Las grandes pasiones deportivas siempre tuvieron un sucedáneo en juguetes y entretenimientos que de alguna manera, intentaban recrear en pequeña escala los juegos oficializados. En nuestro país el fútbol cuenta con muchas derivaciones. De la imagen de una pelota de cuero surgieron la pelota de trapo, el metegol, las figuritas con retratos de futbolistas. Quienes transitaron la infancia en la segunda mitad del siglo XX en Buenos Aires y alrededores, seguramente recuerdan las pistas de automovilismo dibujadas en las veredas con tiza, carbón o un trozo de ladrillo. Todo valía porque la falta de medios se suplía con imaginación. Pequeños autitos de lata y luego de plástico, con plastilina pegada en el chasis para evitar derrapes en las curvas, hacían la delicia de los chicos.
Ninguno, ni el más imaginativo, soñaba con que poco después, pequeños autos de competición alimentados por electricidad y reproduciendo la figura de “los de verdad”, mandarían al desván de la memoria a los humildes autitos empujados a mano en las veredas.
Para colmo del asombro, sus cultores serían también adultos de todas las edades. Había llegado el Scalextric. La historia comenzó en 1952 en Inglaterra. En ese país, el empresario Fred Francis que se dedicaba a la producción de miniaturas con fines decorativos, decidió fabricar automóviles en pequeña escala, que reproduciendo fielmente las características de los verdaderos. Resolvió la ausencia de motor con un mecanismo de cuerda que accionando las ruedas traseras, propulsaba el vehículo. Luego ante el éxito rotundo del invento de Francis, la empresa Mini Models encargada de la producción, reemplazó la cuerda mecánica por un pequeño motor eléctrico que se utilizaba en trencitos a escala.
A medida que el producto se hacía popular, la primitiva marca Scalex que significa “escala desconocida”, debido a que las medidas de la unidad variaba según el modelo, se transformó en Scalextric. De a poco se agregaron accesorios como puentes, vallas y otros detalles que le dieron más atractivo y verosimilitud a las pistas, que a su vez,también ampliaron tamaño y extensión. Scalextric se hacía más “profesional” a medida que se convertía en una verdadera pista de competición.
La energía la suministran los contactos que en la pista y a través del carril metálico, accede a los autos mediante una quinta rueda. El control queda en manos del operador que desde un pequeño tablero de mando, guía al vehículo. En nuestro país, el sofisticado juguete se conoció al poco tiempo de haber sido creado en Gran Bretaña. Pero a medida que Scalextric se difundía por el mundo, en algunos países tuvo características locales como modelos distintos o detalles diferenciadores. En los años ‘50 y ‘60 y pese a que el poder adquisitivo de la población local era comparativamente aceptable, los juguetes fabricados en Inglaterra resultaron ser muy costosos para nuestro mercado, ya que eran pocos los que podían acceder a esas unidades importadas.
Hasta entonces, el liderazgo en esa franja de entretenimientos la tenían los trenes eléctricos. Pero a medida que se conoció el Scalextric, parte de esa clientela se desplazó al novísimo artefacto. Se sumaron los hobbistas y estudiantes de carreras técnicas que agregaron ideas y detalles de su propia invención. Así fue que a las pistas originales de unos dos metros de longitud y dos vías de circulación en forma de “ocho”, se sumaron otros elementos que estimularon el juego. Fueron apareciendo los cultores de Scalextric de todas las edades. En un local de un barrio porteño, surgió en el año 2005 un verdadero complejo automovilístico a escala. En ese ámbito se hacían competencias y los “pilotos” llevaban sus propios autos. Con 47 metros de pista, seis vías y panel electrónico que suministraba información en simultáneo, ese local fue un verdadero templo para los seguidores de Scalextric. En el año 2020 no se sabe a ciencia cierta la marca original de muchos pequeños móviles de ese tipo, ni su calidad, pero a nadie se le ocurriría llamarlos por otro nombre que no sea Scalextric.
Testimonio
Regresar a la Infancia, Aquel Añorado Reino Perdido
Con ese estigma en formato de urna bajo el brazo, Nicolás, el protagonista, encuentra la excusa perfecta para viajar con sus dos amigos a Miramar.
Aunque casi al llegar, revela su verdadero objetivo, ir a buscar a su novia, que se encuentra descansando en unas termas y que lo abandonó cuando se enteró que él se gastó el dinero de unas vacaciones en comprarse una pista para su scalextric.
-“¿Qué tiene de malo?”, le pregunta él y ella lo mira como si creyera que está loco.
Perfil-01-11-08- Por J.C.F – “Regresar a la infancia, aquel añorado reino perdido.”
Me Quedo en mi Casa Jugando al Scalextric
“Ricardo Caruso Lombardi se hizo esperar en la zona de vestuarios pero 40 minutos después de terminado el partido salió del vestuario y encaro directamente a la prensa.
Claro que, una vez que empezó a hablar, casi fue un monologo del verborrágico entrenados del “cervecero”, que entre otras cosas dijo: “Quilmes jugó un gran partido pero o quiere que ganemos. Pezzotta no nos cobró tres penales.- No me importa que me persigan los colegas de él, pero lo tengo que decir, fue un desastre.
Parece que los árbitros no quieren que Quilmes gane partidos y nosotros nos estamos jugando el descenso.- Si quieren que Quilmes se vaya al descenso que lo publiquen o lo hagan oficial, y yo me quedo en mi casa jugando al Scalextric.”
Popular – 26-03-11 – Ricardo Caruso Lombardi – “No Quieren que Ganemos”