La proliferación de los cultos es un problema difícil de analizar. Por un lado está la libertad de culto, el libre albedrío. No se puede juzgar a la gente por su fe o por querer pertenecer a una comunidad. El ser humano necesita seguir líderes, lo quieran aceptar o no. Es parte de nuestra naturaleza.

Por otro lado, demasiados cultos religiosos han sido tristes protagonistas de los crímenes más horrendos. Asesinatos, violaciones, suicidios en masa, lavado de dinero. Lo peor que la humanidad puede producir es probable que algún culto lo haya llevado a cabo.

La Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se fundó en 1929, como un desprendimiento de la religión mormona. Su fundador fue Lorin C. Wooley, un hombre practicante de aquel credo, misionero y después fundador de su propia Iglesia. No fue sino hasta 1986 cuando este particular grupo comenzó un camino de descenso y triste fama mediática gracias al ascenso de Warren Jeffs, quien se convirtió en el profeta y presidente de la organización.

Las cosas, con su llegada, evolucionarían a niveles dramáticos.

Jeffs tenía ideas muy distintas sobre como practicar la religión y cómo organizar su comunidad. El principal cambio que impuso en la Iglesia fue la inclusión de la poligamia. Para llevar a cabo sus planes de adoctrinamiento, el Profeta comenzó a recaudar dinero de sus fieles para conseguir comprar grandes terrenos en donde edificar sus templos. Allí se estableció con sus seguidores, los cuales rara vez le cuestionaban algo, y empezó a trazar los reglamentos que le permitieron tener carta libre para sus más oscuros deseos.

Los orígenes del apetito sexual de Warren se pueden encontrar en su propio padre, Rulon, quien afirmó haber tenido más de veinte esposas y fue padre de al menos sesenta niños, aunque algunas investigaciones aseguran que fueron setenta y cinco esposas y quien sabe cuantos vástagos.

El problema de este tipo de cultos es que los miembros se casan entre ellos. Son sociedades herméticas, que no dejan entrar a nadie “foráneo”. Se sabe poco de las actividades dentro de sus predios; los números de fieles siempre son estimativos —la Iglesia Fundamentalista… tiene entre seis mil y diez mil miembros, pero es imposible saber— y esto conlleva a un problema de índole matemático y moral: llega un momento en donde el incesto se convierte en casi una certeza ante la falta de personas.

Si una sola persona tiene sesenta esposas, y tiene al menos un hijo con cada una de ellas, serán al menos sesenta descendientes de un mismo hombre. Diez hombres acapararían seiscientas mujeres en una comunidad pequeña. Estamos hablando de casi el diez por ciento de la población. Con el tiempo, las relaciones intrafamiliares son inevitables.

Algunas personas podrían argumentar que las relaciones entre familiares eran algo normal en la antigüedad. La realeza mantenía esta práctica para sostener la “pureza” de la sangre. Probablemente algún miembro de la Iglesia Fundamentalista diría que ellos siguen la palabra de Dios que les llega por intermedio del Profeta, y ¿quiénes somos nosotros, los extranjeros, para juzgar sus prácticas?.

El problema es que en comunidades tan pequeñas con matrimonios tan numerosos, el incesto no es el único problema matemático que enfrentan. También hay que tener en consideración la edad de las mujeres que se convierten en esposas. Llega un punto en que es imposible que la nueva mujer de un patriarca mormón polígamo en una grupo tan reducido sea mayor de edad.

Los que estudian este tipo de cultos religiosos también señalan otra consecuencia de este tipo de vida, que es el destierro de los muchachos más jóvenes. Como si se tratara de un ecosistema salvaje en donde se expulsa a los miembros más pequeños porque representan una amenaza al estilo de vida y un obstáculo en la subsistencia de la tradición, muchos chicos que no eligen nacer bajo las reglas de estos Fundamentalistas —u otras sectas con practicas similares— se encuentran de un día para el otros lanzados a un mundo que desconocen por completo, con ideas sobre cómo tienen que vivir que van al revés de la sociedad a la cual fueron arrojados.

Las mujeres, por supuesto, siempre son bienvenidas dentro de estos grupos.

Warren Jeffs moldeó su secta acorde a sus propios ideales, bastante alejados del Jesucristo nacido en Oriente Medio, moreno a pesar que el arte religioso siempre se encargó de retratarlo como un modelo de Dior, con el cabello largo, musculoso y de ojos claros. Jeffs odiaba a otros grupos étnicos que no fueran los hombres blancos, “puros”. Condenaba las relaciones interraciales. Warren llegó a declarar:

La raza negra es la gente a través de la cual el diablo ha podido traer siempre el mal a la tierra.

Incluso coqueteó con implementar la doctrina decimonónica de la expiación con sangre. O sea, purgar los propios pecados asesinando a quienes consideraban pecadores.

Mantener semejante cantidad de esposas requiere de mucha imaginación a la hora de hacer los números. Si bien las Iglesias no pagan muchos impuestos, siguen siendo parte de un mundo capitalista que les exige dinero a cambio de bienes y servicios. Las denuncias de fraude contra Jeffs y sus allegados no tardaron en llegar.

La verdad comenzó a salir a la luz, poco a poco, gracias a testimonios de hombres condenados al ostracismo por el mismo grupo que predica amor a Dios y mujeres que consiguieron escapar de los cultos. Los rumores comenzaron a esparcirse, a sonar las alarmas de las autoridades y los periodistas.

Warren Jeffs se encontró cada vez más acorralado por la justicia, que no lo buscaba solamente por fraude, sino por algo mucho más severo: abuso sexual contra menores de edad.

Sé Dócil: Reza y Obedece es una mini serie documental dirigida por Rachel Dretzin. Cuenta con numerosos testimonios y detalles escalofriantes sobre como este monstruo llamado Warren Jeffs moldeó su secta acorde a sus apetitos sexuales, llegando a tener casi ochenta esposas, entre ellas, una niña de tan solo catorce años. Los cuatro episodios ahondan en las prácticas incestuosas, en los discursos de odio fundamentalistas y en como la pobre gente termina cayendo en la garra de estos peligrosos charlatanes.

Es como una película de terror, pero lamentablemente es parte del mundo que nos toca vivir, y ni siquiera es el único culto que anda suelto haciendo quien sabe qué tipo de crímenes a lo largo y ancho del mundo.

Este documental permite abrir una ventana para asomarse a un mal que está instalado en el mundo, y que las autoridades rara vez tienen la oportunidad de derribar. Al día de hoy Jeffs, que está cumpliendo una condena perpetua, sigue teniendo la misma influencia en las dos comunidades que comanda. Ese tipo de poder es peligroso, y por eso es importante que quienes tuvimos la suerte de no caer en una de estas pesadillas distópicas comprendamos esa parte oscura de la naturaleza humana que se aprovecha de la docilidad espiritual de ciertas personas.

Sé Dócil: Reza y Obedece se encuentra disponible en Netflix.