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Fragmentos de una Mujer
Historia del peor duelo - (Nota del Autor: contiene algunos spoilers menores)
Fragmentos de una Mujer

Martha Weiss y Sean Carson son una joven pareja que vive en los suburbios de Boston; tienen una hermosa casa y ambos se muestran muy enamorados mientras ven como crece el bebé en el vientre de ella. La familia pronto se ampliará, Elizabeth, la madre de Martha, les obsequia un auto grande para que puedan llevar a su primogénita. Sean lleva meses sobrio, le va bien en su trabajo como constructor, y su pareja tiene un empleo soñado como ejecutiva empresarial. Todo brilla para los jóvenes adultos.

El parto estaba pautado para tener lugar en su casa. Habían arreglado todo con su médica de cabecera, ya habían hecho todos los cursos previos, se sentían listos. Las contracciones comienzan a acelerarse y Martha comprende que la bebé está a punto de nacer. Sean llama a la doctora, pero le es imposible comunicarse ya que está en el quirófano asistiendo a una mujer con un embarazo complicado. Al hogar llega Eva, una mujer de mediana edad con mucha experiencia trayendo bebés al mundo.

Así inicia una secuencia de veinte minutos de metraje, un plano secuencia sin cortes de edición, que muestra con lujo de detalles cómo se desarrolla el parto. Lejos de glorificar la situación como suelen hacer las películas hollywoodenses (pujan un par de veces y llega el bebé) aquí se retrata el sufrimiento de la mujer, las náuseas, el miedo a no poder cumplir con la tarea. Eva se muestra todo el tiempo comprensiva, guía no sólo a Martha en el proceso sino a un excitado y por momentos confuso Sean, que intenta calmar a su pareja, ya que encima del miedo lógico al alumbramiento debe aprender a confiar en su nueva partera en tiempo récord. Eva monitorea a la bebé y le pide al hombre que llame a emergencias, ya que las cosas parecen estar complicándose. La niña parece no querer salir, el ritmo cardíaco no es el adecuado.

Pero la bebé llega al mundo, y los nuevos padres consiguen abrazarla, mirarle los dedos. Sean toma una fotografía de la madre primeriza. Eva respira aliviada frente al espejo… cuando nota por el reflejo que el color de la infante no es el correcto. Se está poniendo azul, no responde a los estímulos. La carrera por conseguir asistencia médica se reanuda con desesperación, pero al final todo será en vano. La bebé muere minutos después de haber nacido, y con su deceso las cosas cambian tanto para Martha y Sean como para la partera.

De aquí en adelante la pareja se parte. Martha intenta racionalizar el duelo, se vuelve distante de su pareja, de su invasiva madre que intenta empujarla para que testifique en el juicio contra Eva junto con los constantes ataques pasivos contra Sean. El hombre, por su lado, intenta salvar al principio la relación, pero después que ella decidiera donar el cuerpo de la bebé para la ciencia las cosas se fracturan del todo. Los dos jóvenes se distancian lento, pero seguro. Él recae en viejas adicciones y comienza a descuidar su trabajo, mientras que ella va cortando los lazos con el entorno tóxico que parece querer manipularla en pos de sus intenciones y no de su beneficio.

Fragmentos de una mujer, cuyo título hace referencia al trayecto que recorre Martha intentando descubrir cómo seguir después de una experiencia tan traumática, es un drama durísimo que apunta al realismo de la tragedia y sus consecuencias, escapándole a los lugares comunes de otras producciones del género. Aquí no se intenta darle un toque romántico al dolor, no se manipula a la audiencia con falsas esperanzas de finales felices en el horizonte. El largometraje intenta retratar un escenario auténtico, crudo y desgarrador, y por momentos consigue lo que se propone.

La película comienza con muchísima fuerza. El plano secuencia del parto es una clase magistral de cómo utilizar el recurso técnico de la cámara siguiendo a los personajes sin realizar ningún corte (aparente al menos) para enfatizar la urgencia de la situación. Este tipo de secuencias no son novedad dentro del séptimo arte, existen incluso películas hechas por completo en “una sola toma”, ya sea real, como la increíble El arca rusa —que no usó ningún truco de edición, es el film más largo de la historia en ejecutar una única secuencia real en cámara— o la reciente cinta bélica 1917 que cuenta con diferentes escenas “pegadas” para dar la impresión que la cámara jamás dejó de rodar. Acá en Argentina le podemos agradecer al genio de Campanella por la memorable persecución en la cancha de Huracán en un plano sin cortes visibles, que pudimos ver en El secreto de sus ojos. Esta es una técnica más de las muchas que posee el séptimo arte, y en manos de artistas talentosos pueden ofrecer espectáculos impactantes. Fragmentos de una mujer tiene su epicentro emocional y dramático en esos veinte minutos de tensión durante el parto, y de ahí el largometraje empieza un viaje mucho más pausado, contemplativo y para nada vertiginoso.

El peso de la historia recae en una increíble Vanessa Kirby, quien le aporta toda su capacidad como actriz a Martha, desarrollando una presencia creíble en pantalla. La mujer transmite muy bien los diferentes estados de ánimo que va llevando durante las etapas del duelo, e incluso transita con gracia los golpes bajos que propone el guión. Shia LaBeouf ofrece una de las mejores actuaciones de su carrera, y le aporta el encanto de los perdedores a un guión que intenta dejarlo siempre mal parado frente a todo el drama —como si él no hubiera perdido a su hija también— pero que gracias a la capacidad del actor consigue rescatar de las cenizas del cliché a su personaje.

El resto del cast es más que sólido. Ellen Burstyn, veterana actriz hollywoodense, encarna a la madre, una persona detestable que persigue sus propios intereses y se escuda en sus propios dramas. La mujer ofrece un monólogo impresionante, relatando su propio nacimiento en Alemania durante el nazismo, que constituye una pequeña clase de actuación. Molly Parker le da vida a Eva, la partera acusada de la muerte de la bebé, y si bien su participación es breve, la actriz es crucial durante ese plano secuencia inicial, aportando una gama de matices a su interpretación que nota de naturalidad a la escena.

Kornél Mundruczó se encargó de la dirección, y esta es su primera incursión en el mercado estadounidense tras una considerable carrera en Europa, tanto en cine como en teatro. Retratos de una mujer cuenta con un trabajo sólido detrás de cámara, y las principales fallas de la historia no se le pueden atribuir al cineasta sino a los guionistas. El guión flaquea bastante después del comienzo —utiliza metáforas que dan un poco de vergüenza ajena por la simpleza de las mismas—, se vuelve bastante estereotipado y parece negar la visión de los hechos de los demás protagonistas, pero gracias a Mundruzcó y los actores el film consigue levantar vuelo y salvarse de un destino mucho más funesto.

El film cuenta con una banda sonora a cargo de Howard Shore, leyenda del séptimo arte —entre las muchas partituras que escribió se encuentran las de la trilogía de El Señor de los Anillos, ni más ni menos— cuya música se adecua al drama que cuenta el film, sin inmiscuirse demasiado. Las notas que va enhebrando son bellas, sutiles, es casi un pequeño ruido de fondo armonioso, como el murmullo de una ciudad que se escabulle en los suburbios. Como siempre, Shore ofrece grandes obras a los directores que lo contratan.

Fragmentos de una mujer es un drama que muchos espectadores podrán encontrar duro de digerir, ya sea por la crudeza de la historia o por las flaquezas del guión. Sin embargo, todas las debilidades que trae el guión se compensan con las fabulosas actuaciones que se ven en la pantalla. Para los amantes de los dramas realistas es una opción ideal, que se encuentra disponible en Netflix.

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