Hombre que supo ser asunto serio pa tener hipo, aura que dice, fue tal Concubino Babero. Una mañana, de buenas a primeras, amaneció con hipo.
Cualquier abombau sabe que el tipo se corta con un susto, pero a Concubino Babero, como buen sufrido y sufridor, ya no había nada que lo asustara. Hasta decretos de gobierno le leyó la mujer, y el hombre seguía con su hipo como si nada.
Hombre de afeitarse a navaja, el día que se afeitaba venia gente de lejos pa verlo afeitarse con hipo. Se dejaba la patilla larga, cosa de no andar con la navaja cerca de la oreja, pero en la cara tenía más cortes que baraja de boliche. Y pa tomar la sopa no le digo nada. La mujer se la servía y salía disparando pa fuera pa que no la salpicara.
Una mañana se levantó con un hipo que no se podía ni calzar las zapatillas, pero igual salió a ensillar caballo. Un hipo, que parecía que se estaba haciendo el gracioso.
Cuando el caballo lo vio acercarse con el freno en la mano y semejante hipo, dentro a recular asustado. Cualquier abombau sabe que pal caballo no hay nada pior que llevar al jinete con hipo.
Así que siguió reculando. A la media legua el animalito estaba cansan de recular, porque en su vida nunca había reculau tanto, de mientras Concubino lo seguía con el freno en la mano y con hipo.
El primero en verlo llegar al boliche El Resorte, por una rendija, fue el tape Olmedo. Se mandó un trago e vino, y fue y comentó, como pa él va y dice:
—Lo que viene viniendo pa este lau, es un caballo reculando, sí señor. Es estraño porque caballo reculando por esta zona se da poco, pero ese viene.
Y se venía nomás, con el anca apuntando derechito pa la puerta del boliche. Alguien dijo que lo mejor era formar barrera en la puerta pa que no dentrara, pero otro dijo que los podía curtir a patadas y dentro el julepe y naides se animó a la barrera.
Caballo medio panzón, dentro hasta la mita y se quedó trancan en la puerta, que ni pa dentro ni pa fuera. Azulejo Verdoso dijo de dejarlo así pa que les espantara las moscas con la cola, pero la Duvija le señaló que con el anca adentro del boliche diba a rejuntar más moscas.
Afuera, Concubino Babero con hipo aprovechó un hipo fuerte y de un salto montó en su flete, le bajó el rebenque, le cerró las espuelas, le hipó en una oreja, y allá zafó el caballo y salió de galope tendido. Al verlo de lejos parecía un cuadro. Un cuadro, porque con el tirón se llevó puesto el marco de la puerta.
Más Cuentos de Don Verídico – Julio César Castro – Ediciones Neográficas SA – 1982