La balanza romana (del latín statera romāna, estátera) es un instrumento que sirve para pesar, de brazos muy desiguales, con el fiel sobre el punto de apoyo. El cuerpo que se ha de pesar se coloca en el extremo del brazo menor, y se equilibra con un pilón o peso constante que se hace correr sobre el brazo mayor.
Las romanas se usan desde tiempos muy remotos, corresponden a los tiempos de la Roma Antigua. Desde entonces se ha seguido empleando en su forma más sencilla y arcaica o en otras formas más elaboradas. Luego aparecieron las balanzas y básculas mecánicas y, hasta las electrónicas que actualmente se utilizan, quedando en el olvido de algún museo o excepcionalmente se pueden hallar en el ámbito rural. Esas balanzas que poco a poco fueron quedando en desuso no solo me recuerdan la niñez, sino que traen a mi memoria el mundo de los vendedores ambulantes. Primero comenzó la venta callejera a pie, o con un carro tirado por caballos hasta llegar al camioncito que todos los jueves hacía su parada en estratégicas esquinas del barrio.
La fruta y verdura portaba el aroma de la frescura de lo recién cortado, de lo recién cosechado, y ese perfume recorría las aceras para internarse en cada uno de los hogares. Cada mujer al escuchar la voz del verdulero, ampliada por el megáfono, tomaba su bolsa de los mandados y se dirigía a la esquina, la cita obligada. Había tiempo para aspirar el olor a albahaca, la popular hierba aromática, típica de la cocina mediterránea que nuestros abuelos supieron transmitirnos. Había tiempo porque la mayoría de las mujeres solo trabajaban en sus casas, luego vinimos nosotras, las que perfumábamos el día con sueños libertarios donde el estudio y el trabajo fuera del hogar fue una conquista, ¿una conquista?
Mientras escribo esto no dejo de sonreír, no fue ni es fácil la multiplicidad de roles que asumen las mujeres en la actualidad. No obstante ello, nos vendría muy bien que nos acercaran frutas y verduras frescas a la esquina, o el pan recién sacado del horno, quizá no solo tendríamos la fortuna de aspirar el perfume de la albahaca recién cortada, sino que además nos perfumaríamos de tiempo que tanta falta nos hace. La balanza romana ya está obsoleta, pero aún el peso mayor recae en el mismo platillo de antaño…