Existen nombres de objetos y marcas comerciales que por diferentes razones, quedan aferrados para siempre en la memoria colectiva. Uno de esos ejemplos es la radio Spica.
Los nacidos a mediados del siglo XX con las lógicas excepciones, recuerdan ese nombre breve de apenas cinco letras, que encerraba un mundo de posibilidades.
Argentina conoció el boom de las radios a transistores a finales de los años ‘50. Son años que registran una fuerte expansión del consumo, que va entre los más pudientes, desde los pequeños automóviles como los “ratones alemanes”, los “Fititos”, el “Rana” 2CV y otros que marcaron el ingreso de los sectores medios argentinos al consumismo, hasta la invasión de electrodomésticos pagaderos en cuotas. En éste último segmento están las heladeras, cocinas, los novedosos televisores, licuadoras y los pequeños receptores portátiles que revolucionaron el uso de la radio; a él pertenece la Spica.
Una escena corriente era ver en las canchas a hombres (las mujeres frecuentaban menos el tablón) con “la portátil” pegada al oído. Ese “hincha” seguía las alternativas de otro partido, mientras miraba el propio. Motivo: enterarse de acuerdo a ese resultado lejano, como quedaría el equipo propio en la tabla de posiciones. Otros escuchaban a un locutor relatar el mismo partido que estaban mirando. Lo insólito del procedimiento no provocaba asombro; es más, el hombre de la Spica al oído era consultado con respeto por otros fieles que en la misma tribuna requerían alguna información.
Otro escenario que le estaba vedado a las antiguas y enormes radios a válvula además de la cancha, fueron las esquinas, las plazas o la vereda del bar, donde grupos de adolescentes se deleitaban escuchando “Una ventana al Éxito” “La Escala Musical” y otros programas de música de moda, cuya difusión en plena calle no sería posible si no mediara una Spica. De su pequeño parlante brotaban las voces de Palito Ortega, Paul Anka, Elvis Presley, Los Teen Tops y una multitud de artistas que hacían más llevadera esas reuniones de lánguidas tardes de domingo en el barrio. Pero el milagro de llevar el mundo en esa pequeña cajita, no se limitaba a la música.
También era posible seguir las alternativas de algún raid automovilístico de Turismo de Carretera (TC) en la voz de Luis Elías Sojit, desde un colectivo o en la cama con el diminuto audífono conectado al oído, para no molestar a otros miembros de la familia. También al Luna Park en las noches más brillantes del box nacional, lo teníamos más cerca con los relatos de Osvaldo Capparelli o Ulises Barrera, transportados por la “gauchita” radio portátil.
Nombres como José Fioravanti, José María Muñoz, Edmundo Campagnale, Bernardino Veiga y otros grandes relatores, era posible seguirlos independientemente de donde uno estuviera. El argentino se había independizado de la vieja radio de “capilla” alimentada por válvulas.
El transistor provocó la revolución comunicacional más importante anterior a la televisión.
Pese a que los nuevos receptores alimentados por 220wts aparecidos en aquellos años ganaron en reducción de tamaño y pudieron mejorar la fidelidad, tenían su talón de Aquiles en la dependencia de una fuente de alimentación tradicional. Sin electricidad no hay radio.
La portátil dejó atrás esa dependencia insalvable.
En el año 1958 nuestro país ya contaba con unas 200.000 Spica en funcionamiento. En 1964 alcanzó el millón de unidades vendidas.
Ese pequeño y poderoso artefacto llamado ST 600 enfundado en cuero, medía apenas 126 mm x 85 mm x 34 mm. El disco del dial selector rojo lo hacía inconfundible, aunque podía variar: ser una flecha de tres puntas u otro disco en que las flechas son curvas y se “siguen” una a otra.
Rastreando los orígenes del invento, llegamos al año 1939 en que la firma Japan Transformer Works Co. Ltd. comienza a desarrollar sus trabajos. Hasta entonces producía los transformadores registrados como Sanritsu Electric Co. Ltd. En 1954 la empresa Texas Instruments lanza al mercado la radio a transistores Regency TR – 1. Un año después Spica comienza la producción en serie de las más famosa y popular: la pequeña ST600 (Línea Toshiba) cubriendo la banda de 535 a 1605 khz; con seis transistores, audífono y la conocida funda de cuero.
En las décadas 1960 – 1970, Spica fabricó cientos de millones de unidades que circularon por todo el planeta. Luego el sistema de transistores se extendió a muchos otros productos.
Nuestro país tiene presente la calidad de artefactos como las Noblex Siete Mares o Noblex
Carina. Pero se trata de otra etapa de nuestra industria electrónica. La pequeña Spica ST600 todavía circula y es posible comprar ejemplares en buen estado y funcionando, a precios razonables. Pese a que su vida útil está lejos de haberse extinguido, es frecuente encontrar en Museos de Costumbres y Cultura Barrial, unidades Spica para información de quienes no las conocieron en sus años más gloriosos