El 28 de septiembre de 2004 un chico de quince años apodado “Junior”, ingresó al aula en que cursaba el primer año en la Escuela Media N° 2 Islas Malvinas, de la ciudad de Carmen de Patagones en el extremo sur bonaerense. El joven murmuró una frase: “Hoy va a ser un lindo día” y acto seguido descargó los trece proyectiles de una pistola automática de 9 mm. Sobre sus sorprendidos compañeros. El saldo fue desolador: tres muertos –Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce- y cinco heridos de distinta gravedad.
El arma utilizada, Junior se la habría sacado a su padre, un suboficial de la Prefectura Naval. La treintena de alumnos que no fueron alcanzados por las balas, buscaron refugio donde podían; debajo de los bancos, en la biblioteca, tratando de ganar la puerta de salida. El agresor, quitó el cargador vacío del arma y saliendo al pasillo intentó colocar otro lleno en la pistola. Un grupo de chicos le arrebató el arma y entonces se dirigió a la salida del edificio. Allí lo detuvo la policía que había sido alertada por las autoridades de la escuela. “Junior” no ofreció resistencia. Entre sus ropas se habría encontrado un tercer cargador completo y un cuchillo.
No hubo una explicación clara para semejante decisión. Se cree que en el agresor hicieron crisis algún trastorno de fondo y los habituales conflictos entre adolescentes. Pasado el estupor, aparecieron las mesas redondas en televisión, declaraciones de funcionarios y especialistas y quejas del alumnado por una presunta falta de atención por parte de las autoridades a la problemática adolescente:
“Cuerpo docente es hora de ponerse las pilas”;
reclamaba una pintada de los alumnos meses después del hecho. Otra leyenda, hecha con el particular estilo juvenil, recordaba a los fallecidos. Todas acusaban un profundo impacto emocional. “Junior” debido a su condición de menor de edad no fue imputado, pero se lo recluyó en un centro neuropsiquiátrico de la ciudad de La Plata.
El desastre que marcó a Patagones siguió siendo conmemorado de distintas maneras.
Prácticamente toda la comunidad recuerda con emoción a los chicos muertos; pero algunas pintadas anónimas no dejaron de generar preocupación: “Es lo más”, dice una frase escrita en otro colegio de la ciudad refiriéndose al agresor. Otras leyendas similares que aparecieron en el ámbito escolar, demuestran que no todos comprendieron la magnitud de la tragedia.
Del Libro Pintadas Puntuales – Roberto Bongiorno – Juan Pizzorno – Testimonios – 2020