En una hipotética colección de frescos costumbristas de la Ciudad de Buenos Aires, no debería faltar un cuadro clásico: mesa de billar, dos o más jugadores, el enigmático cartelito “Prohibido tirar massé”, la rotación de tacos y el seco golpe sobre la bola, obligando al público a contener el aliento. Como marco, la infaltable rueda de curiosos o “hinchas” de alguno de los adversarios rodeando la escena. Y una nube azulada de humo de cigarrillo flotando sobre las cabezas descubiertas.
“Café La Humedad
billar y reunión
sábado con trampa
qué linda función”.
Así describe el cantautor Cacho Castaña ese medallón porteño que es su tango “Café La Humedad”. ¡Cómo no contar con un billar en ese inventario de cariño y nostalgia!
El legendario juego supo de mejores tiempos; con “La Academia” de Callao y Corrientes, “Los 36 Billares” de Avenida de Mayo, los altos del Café La Paz en la Avenida Corrientes, el ABC de la Avenida Montes de Oca de Barracas el Café La Paloma de Palermo, el histórico Café Bar – Billares “Alenjo” en el corazón de Boedo, que con cien años a cuesta cayó vencido por la pandemia en 2020, cerrando sus puertas tal vez para siempre. Párrafo aparte merece “Los 36 Billares”. Entre muchas figuras célebres que pisaron las pinoteas de los cafés del Centro, estuvo Federico García Lorca; quien fue habitué de “Los 36…”. El café con aire de templo, en la actualidad conserva nueve mesas de billar y otras tantas de pool.
En lugar del clásico paño verde, hoy sus mesas las recubren telas azules calefaccionadas, como recomiendan normas internacionales. Hasta 2019 (pre pandemia covid – 19), funcionaba una Escuela de Billar gratuita, de lunes a viernes y abierta a todo público y edades.
Hablamos sólo de los que se destacan en la memoria colectiva, pero ¿Cuántos Café La Humedad de humilde rango barrial existieron, y que sólo los recuerdan los más viejos en cada una de las barriadas donde reinaron en los años de abundancia?
Recordemos que hasta mediados de la década de 1960, el café porteño fue una institución.
El templo al que se permitía el acceso sólo cuando uno se graduaba de mayor; se ponía “los largos”, comenzaba a fumar en público y entre otros ritos, aprendía a jugar al billar con una concurrencia exclusivamente masculina. La generación posterior buscó ámbitos de socialización menos excluyentes y la cuestión de género dejó de ser un problema para compartir actividades en común. Son los años del reinado de los hermanos Navarra; Ezequiel, Juan y Enrique. Se cansaron de cosechar premios y títulos y sus exhibiciones casi mágicas, asombraban a los jugadores más fogueados.
Pero el billar no es un invento porteño, aunque lo parezca.
Como toda creación sin registro de propiedad intelectual, el origen se pierde en el transcurso de los siglos. Se cree que surgió en el entonces centro del mundo antiguo; el Mediterráneo. Grecia o Egipto serían sus probables cunas; tal vez ambos. Lo más razonable es pensar que fue una larga evolución de los juegos de bola, en distintas épocas y regiones; hasta sintetizarse en el billar. Entre otras importantes diferencias con el billar contemporáneo, es que los primeros se jugaban en el suelo. La mesa aparecería recién en el siglo XV en Francia, durante el reinado de Luis XII, como también la palabra bille, derivada del latín y que significa bola.
Registros de la época, afirman que el juego originalmente se practicaba con dos bolas; recién alrededor de 1775 se agregó la tercera. La llamaban carom y de ese vocablo francés provendría la palabra carambola. Lo importante es que el billar se extendió también por tierras de América y en 1825 en Estados Unidos se realizó el primer campeonato mundial de billar. De aquel antiguo tronco se habría desprendido el llamado billar americano; el popular pool.
En la Argentina el billar también sedujo a la aristocracia criolla, ya que el famoso palacio Ortiz Basualdo Anchorena ubicado en Juncal y Maipú en el porteño barrio de Retiro, contaba con un salón de billar de estilo morisco minuciosamente decorado. El edificio cobijó los bailes del Centenario el 25 de mayo de 1910 y en sus lujos deslumbrantes, simbolizó la vida rumbosa de una clase dirigente que no resignaba privilegios.
A pesar del repliegue del billar como juego destacado en la cultura urbana, en nuestro país todavía cuenta con numerosos cultores, como lo prueba la existencia de la Federación Argentina de Aficionados al Billar. A nivel internacional, los practicantes del billar integran la Confederación Mundial de Billar Deportivo, reconocida por la Asociación Internacional de Juegos Mundiales (IWGA, siglas en inglés), que organiza eventos deportivos con disciplinas que no participan en los Juegos Olímpicos.
Los 36 Billares es un tradicional bar notable y restaurante de Buenos Aires, conocido por su subsuelo adonde funcionaban las mesas de billar. Se encuentra en Avenida de Mayo 1271, y ofrece espectáculos musicales de tango. Fue inaugurado en 1894, cuando recién se había terminado la apertura de la Avenida de Mayo.