De origen incierto, la palabra atorrante es una de las más difundidas en el habla popular Argentina. El atorrante, es un sujeto con fama de irresponsable, de vida liviana, que rehuye compromisos y es poco afecto al trabajo. También se califica de atorrante al vagabundo, a quien tiene una vida irregular.
Se presume que el vocablo se origina en el verbo atorrar, de raigambre lunfarda. Atorrar es dormir. ¿Cómo deviene el universal hábito de dormir en un personaje de la picaresca porteña?
Una de las versiones más conocidas del origen de la palabra en cuestión, se remonta a los que años en que la entonces Municipalidad de Buenos Aires iniciaba sus obras de salubridad que incluía el tendido de una red de aguas corrientes, esto se registraba entre fines de la década de 1860 y comienzos de 1880, ya que dichas obras se hicieron por etapas con sucesivas interrupciones.
Afirma tal versión, que en los enormes caños apilados en las calles, acostumbraban dormir individuos que no tenían vivienda; esos vagabundos, atorraban, según la jerga callejera de entonces. Y otra aseveración de base desconocida, asegura que los famosos caños tenían en su dorso la firma del fabricante: “A. Torrant”. De “A. Torrant” a atorrante, hay solo una letra.
De todos modos, casi no hay discusión acerca de la existencia de atorrar, antes que atorrante.
De donde viene atorrar, se intenta explicar con la costumbre vigente en la campaña bonaerense a fines del siglo XIX; en pulperías o almacenes, a quienes se acercaban a esos comercios solicitando trabajo, se les encargaba la tarea de torrar (tostar) café, y en muchos casos, esos personajes también dormían sobre las bolsas de granos; no habría faltado quien calificó de atorrante al que se ocupaba de tostar granos y por asociación, el atorrante que dormía sobre las bolsas, en realidad atorraba. Si recordamos que el perfil del atorrante correspondía con una figura vagabunda, errante, sin compromisos, tenemos definido el contorno del personaje.
El vocablo atorrante, superó holgadamente el siglo de vida en el habla argentina y porteña en particular.
El atorrante nutrió generosamente la literatura y los tangos, fue un personaje característico del café porteño, del anecdotario barrial, floreció en las oficinas, en el servicio militar, en la escuela.
El siglo XXI lo encuentra en su plenitud.
Referencias
Este vocablo pasó a significar luego ‘vago, que anda de una parte a otra sin oficio y limosneando’.
Vago: Perezoso:
«Mire que se necesita ser pavo para preferir andar de atorrante a estar en la estación cómodamente…».
Fray Mocho – (José S. Álvarez Escalada) – Cuentos
Ruin, vil: de sentimientos innobles
«…su amigo Jalomín, pillo conocido y atorrante de profesión».
Mayoral – Sainete – Enrique Garcia Velloso
Humilde: de poco valor o entidad
«… una fiaca sumada a la economía de una rentita atorranta».
Roberto Arlt – Aguafuertes Porteñas
Atorrantear: vagar sin oficio, ociosamente y sin preocupación alguna por las normas de convivencia. Atorrantismo: condición de atorrante; acto y efecto de atorrantear.
Atorranta: mujer que se entrega con facilidad, por vicio o por interés, pero que no es todavía una prostituta profesional. Corren también la aféresis rante su forma vésrica terrán.
«…cuando vos eras terrán…».
Agustín Irusta – Tango: Dandy
Y la Variante Rantería: atorrantismo; el apócope atorra: atorranta, atorrante; el despectivo rantifuso: de baja condición—por cruce con esquifuso-.
«Era una paica papusa, / retrechera y rantifusa…»
Alberto Vacarezza – Tu Cuna fue un Conventillo
Y la variante Terraja: atorranta, atorrante
«Cuna de guapos cantores, / de fiocas y malandrines, / de terrajas ambulantes/ que recién van a punguiar…».
Bartolomé Rodolfo Aprile – Arrabal Salvaje