El organito es un particularísimo instrumento musical que gozó de enorme popularidad en las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del XX, acompañando al nacimiento del tango y ayudando en forma notable a su difusión y consagración definitiva.
Las frecuentes protestas y escándalos suscitados por estas costumbres, hicieron que en 1916, el Intendente de Buenos Aires decretara la prohibición del baile entre hombres.
En efecto, con fecha 2 de marzo de 1916, el Intendente Municipal decretó: “Declarase comprendida en las prohibiciones de la Ordenanza del 25 de junio de 1915, la danza de parejas compuestas de hombres puramente, en los locales habilitados para la realización de bailes públicos”.
El secreto de la música del organito, consiste en un cilindro con púas, movido por un manubrio que produce la percusión en las cuerdas y todo encerrado en una caja. Podían ser pequeños, transportados por un hombre, colgando de su cuello, o en carritos a mano o a caballo, cuando se trataba de modelos más grandes.
Los organilleros, verdaderos músicos ambulantes, posteriormente incluyeron las cotorritas de la suerte para atraer clientes, a los que a cambio de una moneda, el animalito les entregaba con el pico, una papeleta que le anunciaba el futuro.
En la fotografía que ilustra ésta página, aparece la figura de quien probablemente fue el último organillero de Buenos Aires, tomada en la Plaza de Mayo en 1988. Insólitamente la Municipalidad, poco tiempo después, no renovaría su permiso para ejecutar este instrumento musical en la vía pública, pues su actividad nunca había sido reglamentada por la insensible burocracia oficial.- La protesta popular se dejó escuchar en favor de tan querido personaje.
Nótese en la fotografía que detrás del organito aparece la típica ruleta de barquillos, en la que el premio mayor consistía en tres deliciosas piezas de esta golosina.
Ojalá que este organillero no haya tenido el destino del personaje que Evaristo Carriego nos pintara en su poesía Mientras el barrio duerme.
Allá, solo en el altillo, / moliendo la misma pieza, /quizás suena un organillo/ aunque el aire es tan sencillo/ no cansa, ¡da una tristeza!/ Llora el ultimo soñoliento/ que tanto gusta a la loca/ amiga nuestra…El son lento…/ Toca con su sentimiento! / ¿Qué pasará cuando toca? / Como le hace comprender/ noche a noche, al lazarillo, / cuando le apena el tener/ que fumar sin poder ver/ el humo del cigarrillo!
Letras de Tangos- Tomo III- 1997
El Último Organito
Las ruedas embarradas del último organito
vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco y un rengo y un monito
y un coro de muchachas vestidas de percal.
Con pasos apagados elegirá la esquina
donde se mezclan luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina
la pálida marquesa y el pálido marqués.
El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.
Tendrá una caja blanca el último organito
y el asma del otoño sacudirá su son,
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
y el eco de su piano será como un adiós.
Saludarán su ausencia las novias encerradas
abriendo las persianas detrás de su canción,
y el último organito se perderá en la nada
y el alma del suburbio se quedará sin voz.
Tango – 1949
Música: Acho Manzi
Letra: Homero Manzi