A nuestro entender son fundamentales los aportes que realiza el filósofo y antropólogo argentino Rodolfo Kusch, quien al reflexionar sobre el papel del gestor cultural incluye la idea de creación, extendiendo aún más el sentido del concepto:
“Entonces no son los autores, ni los escritores, ni los artistas, los que crean las cosas llamadas obras como individuos, sino que las crean en tanto pierden su individualidad biográfica, y asumen el papel de una simple gestación cultural. Se es escritor o artista sólo porque primordialmente se es un gestor cultural, sin biografía, como simple elemento catalizador de lo que los contempladores quieren. En tanto se es catalizador, se es en el sentido que todos requieren, o sea que como gestor cultural se es siempre popular, pero este término tomado en su acepción latina, como dice el diccionario, populus, todos los habitantes del estado o de la ciudad.
El gestor cultural no es totalmente un personaje, sino más bien la fórmula en la cual se encuadra el auténtico creador, y que por eso da el sentido exacto de lo que pasa en general con la creación. Un creador no es más que un gestor del sentido dentro de un horizonte simbólico local, en una dimensión que afecta a todos, o sea que es popular.”
“Lo que el gestor cultural recoge es la voluntad cultural. Ésta, por su parte, puede cristalizarse de muchas maneras, ya sea en política, en costumbre o en expresión artística”. En este sentido cita como ejemplos, entre otros, al payador, al creador de una épica pero también al escritor culto como José Hernández. Y esa voluntad cultural genera fenómenos como lo gauchesco, el radicalismo, el peronismo. “Una voluntad cultural —dice Kusch— no es una cultura porque no tiene explicitadas sus formas sino que las presiente.”
Es interesante también la idea que tiene Rodolfo Kusch acerca de la movilización cultural, a la que considera como posibilidad de ser: “se trata de alentar esa posibilidad […que] apunta al cumplimiento de una totalidad dentro del universo simbólico que plantea el grupo social”. A eso deberá tender una política cultural.
La vinculación que hace Kusch entre “gestión” y “gestación” nos remite a las etimologías del principio y nos abre a la asociación entre el ger de gerere y el de “germen”. El gestor es también el germinador. Y esto vale tanto para el campo de la cultura como forma integral de vida como para el uso restringido más propio del sector cultura: el gestor requiere una creatividad análoga a la del artista. Un gestor cultural sin creatividad es menos que un burócrata porque “la poesía está llena de mundo” pero la gestión cultural también.
Tomando como referencia, por última vez, la imagen del Carnaval en Tilcara concluimos diciendo que, para nosotros, gestionar implica, entre otras cosas:
• poner el cuerpo
• fundar y desplegar —rítmicamente y con todos— un espacio antropológico, un mundo cargado de sentido para vivir con dignidad,
• y darle vuelta;
• avanzando y retrocediendo, subiendo y bajando “según los tiempos manden”,
• buscando el equilibrio en la resolución de conflictos,
• creando siempre.
Y, retomando el modelo del nguenpin*, para nosotros el gestor cultural es, fundamentalmente, un operador del sentido y, en consecuencia, un factor clave a la hora de la decisión cultural, a la hora de optar entre la humanidad y “lo ajeno”.
El Gestor Cultural – Ideas y Experiencias para su Capacitación – Ricardo Santillán Guemes y Héctor Ariel Olmos – Recopiladores – Ediciones Ciccus – 2004
*El ngenpin, ñenpin o ngenpiñ (del mapudungun ngenpiñ, de ngen, ‘dueño’, y pin, ‘decir’, «el dueño de las palabras, el orador, el que sabe decir») es una figura de la sociedad mapuche.