La Vida del Poeta Jacobo Fijman
Posiblemente no haya habido un solo Jacobo Fijman. Hubo uno, similar a otros tantos a América del Sur; judío, nacido en la Besarabia rusa el 25 de enero de 1898 y radicado con su familia en la Argentina unos años después. Hubo otro – en cambio- que vivió en soledad, habitó pensiones perdidas, trabajó esporádicamente, decidió convertirse al catolicismo y terminó encerrado en un manicomio. En los dos casos, Fijman fue lo que quiso ser, un poeta.
“Yo he tenido una infancia poética. Recuerdo que desde niño me llamaban “El Poeta”. Mi cuerpo, muy temprano, se acostumbró a alimentarse del dolor. Por eso. Vivir en un hospicio no puede cambiar ni limitar mis sentimientos sobre la poesía, ni dañar mi espíritu más de lo que se dejara ganar por el sufrimiento. Buscar la verdad siempre es doloroso y el que no se anime jamás será poeta”, le confió el escritor a Vicente Zito Lema en un reportaje realizado en el Hospital Borda en 1968 y publicado nuevamente por la revista literaria Unicornio en enero de este año.
Fijman sufrió el primer ataque de esquizofrenia cuando tenía 21 años. La presencia invisible de El Otro invadió su habitación de la calle tres sargentos, se metió en los armarios y debajo de la cama Hasta le apretó la garganta y le provocó toda esa noche en vela, defendiéndose con un violín y dibujando cruces con un Faber Nª2 en el empapelado. Pasado el exorcismo, intentó borrarlas para no asustar a la dueña de la vivienda.
En el segundo ataque, la sombra tenía ya un nombre: Apolonio, u entrerriano al que el escritor veía en la calle, en los bares, en la parada del colectivo, en el cine, en todas partes En uno de esos imaginarios encuentros Fijman gritó intensamente, los vecinos lo denunciaron u la policía acudió. Lo llevaron al Instituto de Detención de Villa Devoto y poco después al Hospicio de las Mercedes (actual Hospital Borda), donde permaneció entre enero y junio de 1921. En el momento de la detención, el poeta se abrazó a un agente mientras repetía: “Yo soy el Cristo rojo” Una situación de crisis que Fijman reprodujo en el cuento autobiográfico Dos días- una de las pocas narraciones que escribió- publicado en el diario Critica en 1927.
A pesar de la internación, ese ser extraño no desaparecía. El escritor lo veía transitar por los pasillos del hospicio, tal como lo demuestra los versos de El Otro, que el poeta escribió por esos días y que, en 1926, integraron el libro Molino rojo. En el volumen comienza a tener, además, una presencia notable la enfermedad de la locura, de la que Fijman era consciente. En una de las páginas, la demencia es referida por el autor como “el camino tan alto y tan desierto”.
“Acertijo 3”
Pese al avance de la enfermedad, los textos del escritor mantenían gran coherencia y, en más de un caso, resultaban sumamente ingeniosos.
Un ejemplo es el Acertijo 3 La sangre, redactado en el hospicio
-En una época atacaste a Ricardo Rojas.
-No estoy arrepentido. Inventó autores que no existían.
-Pero eran de carne y hueso.
-No tenían sangre. Sólo la sangre da calidad.
-¿Me das un ejemplo?
-Rimbaud tenía sangre y no tenía cuerpo.
¿Y Lugones?
-Ese tenía vinagre cocido.
Los arrebatos místicos, en cambio, son los que articulan el segundo texto del autor Hecho de estampa, escrito por la época en que fue bautizado y se convirtió al catolicismo. En la misma línea se sitúa Estrella de la mañana – su tercera obra-, también de temática religiosa y filosófica.
Consultado sobre el motivo de su cambio de creo, Fijman argumentaba que “de alguna manera él había sufrido tanto como Jesucristo”. Aparentemente, de ese dolor surgía la identificación.
En el ´42, el poeta volvió a ser llevado por la policía. En el acta de allanamiento del altillo del segundo piso a la izquierda de la Avenida de Mayo 1276, el personal de la comisaría 4ª dejó constancia de los bienes que encontró. Entre otros: un par de zapatos colorados muy usados, un álbum con seis discos, dos carpetas rojas de cartulina con apuntes, un atado de ropa muy sucia, una caja con cuerpos geométricos construidos con cartulina, una victrola portátil a cuerda, un crucifijo de metal oscuro y 77 libros de distintos formatos en encuadernación rustica. Todos estos elementos quedaron en posesión de la encargada de la pensión, ya que la pieza carecía de lave (el escritor nunca las usaba). El poeta fue internado definitivamente en el manicomio y allí permaneció durante 29 años hasta su muerte.
