El pintor argentino que retrató en sus paisajes la terrible Guerra de la Tripe Alianza (1864-1870).
Los cuadros invitan a reflexionar sobre distintos momentos del combate. Se abordan además las motivaciones, los rasgos de los jefes, el papel de las mujeres y las consecuencias del conflicto.
Las obras de Cándido López (1840-1902) invitan a reflexionar sobre distintos momentos de la guerra, las batallas, el tiempo de ocio, los campamentos y el avance por terrenos inestables y pantanosos.
Aborda los motivos del conflicto, las historias de oficiales y soldados el papel de las mujeres, los rasgos de los jefes, las razones de los opositores a la guerra y la destrucción causada por ella.
La guerra declarada a Paraguay por parte de Argentina, Brasil y Uruguay fue bosquejada y plasmada en los cuadros por López, que se enlistó como voluntario en el batallón de Guardias Nacionales de San Nicolás, que fue diezmado.
Desde su vida en campaña, el pintor fue testigo, llevó apuntes de los hechos, hasta su herida en Curupaytí, en que perdió la mano derecha con las que dibujaba-, destrozada por una granada, según una versión o por una metralla.
“López volvió a Buenos Aires y de a poco reeducó su mano izquierda y pintó una serie de cuadros muy importantes en los cuales describió una serie de aspectos de la guerra que vivió. Tanto los combates- como era la tradición de la pintura de batallas-, como también los menos épicos pero también muy interesantes que muestran la vida en los campamentos o los ejércitos en marchas a través de bosques y ríos durante el conflictos”, refiere el historiador y director del museo, Gabriel Di Meglio.
El proyecto original del artista, según noticias de su familia, era realizar un ciclón de noventa oleos sobre el tema, de los que llegó a pintar nada menos que cincuenta y ocho.
Todos con su mano izquierda. Son oleos de gran tamaño, de formato muy horizontal, coloridos, y que muestran espacios amplios y abundantes en figuras pequeñas.
Un Documento
El propio pintor señaló sobre sus obras que en ellas esta “la verdad de los hechos y de los detalles, salvados del tiempo para servicio de la historia y de mi patria”. También se ha dicho que los paisajes bellos retratados quizás hayan sido idealizados. En todo caso es cierto que allí se presentan escenas militares, despliegues de tropas, pero no se dramatiza la parte oscura de la guerra. Tan cierto como que las obras son consideradas como un documento de la guerra del Paraguay.
Cándido López fue al principio un autodidacta y luego estudio con el argentino Carlos Descalzo, amigo de sus padres, y con el maestro italiano Baldasarre Verazzi. A los 19 años se fue a vivir a la ciudad bonaerense de Mercedes, donde se dedicó a ser retratista, y cuando volvió a Buenos Aires y quiso viajar a Europa para perfeccionar su técnica, estallo la Guerra de la Triple Alianza, lo que cambiaría sus planes.
De los 58 cuadros que pinto sobre el tema, 29 fueron expuestos en los salones del Club Gimnasia y Esgrima en marzo de 1885, y luego adquiridos en 1887 por el Poder Ejecutivo Nacional. Sus obras se encuentran en los acervos del Museo Histórico Nacional, el Museo Nacional de Bellas Artes y en la Casa del Acuerdo de San Nicolás, la ciudad desde la cual partió a la guerra.
Fragmento – Cultura La Prensa – 28-02-21
Habla un Pintor: Cándido López
Sepan ustedes que yo era inicialmente retratista. Mal pude hacer esa carrera, mas galante y superficial (como la de mi colega Pueyrredón). Cierto es que en San Nicolás de los Arroyos, donde pintaba, me estaba yendo espléndidamente; a punto tal que hasta la vida me ganaba con ello. Pero dudaba hasta qué punto en que advertí que esa era la carrera de un mediocre. Y yo era lo suficientemente joven y arrogante para emprender algo superior. Estaba, esto es importante, descoso y lleno de voluntad para algo grande.
Entonces vino la guerra. Me enrolé en el Batallón de Guardias Nacionales del comandante Juan Carlos Boerr. Supe ser teniente segundo. Ya destacado en el Primer Cuerpo del Ejército Argentino estuve bajo las órdenes del general Wenceslao Paunero. De este modo participé en todos los frentes: Yatay, Paso de la Patria, Estero Bellaco, Uruguayana, Itapirú, Tuyutí, Yataity- Corá, Boqueron y Sauce, guerreando siempre y tomando apuntes. Fue en Curupaytí donde por causa de una granada, hubo que amputárseme el brazo. Con todo me sobrepuse y a fuerza de voluntad aprendí a maniobrar con la mano izquierda.
Cuando me dieron la baja vine a Buenos Aires y me puse a pintar. ¿Qué otra cosa podía haber hecho? Expuse en el Club Gimnasia y Esgrima unos veintinueve cuadros. ¿Se da cuenta? ¡Veintinueve! Eso sí, sin pretensiones artísticas. Nada más que para testificar lo que fue la guerra, sobre su veracidad histórica. El Congreso Nacional adquirió la obra, que desde entonces se expone en el Museo Histórico Nacional, donde corresponde, y en el Museo Nacional de Bellas Artes a pesar mío.
Mi popularidad no se debe sino a José León Pagano, mi exegete. En cuanto a mi pintura- que solo es un testimonio- no debe exagerarse en el realismo, ni ingenuo ni mágico, con el cual se pretende calificar a esta obra. Lo cierto es que a ochenta años de mi traspaso ni Morel, ni Pueyrredón ni yo, intentamos captar más que aspectos de nuestra vida simple. Eso es todo.
Ocurre que de todas formas un artista-si bien tiene que ver con la contemplación estética de las cosas – no es un sumiso y obsecuente de las circunstancias. Hay en el mucho más: ejemplificar; aclarar las cosas, tanto en la guerra como en la paz, revelando y alertando sobre aquello que pudiera implicar una economía, una actividad. Algo con lo que tuviéramos que ver. Un artista es contemplación, es cierto, pero también es acción. Y esto significa incidir en el espíritu de una época, en sus intereses vitales tan solo testificando lo que ocurre.
Como están las cosas no hay muchos más que pueda decirles. Tan simple como eso: no ser puramente decorativos ni utilitarios, revelar con humildad prácticamente lo que nos rodea. Que no deja de ser vida, por cierto.
Pájaro de Fuego – Octubre 1982