Carl y Ellie se conocen de pequeños, unidos desde el comienzo por su amor hacia Charles F. Muntz Jr., un aventurero y explorador de los lugares más exóticos, cuyos descubrimientos e invenciones son el foco de cortometrajes informativos en el cine.
Él descubre por accidente el club de fans que regentea ella en una casa abandonada. Es la única miembro, y estalla de felicidad al descubrir que aquel niño de enormes lentes es tan fanático como ella. Ellie no duda en señalar que Carl no habla mucho y que es “extraño».
También señala que eso le gusta.
La historia de amor comienza en el fragor de la pasión infantil compartida. Las melodías de
Michael Giacchino inundan la pantalla, reemplazando los diálogos por una serie de viñetas cotidianas en donde se narran décadas de la pareja.
Carl se convierte en vendedor de globos, reforman de a poco la casita abandonada que supo ser el club y refugio de los dos niños. La pintan de colores vibrantes y comienzan a ahorrar monedas para viajar al último destino de su adorado Muntz Jr. Ellie dibuja su casa de ensueño a orillas de una catarata paradisíaca, y el tarro de dinero se va llenando a la par de sus planes.
Pero la vida se interpone todo el tiempo. Pinchaduras de llantas, roturas en la casa, todo lo que implica un gasto extra deriva en la inevitable ruptura del vidrio que contiene los ahorros. Los sueños se van postergando. El tiempo pasa, y como dice la famosa canción de Pablo Milanés, se van poniendo viejos. Pero la diferencia es que el amor lo siguen reflejando igual que ayer.
A mitad de esa introducción somos testigos de las ilusiones de maternidad y maternidad, truncadas por la imposibilidad biológica. Ellie, resilente, se sienta sobre el verde césped con los ojos cerrados. El viento mece su cabellera mientras ella contiene una lágrima de dolor. La pérdida se retrata con una crudeza inaudita, con corazón, con sentimiento. Es, a gusto de quien escribe, la mejor escena que hizo jamás Pixar en su historia. No tiene diálogos, ni acción, mucho menos fantasía o el dinamismo propio de la animación por computadora. Es una mujer procesando el duelo, ni más ni menos. Pero es una imagen poderosa e indeleble.
En esos minutos continúan relatando el avance de la pareja en su etapa adulta, en donde los sueños fueron remplazados por la calma de la rutina. Tal vez las cosas no salieron como ellos querían, pero se tienen el uno al otro, y es lo que importa…
Hasta que la música de Giacchino se desvanece, y la introducción se funde a negro con un Carl cabizbajo, sentado en una iglesia en donde se ve una corona fúnebre, sosteniendo un globo, siempre sosteniendo un globo.
Up nos pone en contexto con una secuencia magistral en donde el cine brilla en todo su esplendor, para virar hacia una aventura en el paisaje exótico de las Cataratas del Paraíso. Carl, abrumado por la modernidad que le llenó de edificios su barrio tranquilo, elige cumplir el último sueño de su amada Ellie. Asediado por los constructores que quieren demoler su casa para erigir una nueva torre, el anciano apela a su antiguo oficio.
Miles de globos emergen de la chimenea —diez mil doscientos noventa y siete, según los directores— y consiguen levantar la casa multicolor, que inicia un viaje fantástico hacia las tierras sudamericanas ficticias.
El problema es que hay un polizonte en aquella peculiar nave. Russel quería venderle galletas de los boy scout y quedó atrapado en el despegue. Pese a que Carl no quiere tener contacto con los niños a los que antes adoraba atender, las circunstancias harán que la aventura sea compartida.
Los directores Pete Docter y Bob Peterson crearon una obra maestra moderna, imperecedera, que habla sobre el duelo, sobre la amistad, sobre la necesidad de seguir adelante pese a los baches que aparecen en el camino. Las temáticas “serias” se mezclan a la perfección con una aventura típica de Disney/Pixar, repleta de acción imaginativa, personajes originales y muchísimo corazón.
La combinación de temáticas hace que los momentos más duros se puedan digerir con facilidad. Y es esta receta la que le garantizó dos premios Oscar, a mejor película animada y mejor banda sonora. También fue la segunda película animada de la historia en ser considerada para el premio mayor, el de mejor película, pero terminó quedando en el camino al igual que La Bella y la Bestia, anterior contendiente.
La poesía narrativa, la música, los efectos visuales, el diseño de personajes, hasta la comedia funcionan a la perfección. Up es un largometraje que no se extiende más de noventa minutos, lo cual demuestra que la economía narrativa es un arma indispensable en el arsenal de un cineasta.
Cada escena de este film es una clase sobre cómo hacer cine profundo pero no pretencioso, entretenido pero con mensaje, en donde los temas que podrían catalogarse “para adultos” se presentan de forma tal que cualquier niño o niña sean capaces de comprender, sin sacrificar la diversión en el camino.
Up se encuentra disponible en Disney +