la historia era atractiva, generaba miedo de forma genuina y era entretenida.

La inspiración para el aterrador diseño de Mamá vino de la obra del pintor Amadeo Modigliani, cuyas figuras de cuello alargado, ojos en apariencia muertos y aspecto fantasmal aterrorizaron al director en su infancia —y utilizaría la misma inspiración para una escena de su siguiente film, IT— y contrató al actor español Javier Botet para que la interprete, ya que sufre una enfermedad llamada síndrome de Marfan, que entre muchas de las características físicas (y problemas de salud) le otorgó una altura cercana a 1,97 y dedos muy largos, lo cual le garantizaron una carrera en cine personificando todo tipo de criaturas. Estuvo en éxitos como REC, El Conjuro 2 o Alien: Covenant. Andy Muschietti tomó la acertada decisión de ir revelando la apariencia de su monstruo poco a poco, generando suspenso, tensión y creando en el proceso secuencias que destacan no sólo por el factor terrorífico sino por la belleza de los mismos.

El terror es efectivo porque desde el guión, la dirección y las buenas actuaciones, el equipo de la película consiguió crear empatía entre los personajes y el público, algo fundamental dentro del género de horror. Si no hay conexión con la audiencia, si estos no se preocupan por el destino de los protagonistas, no hay temor al destino que puedan sufrir y el miedo no impacta. Muschietti también hace un uso moderado de los sustos repentinos —los denominados jump scares—, recurso que ya es un cliché y que, en abuso, distrae al espectador y termina aburriendo. Aquí administra este truco cinematográfico para ciertos momentos —la escena de la persecución en la escalera es un ejemplo brillante— y pone más énfasis en el misterio y en la atmósfera más cercana a un cuento de hadas retorcido que a una película de monstruos.

Mamá está disponible en Netflix. Quienes hayan visto IT y la hayan disfrutado encontrarán acá muchas similitudes estilísticas en la dirección, ya que el director argentino demostró tener un estilo propio, una voz reconocible que, si continúa por este camino, lo llevará a convertirse en uno de los directores más taquilleros e importantes de este siglo. Su ópera prima es un gran despliegue de drama, terror, belleza, con una historia trágica atrapante y un monstruo espeluznante.

Un postre ideal para cerrar este menú de Halloween. La mesa está servida, esperamos que haya disfrutado del banquete.