Fuera de Serie
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Estamos Muertos
ZOMBIS SURCOREANOS — disponible en Netflix desde el 28 de enero
Estamos Muertos

En la Escuela Secundaria de Hyosan, Corea del Sur, los alumnos llevan una existencia relativamente normal. El ecosistema educativo se divide en algunos estratos default: los de gran rendimiento académico, los que están en el medio, los deportistas, los “populares” y los retraídos —a menudo víctimas de los abusos de un pequeño grupo de los acosadores, prototipos de mafiosos que se creen dueños de los pasillos.

Los profesores oscilan entre los que están comprometidos con su trabajo y aquellos que ya piden pista para jubilarse, ajenos a las problemáticas de los jóvenes. Todos están comandados por un director corrompido por la necesidad de tapar cualquier problema, para mantener la buena reputación del instituto. Esto les lleva a desoír numeroso casos de bullying, permitiendo que esos criminales —ya no les alcanza molestar solamente, abusan de mujeres, dan golpizas a hombres— continúen conviviendo con sus víctimas.

Sin embargo, los problemas se salen de control cuando una estudiante, que había desaparecido días atrás, aparece malherida, un poco ida. En la enfermería intentan darle la atención apropiada, pero pronto la médica en la enfermería se da cuenta que es imposible curarla allí. Llaman a una ambulancia, se llevan a la chica y la galena sufre una mordedura, a la cual no le da importancia. Ese será el inicio de una plaga zombi que irá contagiando a gran velocidad a alumnos y profesores por igual, mientras se expande por Hyosan como una epidemia.

Un homogéneo grupo de adolescentes quedan atrapados en las instalaciones, entre ellos los amigos Lee Cheon-san (Yoon Chan-young) y Lee Soo-hyuk (Park Solomon), que era antiguo miembro de la pandilla de bullies. Con ellos está la presidente de la clase, Choi Nam-ra (Cho Yi-hyun), retraída, de familia adinerada a la cual nadie parece respetar —y objeto del amor de Soo-huyk, junto con Nam On-jo (Park Ji-hoo) — hija de un bombero/rescatista llamado Nam So-ju (Jeon Bae-soo)— líder a regañadientes y enamorada de Cheon-san.

Mientras el grupo intenta encontrar formas de escapar del salón en donde quedaron encerrados, Yoon Gwi-nam, uno de los delincuentes acosadores termina atrapado en una cocina, en sacrifica a todos los que tenía alrededor para escapar de la horda zombi. Cheon-san se topará con él en la sala del director. Gwi-nam asesina al hombre y el estudiante testigo, tras amenazar con llevar el video que tomó a la policía, comienza una disputa que convertirá al delincuente en la principal amenaza de toda la serie, superando a los mismísimos muertos vivos.

A medida que la infección avanza en la ciudad, el gobierno declara el estado de sitio y la incertidumbre comienza a reinar en Hyosan. Cada vez queda menos gente viva, los monstruos se multiplican y los adolescentes tienen que ir aprendiendo cómo sortear las dificultades para llegar al techo del instituto, con la esperanza de atraer la atención de algún helicóptero. No tienen noticias del exterior, no saben si han comenzado a trabajar en alguna vacuna, pero la falta de comida y agua, sumada a las amenazas externas obligan a los chicos a luchar por la supervivencia.

Estamos Muertos explora, también, las miserias humanas que se generan en situaciones de crisis. Los primeros capítulos son un poco más lentos que el resto en el desarrollo porque deben establecer más de veinte personajes secundarios. Todos tendrán roles decisivos en cada episodio. Uno de los aciertos del guionista Chun Sung-il y los directores Lee Jae-kyoo y Kim Nam-su es permitir que los actores tengan tiempo para que sus historias crezcan a pesar de la enorme cantidad de personas que habitan cada escena, permitiendo que los diálogos construyan los personajes junto con sus acciones. No dejan de lado el elemento juvenil de la serie, y por eso en el medio del apocalipsis hay momentos de liviandad en donde los chicos pueden discutir sus penares amorosos, forjar relaciones nuevas y sacar a relucir las diferentes habilidades que serán vitales para ir “subiendo niveles” en el colegio tomado por zombis. Esto llevará a conflictos de índole humana, en donde los chicos deberán tomar decisiones de adultos, e irán madurando episodio a episodio, con cambios bien marcados y muy bien llevados por los directores.

