Semblanzas
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Julián Centeya por Giribaldi
El porta la sonrisa en gris, porteño hasta la medula, amo y cautivo de Buenos Aires
Julián Centeya por Giribaldi

No hay moneda fuerte sin respaldo oro. Es más: no hay moneda: se reduce todo a un mero billeterío, a un montón de papeles impresos. Toda emisión de moneda debe tatar respaldada por una reserva en oro equivalente al valor de la emisión. Eso, para que el dinero valga. Julián Centeya careció de respaldo oro (nunca hizo fortuna, que se sepa…). Pero tenía algo más valioso en un autor popular: el respaldo estaño; atesorado en años de frecuentar boliches, de “darse” con toda clase de gente, de intercambiar vivencias, de trasvasar horas y vidas. Llamémosle experiencia, llamémosle vida vivida; el respaldo estaño le sobraba a Centeya. Y por eso las hojas de sus libros distan mucho de ser mero papel impreso. Son latidos del corazón de Buenos Aires que le salieron rectangulares a la ciudad de pura cómplice del poeta.

Los libros de Centeya, los tangos de Centeya, las glosas de Centeya… Uno estaba sentado, esperando la pálida o la buena, la llegada del gas o el plebiscito. Uno estaba estando y de pronto apareció un viejito de barba blanca, con túnica por único vestido y un gran reloj de arena por solo pertenencia visible. Lo mira a uno con ojos de extraterrestre que la pifio de galaxia. Y entonces uno lo reconoce: “¡Salute, el Tiempo!”

Y antes de que el viejito pase uno se entera de que vino a recordarle que han pasado diez años del piante de Julián al otro barrio, que un día habrán pasado cuarenta de la muerte de Pichuco; cien de la ida de don Carlos…El Tiempo y la Muerte. ¡Como los trataba de che Julián Centeya, que cómodo se diqueaba con los ojos!

¿Qué mundo habrá encontrado en su apoliyo
Si es que hay un mundo pa’los que se piantan?

Sin duda el cuore suyo se hizo grillo
y su mano cordial es una planta.”

Versos de “La Musa del Barro” (1969) que él dedico a su padre y que ahora parecen destinados a él. En otro julio, el de 1947, escribió sobre Celedonio Flores, que también había hecho el disparate de dejarnos: “Sabiendo que su partida, lamentable e inesperada, Buenos Aires pierde el ultimo vate de positiva importancia”. Quedaba él, Centeya. Pero… ¿era un vate de positiva importancia?

No en 1947: el “centeyeo” más importante arranca en el 64, con “La musa mistonga” y se prolonga hasta. “El vaciadero”, novela que publicó en 1971. Hay todavía un libro póstumo, que data del ’78, y le pregunta que sigue rondando: ¿era un vate de positiva importancia? En parecida línea, no superó a Carlos de la Púa ni al Negro Cle; como letrista de tango no fue un Manzi ni un Discepolín; como cronicador de Buenos Aires, el loco Arlt (muerto coincidentemente, un 26 de julio, el de 1942), Miguel Etchebarne, don Pepe Barcia y algún otro, calaron más hondo y colorearon más luminoso… ¿Cuál es, entonces, el mayor mérito de Centeya? Quizá, su fidelidad a un barrio, a un estrato social, a un tono especifico de Buenos Aires, ese gris que se empeñó en adjudicarse; también, su vehemente decir, esos borbotones de muerte y de vida, de fatalismo y de nostalgia que eran sus glosas radiales y televisivas. Y sus muchos aciertos, desde su seudónimo que ya pasa a ser nombre ( ¿quién se acuerda que se llamaba Amleto Vergiati y que había nacido en Parma, Italia, y no era en la Buenos Aires que cantó y cautivó y de la que fue cautivo?) Y algún verso único, como aquel del tango “Claudinette” (1940), a quien imaginaba “en un país de luna y de farol”

Hay gente que se muere para morirse, hay otra que muerte para que notemos su ausencia. Entre esta última se contaba Centeya. Eligió para irse un 26 de julio, día del fallecimiento de la Compañera, ¡él, que no era peronista! Cosas así hizo unas cuantas, como la de hacer enojar a Jauretche. O a Piazzolla (lo llamaba “Pizzaiolla” y hablaba de su “bandoneón rengo”…) O a Mariano Mores, a quien en un tiempo criticó por ser demasiado joven. O a Alejandro Romay, que lo personó… Muy pocos se salvaban de los ataques y amargas sátiras del Centeya periodista. Dado también el elogio exagerado y acuañador de slogans irreemplazables, tal el de “bandoneón mayor de Buenos Aires”, creado para Troilo.

Julián Centeya – Filete – Tiempo Argentino – 28-07-84

En los diez últimos años de su vida escribió sus páginas más importantes y realizo sus presentaciones más recordadas, incluido aquel ciclo de los sábados en Canal 9. Ahora se estaba haciendo más delgado, él que  era flaco, en la memoria de la gente, cuando apareció el viejito del reloj de arena y sugirió que diez años hacen oportuna la evocación.

En la esquina en que se entreveran tres viejas conocidas del poeta, Boedo, Rodeau y Chiclana, una comisión de socios de Huracán bautizará la ochava con su nombre y apellido. El homenaje no se quiere quedar allí y ya buscan para Julián una calle entera, con trámite municipal incluido.

¿Qué pensaras de esto, Julián, en tu país de luna y de farol? Si es que hay un mundo pa’ los que se piantan, allí estarás sonriendo en gris, bajo tu funyi de alas.

Daniel Giribaldi – Tiempo Argentino – 28-07-84

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