Tango y Milonga
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Los Jueces, Como los Amigos, “Han Nacido Pa’fallar”
En las letras de viejos tangos se considera a la Justicia como a una aliada de la opresión
Los Jueces, Como los Amigos, “Han Nacido Pa’fallar”

En las letras de viejos tangos se considera a la Justicia como a una aliada de la opresión

Desde principios de siglo, letrista de tango como Celedonio Flores, Enrique Santos Discépolo y Mario Battistella reflejaron en sus obras la idea que tenía el pueblo acerca de la justicia. Los tangueros describieron la desconfianza de los habitantes de los suburbios y el sentimiento de parcialidad que despertaban los jueces, relacionándolos siempre con el sometimiento y la opresión que se ejercía desde el poder hacia las clases populares. Como escribió Discépolo en Qué vachaché: “No hay ninguna verdad que se resiste ante dos mangos moneda nacional”.

Corte Suprema de Justicia de Izquierda a derecha
Antonio Sagarna, José Figueroa Alcorta (presidente), Ricardo Guido Lavalle,
Roberto Repetto y Horacio Rodríguez Larreta –
17-09-30

La Justicia fue tema y preocupación de los poetas populares en el primer tercio de este siglo. Eduardo Romano publicó en el suplemento cultural del diario La Opinión, en abril de 1973, un extenso análisis de Celedonio Esteban Flores. Lo tituló: “Celedonio Flores o un Lenguaje Contra la Opresión”. En uno de sus párrafos sostenía que “sólo la poesía popular que rimó la decencia maleva de los tangos escapó a la enajenación del colonizado que aspira semejarse, aunque sea un poco en algo a la entidad sacrosanta que emanan los centros culturales foráneos. Esta poesía popular urbana que surge como resultado del doble acorralamiento con que la política liberal margina, de un lado a los inmigrantes no especializados, y del otro a los gauchos que no se avienen fácilmente a componer la peonada de las grandes estancias litoraleñas. Con estos grupos de desplazados, de condenados a la miseria, la humillación y el desprecio, se formará la base ecológica de los suburbios donde una generación posterior sentirá la necesidad de reconocerse en alguna especie de identidad ajena a la del sistema que los excluye y aplasta. Allí engendran, con ecos de payadores y de canzonetas, una música, una danza y posteriormente una manifestación verbal autóctona, porque esas dos humanidades excluidas amasaron en el barro igualitario de las orillas, con levadura de folclore pampeano e inmigratorio, con la desesperación de quien ya no sabe quién es pero desea sobrevivir a la injusticia organizada, una de las realidades potentes del arte popular argentino”.

En ese medio creció el hombre de tango, alimentando una justificada desconfianza hacia la balanza de la justicia. Enrique Santos Discépolo, que venía del anarquismo romántico, escribió Que Vachaché en 1926. Su estreno produjo un rechazo general que el autor explicó de esta manera algunos años más tarde: “Era algo distinto a todo lo que hasta entonces se había escuchado como tango. Decía otras cosas, enfocaba la vida de otra manera”. Discépolo escribió: “

¿Pero no ves, gilito embanderado
que la razón la tiene el de más guita,
que la honradez la venden al contado
y la moral la dan por moneditas”.

Y en medio de ese cuadro de situación aparecía la Justicia involucrada en estos versos:

“Que no hay ninguna verdad que se resista
ante dos mangos, moneda nacional
vos parecés, haciendo el moralista
un disfrazao, sin carnaval.”

La balanza de la Justicia no resistía, para Discépolo, el peso de “dos mangos, moneda nacional”. Después vendrían la Biblia y el Calefón. Discépolo sabe, en 1935, que “el que no llora no mama y el que no afana es un gil”. La justicia dejó de ser ciega. Y el poeta amenaza con la única que vislumbra:“Allá en el horno nos vamo’ a encontrar”. Mientras tanto aconseja al hombre como él:

“No es pienses más
 hacete a un lao
que a nadie importa
si naciste honrao”.

Es una falta de respeto. Es un atropello a la razón. “En el 506 y en el 2000 también.” Una porquería. Un Cambalache.

La explotación de los trabajadores primero, la desocupación después, le dieron tema a Mario Battistella y el Celedonio Esteban Flores. Battistella denuncio la concupiscencia de la Justicia en Al pie de la Santa Cruz, una canción que en la voz de Carlos Gardel alcanzó su nivel máximo: 

“Declaran la huelga,
hay hambre en las casas,
es mucho trabajo
y poco el jornal.

Y en ese entrevero
de lucha sangrienta
se burla del hombre
la ley patronal.


Los  viejos no saben
que lo condenaron
pues miente piadosa
la pobre mujer.

Tal vez un milagro
le llegue el indulto
y vuelve a su casa
la dicha de ayer…”

No hay justicia para el hombre de trabajo. Sólo hambre y el peso de la ley. De la ley patronal. El indulto puede salvar el fallo de los jueces pero el indulto no está para eso.

“Los pues engrillados
cruzó la planchada
la esposa lo mira
quisiera gritar
y el pibe inocente
que lleva en sus brazos
le dice llorando
yo quiero a papá.

Todo es inútil. Hasta el llanto y el rezo de los viajeros al pie de la Santa Cruz.

“Soltaron amarras
y el ultimo cabo
vibró al desprenderse
en todo su ser
se pierde de vista la nave maldita
y cae desmayada la pobre mujer.”

Su hombre, el padre el pibe inocente va hacia el Sur, en la nave maldita. Rumbo a Ushuaia, rumbo a la cárcel, a las torturas, a los trabajos forzados. La Justicia ya hizo su trabajo.. En las casas segurá el hambre y, ahora, el temor. Ya tronó el escarmiento.

El hombre del suburbio, el pobre, el desheredado sintió siempre ajena la voz de la Justicia.

“Él sabe que tiene
para largo rato,
la sentencia es fija
lo va a hacer sonar.

Así entre cabrero,
sumiso y amargo,
la luz de la aurora
lo va a visitar.

Quisiera que alguno pudiera escucharlo
con esa elocuencia que las penas dan,
y ver si es humano
querer condenarlo
por haber robado
un cacho de pan”.

Es Celedonio Flores, poeta radical, yrigoyenista, quien relató en Pan, la desdicha del desocupado que se sabe condenado por haber robado un poco de pan para sus hijos.

El propio Flores advirtió en Sentencia:

“Yo nací, señor juez, en el suburbio,
suburbio triste
de la enorme pena,
en el fango social donde una noche
asentara su rancho a la miseria.

De purrete nomás, hurgué en el cieno
donde van a podrirse las grandezas,
hay que ver, señor juez, cómo se vive
para saber, después
por qué se peca”.

Este lenguaje contra la opresión, que según Eduardo Romano caracterizó la obra de Celedonio Flores, involucra a la Justicia que, en el mejor de los casos, apareció siempre como una utopía para los desheredados. Los poetas del tango supieron interpretarlo. El sentimiento generalizado quedó sintetizado en la sentencia definitiva que sobre los jueces se canta en Medianoche: “…han nacido pa’ fallar”.

Eduardo Rafael – La Maga -24-03-93

Corte Suprema – Mayoría Automática
Página 12 – 20-10-00 -Foto Enrique G. Medina
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