La acción será otro de los puntos fuertes de esta primera temporada —que termina con un gran gancho para una segunda aún pendiente de aprobación. Los dos protagonistas masculinos, sobre todo, hacen una exhibición de destreza en las artes marciales impresionante, sumado a secuencias que rozan el parkour, y pese a que no luce demasiado realista la forma que tienen de escapar de las hordas zombificadas, el contexto justifica todo y es bienvenido. Al tratarse de una historia con elementos de terror, los desmembramientos, el canibalismo y la sangre son platos fuertes de la propuesta, pero todo se realiza con cuidado, sin que lo grotesco tape el resto del espectáculo. Si hay algo que prima en Estamos Muertos es la historia por sobre el horror.

Desde temprano podemos ver que ningún personaje, por más relevante que sea, está a salvo. El título no miente, y el “Estamos Muertos” es más una promesa que una metáfora. La estructura narrativa tiene reminiscencias a muchos libros de Stephen King, un especialista en las historias corales, protagonizados por jóvenes que deben crecer para salvarse, y que corren peligro de muerte permanente hasta que el conflicto se resuelve, y también a una de las grandes obras japonesas, Battle Royale, en donde estudiantes de un curso elegido al azar debían matarse entre ellos en una competencia sádica. Es imposible no encariñarse con varios de los estudiantes, y por eso cada vez que uno muere, su deceso genera una reacción emocional genuina en el espectador.

El género “zombi” siempre se caracterizó por esconder, entre el show de sangre y tripas, críticas sociales. Acá se pone mucho énfasis en la cultura surcoreana enfocada en el éxito académico y en la clara división de estratos sociales, cultura que aparentemente se les inculca desde temprana edad. Los chicos al principio están divididos en base a sus desempeños académicos y el nivel socio-económico de sus familias, y aún cuando el fin del mundo parece una certeza, les cuesta salir de ese paradigma. Otra visión crítica que los creadores decidieron volcar en la historia es el manejo de las autoridades en momentos de crisis epidémicas. Si bien el COVID-19 se menciona como algo que sucedió, es imposible pensar en la militarización de Hyosan tras el brote zombi sin relacionarlo con aquellas primeras imágenes de China y otros países en donde los militares cercaban el paso de la población, aislando comunidades enteras sin ofrecer mucha información ante la incertidumbre de la gente. La población, ya entrada en pánico, reacciona con violencia en algunos casos y con angustia en otros, y es algo que Estamos Muertos retrata muy bien.

Esta primera tanda de doce episodios es una montaña rusa de acción, terror y también momentos de comedia. Por suerte estos pasajes cómicos están bien distribuidos a lo largo de la trama de forma tal que no distraiga de los eventos principales, pero convirtiéndose en necesarias válvulas de escape ante tanto drama que rodea a los protagonistas. Una de las escenas más tragicómicas se da cuando un aspirante a influencer y streamer (persona que transmite en vivo en sus canales on-line) decide meterse en la ciudad infectada para investigar si hay un brote zombi, y termina perseguido por una horda de pequeños niños convertidos en monstruos, que lo dejan malherido—pero vivo—en el techo de un jardín de infantes, a la espera de un rescate poco probable. El muchacho, persiguiendo su sueño de ser famoso, casi pierde la vida por un par de likes y suscriptores nuevos… cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.

Estamos Muertos está disponible en Netflix desde el 28 de enero pasado, y es una gran serie con una premisa atractiva y una vuelta de tuerca sobre la evolución del virus zombi que no recuerdo haber visto en otras películas. El elenco es impecable, los efectos visuales están a la altura y, tras terminar con las doce horas de material, es muy difícil no ponerse a elaborar teorías sobre cómo seguirá la historia en la segunda temporada, cuyo anuncio todos los que la vimos esperamos con ansiedad.

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