La Biografía
Juan Jacobo Bajarlía encontró por primera vez a Fijman, hacia el año ´58, en la Sociedad Argentina de Escritores, adonde el autor iba todos los meses a cobrar una reducida pensión. Después comenzó a visitarlo en el hospital y en cada encuentro recibía de regalo unos versos inéditos escritos en una servilleta de papel. Algunos de esos poemas fueron incluidos por Bajarlía en Fijman, poeta entre dos vidas, un libro bien documentado que relata la vida del autor y fue publicado por Ediciones de la Flor.
“En algunos momentos me encontraba con un hombre que tenía una lucidez extraordinaria y en otros con un hombre más bien aplastado, que comenzaba a hablar de modo totalmente desdoblado. Pero cuando estaba lucido era una persona de lo más sagaz”, cuenta Bajarlía. Admirador de los trabajos e Fijman, fue el quien impulsó en 1983 la publicación de la obra completa del poeta por ediciones La Torre Abolida.
Para sobrevivir, Fijman trabajó como profesor de francés en una escuela secundaria. Lo echaron Sobre el motivo el despido, el poeta brindó tres versiones. Según dijo sucesivamente, fue por calificar con un diez a una alumna que no hablaba una palabra en francés, por felicitar a una chica que no conocía a Víctor Hugo, “por no saber nada de esa bestia”, y por reprobar a una estudiante que “hablaba perfectamente el idioma de Ronsard porque nadie debía conocer a la perfección sin su propia lengua”. Dada su enfermedad, solía dar explicaciones con contradictorias acerca de un mismo episodio. De ahí que, según Bajarlía, haya “que tomar todo con beneficio de inventario”. A su entender, gran parte de su vida puede ser “apócrifa”.
“Crítica y Martín Fierro”
El escritor se dedicó, también por la década del 20, al periodismo. Fue redactor del diario Crítica hasta el día que se le encargó consultar a Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones sobre un descuartizamiento ocurrido por entonces y Fijman inventó las respuestas. Rojas aseguraba que la víctima no era una mujer sino un marsupial fugado de La campana sumergida, de Ottorino Respighi, que se daba en el Teatro Colon; mientras que Lugones afirmaba que el asesino era Rojas, quien ya había dado indicios de su proclividad al crimen en la Historia de la literatura argentina. Perdidos los dos puestos, Fijman se dedicó a hacer giras por las provincias con su violín. Tocaba en las calles y en las fondas a cambio de la comida.
Perteneciente al grupo de los autores reunidos en torno de la revista Martin Fierro, el poeta formó parte del equipo de jóvenes escritores que, por iniciativa de Oliverio Girondo, viajaron en 1926 a Paris. Incluso, muchos sostienen que el autor de Veinte Poemas para ser Leídos en el Tranvía fue quien costeó los gastos de Fijman. Según relato Francisco Luis Bernández en una nota escrita para La Nación en el ’71, “cuando con la noche el poeta regresaba rendido a nuestro Hotel des Aviateurs contaba y contaba. Aquello era enorme. Aquello era extraordinario. Aquello era inenarrable. Todo se resolvía para nuestro amigo en un conmovido asombro que parecía abrumarlo. Pero el agobio no duraba mucho. Pronto se convertía en un borbollón de palabras, acentuadas y realzadas por miradas y gestos igualmente enfervorizados”.
En Francia, Fijman se encontró con algunos de los representantes del surrealismo. El mismo se consideraba un surrealista. “Con (Antonin) Artaud nos conocimos en un café, en La Coupole.
“Estuvimos a punto de pelearnos. Yo me identificaba con Dios y Artaud con el Diablo. Sin embargo, le tengo aprecio. Un poeta tiene que estar al servicio de Dios y si no es preferible que sirva al Demonio. Lo más denigrante es tener patrón humano”, comento el escritor a Zito Lema, autor del libro El pensamiento de Jacobo Fijman o el viaje había la otra realidad…
“Un Asombro Más”
Una vez internado en el Borda, casi todos sus compañeros de cafés, aventuras y literatura dejaron de verlo y lo abandonaron. Muchos, en apariencia, lo olvidaron, aunque- en más de un caso- no sin culpa. Bajarlía sostiene que “el mundo literario está constituido por capillas, por grupos que se reparten entre si la inmortalidad y no les importa nada de los que están afuera.
En un ambiente así, indudablemente alguien de la envergadura de Fijman no podía existir. El escritor fue apartado por la gente de su generación. “Que el poeta estuviera encerrado fue algo que a ellos les vino bien”. En el 71, el año que Fijman falleció, el autor de La ciudad sin Laura escribió en La Nación: “Su paso a la muerte debió ser un asombro mas, como aquellos de nuestra recordada etapa francesa”
La Maga -02-03-94 – Por Judith Gociol